La Biblia dice en Salmos 118:16

“La diestra de Jehová es sublime; la diestra de Jehová hace valentías.”

La diestra del Señor es mencionada reiteradamente en todo el Antiguo Testamento para mostrar al pueblo hebreo el poder sin igual del Dios que los había escogido. La frase está asociada generalmente con las batallas y guerras que los judíos enfrentaron a lo largo de su peregrinaje de Egipto a Israel y durante su estancia en la tierra prometida.

Sinónimo de poder irrestible, la poesía hebrea utilizó el término calificándola de las más diversas maneras. El autor del salmo ciento dieciocho usa dos adjetivos para referirse a ella: sublime y valiente. Las dos palabras que usa la versión Reina Valera 1960 tienen diferentes traducciones: será exaltada y concede el triunfo vierte la versión hebrea del tehillim.

El poder de Dios es extraordinario, el poder de Dios alcanzó la victoria, traduce la versión Dios Habla Hoy. La idea que prevalece en las traducciones es resaltar dos cosas: la mano de Dios obra portentos fuera de lo común, en otras palabras se mueve Dios para hacer cosas increíbles o que parecen imposibles con un solo fin: hacer vencedor a su pueblo.

Nos queda claro que Dios quiere que su pueblo sea vencedor, triunfante, victorioso. De ningún modo desea que sus hijos vivan en la derrota o el fracaso. Su poder es inmenso y se manifiesta para hacer cosas que parecen inalcanzables o que salen de nuestras posibilidades.

Dios se reserva el derecho de hacer patente su poder. Si no fuera por esa prerrogativa suya hoy Israel no existiría en su patria. Y por supuesto si no fuera por su poder nosotros como iglesia nada podríamos tener, ni siquiera la posibilidad de invocarlo para que nos ayude y salve de la maldad.

Es su poder sin límites lo que hace posible que sus escogidos se levanten en victoria porque al final de cuentas no es nuestra batalla, sino la suya, sin embargo eso no quiere decir que nos toca ser expectadores de esa cruenta guerra, al contrario debemos apelar con nuestro clamor a que su presencia vaya con nosotros en todas nuestras luchas.

Porque definitivamente su presencia es la garantía total de que nuestros enemigos serán derrotados estrepitosamente ya que Dios no ha perdido una sola batalla. Todas las ha ganado, sin importar el tamaño del adversario.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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