La Biblia dice en 1ª carta de Pedro 1: 23
Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre.
El nuevo nacimiento fue una doctrina fundamental de los apóstoles de la iglesia primitiva. La aprendieron del Señor cuando habló con Nicodemo y le dijo que es necesario que el hombre nazca de nuevo. Juan, Pedro, Pablo y otros escritores del Nuevo Testamento sabían perfectamente que nacer de nuevo era fundamental para alcanzar vida eterna.
Pedro escribe sobre la vida nueva del discípulo para remarcar que la señal inequívoca de esta transformación espiritual la encontramos en el gen de cada persona. Un gen que Dios ha puesto en sus hijos y esa simiente o semilla no es corruptible o de corrupción, sino incorruptible, es decir pura, limpia y sin mancha.
Un creyente o hijo de Dios se distingue de otros porque su conducta refleja claramente una nueva naturaleza en su vida. Esa nueva condición le hace buscar lo bueno y rechazar lo malo, pero sobre todas las cosas le da una nueva moralidad. Si mentía, ahora ya no lo hace; si robaba, ahora trabaja y si vivía con odios o resentimientos, ahora perdona y ama.
La base para vivir así la establece claramente el apóstol Pedro en la palabra de Dios. La Escritura es el fundamento para vivir de acuerdo a esa simiente que Dios ha depositado en cada uno de sus hijos porque en ella encontramos las ordenanzas y mandamientos que nuestro buen Dios tiene para cada uno de nosotros.
La semilla plantada en nuestro ser debe protegerse de la maleza como una semilla de algún árbol o fruto se cuida de las hierbas y espinos que pueden detener su crecimiento o de plano ahogarla y secarla. La revelación divina es básica para experimentar cada día victoria sobre la corrupción de nuestra vieja naturaleza.
Pedro sabía de lo que hablaba. El mismo había fracasado en su batallas cuando siguió a Cristo y perdió aquella noche que lo negó con imprecaciones cuando fue descubierto por una criada del sumo sacerdote como uno de sus seguidores. En lugar de enfrentar valientemente su fe, huyó.
La Biblia será siempre nuestra mejor arma para luchar contra nuestros malos deseos que nos quieren aprisionar y hacernos volver a aquella vida antigua donde vivíamos distanciados de Dios porque nuestra moralidad estaba inclinada de continuo hacia el mal. La palabra de Dios nos auxilia en esa guerra que se libramos día a día.
La lectura, meditación y reflexión en la Escritura nos ayuda a hacer crecer la simiente incorruptible que tenemos plantada en nuestra vida.