La Biblia dice en Proverbios 23:34
“Serás como el que yace en medio del mar, o como el que está en la punta de un mastelero.”
El libro de Proverbios se ocupa del alcoholismo. Desde la invención del vino y toda las bebidas espirituosas, los hombres han luchado contra este grave problema de salud pública porque lo que comienza como una divertida experiencia suele convertirse en una horrenda vida para quien se hace adicto al alcohol y asimismo para toda su familia.
Definitivamente las bebidas embriagantes son excesivamente placenteras. Eso es innegable. Pero también es innegable que de no actuar con prudencia y mucho cuidado ante ellas pueden convertirse en una grave carga que tarde o temprano puede acabar con la vida de una persona bajo una penosa agonía de vergüenza y dolor.
Salomón aborda una de las consecuencias de dejarse llevar por esta adicción: la soledad. Quien se deja arrastrar por el alcohol termina solo, inmensamente solo, como alguien que se encuentra en medio del mar, en la punta del palo mayor de una embarcación, alejado de amigos, familiares y seres queridos.
El proverbista vio a mucha gente que cayó en la redes del alcohol y los vio también enfrentar la más absoluta soledad. Y es que nadie quiere convivir con una persona que solo vive para beber. Nadie quiere relacionarse con un ser esclavizado con una adicción que trae consigo, además de enfermedades, una pobreza material infinita.
El libro de Proverbios alerta a todos por igual sobre este gran problema social porque puede aparecer en la vida de una persona en el momentos menos esperado. Por supuesto que comienza generalmente en la adolescencia y juventud, pero también en la vida adulta cuando las personas carecen de firmeza en sus decisiones.
Siempre he pensado que el libro de los Proverbios es el libro de las relaciones humanas. En él encontramos la información suficiente para relacionarnos con nuestros hijos, padres, hermanos, esposa, esposo, vecino, autoridades y todas aquellas personas que se crucen nuestro camino. El alcoholismo es el peor enemigo de la relaciones sociales.
Y es el peor enemigo porque nos convierte en seres antisociales, todo lo contrario a la esencia del hombre que es un ser social por naturaleza.