La Biblia dice en Marcos 7:9
“Porque ustedes dejan el mandato de Dios para seguir las tradiciones de los hombres.”
Jesús tuvo muchas discusiones con los religiosos de su tiempo por varias razones: su hipocresía que les hacía presumir una piedad inexistente, su falta de compasión por los perdidos que los convertía en jueces severos y excluyentes de todos aquellos que a su juicio eran unos malditos y su elaborado sistema de remplazo de la ley por sus tradiciones.
En esta última parte, los fariseos, escribas, intérpretes de la ley, saduceos y el sanedrín completo habían construido una ingeniosa, pero equivocada interpretación de la ley mosaica y la habían colocado por encima de la revelación divina y sin empacho la utilizaban para justificar la falta de cumplimiento de lo que Dios mismo había establecido.
La clase religiosa de Israel construyó reglas humanas que hicieron a un lado la voluntad de Dios y acomodaron de tal forma sus ideas preconcebidas sobre lo que ellos pensaban que Dios quiso decir en la ley mosaica y de repente lo que ellos interpretaron tuvo más valor que la propia palabra de Dios.
Y así, si un mandamiento era claro como el de honrar a los padres, ellos invocaban su interpretación y un hijo o hija podía invocar esa interpretación y saltarse la ayuda a sus progenitores y no tener ningún remordimiento de conciencia puesto que la interpretación lo “salvaba” de obligación alguna con ellos.
El grave problema de la doctrina de fariseos y escribas es que lo hacían con el día sábado, con la purificación y con el dinero, con los juramentos y con muchos otros aspectos de la vida espiritual ordenados y regulados por la palabra de Dios, pero ellos dejaron lo que decía la Escritura y se dejaron guiar exclusivamente por sus conceptos, ideas y pensamientos.
Esa es la razón por la que Jesús les reprochó que seguían más sus tradiciones que el mandato de Dios, un problema del que nadie está exento porque a veces la costumbre se arraiga tanto en la vida de una persona o en la vida de una comunidad que de pronto se hace ley, aunque no tenga sustento en la revelación divina.
Jesús quería y quiere que ellos y nosotros entendiésemos la necesidad de revisar si lo que hacemos o decimos nace o surge de lo que la palabra de Dios dice o sencillamente es el resultado de lo que alguien estipuló y que funcionó, pero que en realidad es una tradición.
Los seres humanos somos tan propensos de anteponer nuestra opinión personal sobre lo que la Escritura ordena y mandata y eso es lo que Cristo quiso corregir en sus contemporáneos. Reivindicó a la Biblia como la única norma de regla y fe y no las opiniones humanas que si bien pueden resultar atractivas jamás podrán tener el mismo sitio que lo dicho por el Señor.