La Biblia dice en 1ª Juan 2:10
“Quien ama a su hermano, permanece en la luz y en él no hay motivo de tropiezo.”
El apóstol Juan fue iluminado por la luz de Cristo. Desde que lo conoció hasta que Jesús fue llevado al cielo, Cristo irradió luz, entiendo luz por el conocimiento que dejó entre sus apóstoles. No era que Jesús brillará como un foco, sino que lo que dio a conocer quitó las tinieblas en las que vivían los seres humanos.
De no ser por la palabra de Dios nosotros no tuviéramos la oportunidad de ser irradiados por esa luz. En la Escritura nosotros encontramos el brillo de Cristo. Gracias a autores como Juan, Pedro, Pablo, Santiago, Marcos, Lucas y Judas nosotros tenemos a nuestro alcance la revelación de la voluntad de Dios que es la luz verdadera que necesita nuestra vida.
Para saber que estamos en la luz, Juan nos ofrece un test o una prueba sencilla como las que hoy se venden en todas las farmacias para saber si una mujer está embarazada y el amor a nuestros hermanos. La palabra griega para hermano es “adelfo” y se usa en dos sentidos para referirse a los hermanos de los mismos padres y los hermanos de la iglesia.
Juan dice que un creyente debe saber que está en luz sencillamente porque no odia. El odio contra un hermano es incompatible. De hecho el aborrecimiento contra cualquier clase de persona es un síntoma preocupante de salud espiritual en un hijo de Dios porque como lo explica el propio Juan en los que nacen de nuevo se implanta la simiente o gen de Dios.
Es decir un creyente que ha nacido de nuevo tiene en su ser la capacidad de amar porque Dios le ha implantado su naturaleza, ese es el sentido de la palabra simiente o gen. Es decir el discípulo de Jesús puede amar y debe amar porque su ADN ha sido modificado sustancialmente para dejar el odio y vivir amando.
Es de vital importancia esta verdad que nos comparte Juan porque solo amando y no odiando a nuestros hermanos es como podemos permanecer en la luz. La luz de Cristo tiene tantos beneficios que debemos valorarla sumamente: al contar con ella ya no andamos en tinieblas, no tropezamos, podemos ver claramente y sobre todo podemos tener comunión con él que es luz.
Juan nos dice también que una persona que ama a su hermano no tiene motivo de tropiezo. Algunas versiones traducen en lugar de tropiezo escándalo. En realidad tal vez la mejor traducción sería “trampa” porque la raíz griega de donde procede es “skandalon” y en tiempos del Nuevo Testamento se usaba para describir un cebo o un dispositivo mediante el cual se atrapaba un animal.
Odiar a nuestros hermanos y no amarlos nos aleja de la luz de Cristo y nos atrapa en una red de donde será complicado salir.