La Biblia dice en Esdras 1:1
En el primer año de Ciro rey de Persia, para que se cumpliese la palabra de Jehová por boca de Jeremías, despertó Jehová el espíritu de Ciro rey de Persia.
Cuando Nabucodonosor conquistó Jerusalén y destruyó el templo de esa ciudad, los judíos fueron llevados a Babilonia en medio de una profunda tristeza, conmoción y desesperación de ver no solo su ciudad devastada, sino de desconocer el destino que les deparaba ese destierro, pero sobre lo que ocurriría en el futuro inmediato.
En esos días, a los hebreos les urgía conocer lo que el Señor haría con ellos. ¿Se iban para siempre? ¿Regresarían algún día a su tierra? Eran las interrogantes con las que se fueron de su ciudad. Entonces se levantaron falsos profetas que les dijeron que el exilio duraría nada y que regresarían inmediatamente. Algo falso porque estarían en Babilonia muchos años.
Fue el profeta Jeremías a quien Dios levantó para señalarles no solo el tiempo preciso del cautiverio, sino también lo que debían hacer al llegar a Babilonia: Tener hijos, plantar vides y desarrollar una vida “casi normal” porque estarían allí setenta años, no más, no menos y por supuesto muchos no le creyeron. Otros sí y vivieron haciendo lo que les dijo.
Murió Jeremías y muchos de esa generación también, pero la fecha del retorno no. Jeremías no había hablado ocurrencias, ni de su imaginación o buenos deseos. No. Había hablado lo que el Señor le había indicado que declarara. Y cumplidos los setenta años ocurrió lo insólito. En primer lugar cayó el poderoso imperio babilónico.
Luego llegó al poder un hombre llamado Ciro, quien de la noche a la mañana decidió que los judíos debían de regresar a su patria. El libro de Esdras nos dice que Dios despertó el espíritu de ese monarca. Otras versiones dicen “impulsó a Ciro” y otras que “dispuso el corazón” y otra más que “movió el corazón”.
La palabra de Dios se cumplió porque Dios movió a un hombre poderoso, que tal vez ni siquiera sabía que la destrucción de Jerusalén había ocurrido hace exactamente setenta años, justo cuando él había llegado al poder, en una expresión clara de cómo Dios dirige la historia de este mundo para cumplir sus designios.
La palabra de Dios dicha por Jeremías se cumplió puntualmente. Los judíos salieron de Babilonia cargando enseres y riqueza que hicieron mientras estuvieron allí. Para ello Dios se valió de un hombre encumbrado. No tuvieron que hacer una guerra, ni pelar, basto con que un rey emitiera un decreto.
La palabra de Dios siempre ha de cumplirse y Dios se valdrá de las personas más insospechadas para hacernos ver que sus promesas nunca dejarán de hacerse realidad. Espera en ella. No desmayes, tendrás siempre tu galardón. No desistas. Sigue adelante. Sus promesas nunca dejarán de llegar.