La Biblia dice en Romanos 12:12
“Gozosos en la esperanza, sufridos en la tribulación, constantes en la oración.”
La vida cristiana tiene dos características fundamentales para practicarla: la primera de ellas es la alegría. Sé que esta afirmación puede resultar chocante, pero el primer discurso de Cristo que registran los evangelios, que algunos llaman el sermón de la montaña, aborda el tema de la dicha o bienaventuranza. Cristo enseñó que aún en el sufrimiento hay alegría.
Pablo le escribe a los creyentes de la iglesia del primer siglo asentados en la capital del imperio mundial de ese tiempo: Roma, donde hablar de un solo Dios verdadero y la resurrección de los muertos no solo parecía ridículo sino también peligroso porque el resucitado había muerto en la cruz, un tormento solo usado para los sediciosos del reino.
Les pide que en medio de ese clima adverso e intolerante, ellos se alegren en la esperanza. La esperanza es llamada como una de las tres virtudes teologales, las otras dos son la fe y el amor o la caridad y es necesaria para recordarnos diariamente que nuestra patria está en los cielos y no en este mundo.
La alegría debe llenar nuestro corazón cuando sabemos que nos espera un destino glorioso cuando Cristo reine por toda la eternidad y enjugue toda lagrima y todo sentimiento de tristeza en esta vida llena de injusticias, contradicciones y donde la maldad parece llevar siempre la delantera.
Armados de esa verdad, los creyentes podremos abrazar con paciencia el sufrimiento que es el sentido de la expresión “sufridos en la tribulación” y no renegar de nuestra fe ni traicionar al que nos salvó de la condenación eterna, volviendo atrás o retrocediendo de nuestra confianza en el Señor. Esa es la segunda característica de la vida cristiana.
Tener alegría en medio de las dificultades y tener paciencia en medio de esas dificultades solo será posible cuando los creyentes se mantengan constantes en la oración que es la tercera condición de la vida cristiana: orar. La oración tiene la virtud de permitirnos descargar todas nuestras necesidades ante el Señor.
La oración demanda constancia y perseverancia porque es la manera como podemos sostenernos ante la incertidumbre de la realidad y el sufrimiento que es producto de la piedad. Se trata del instrumento que el cristiano tiene ante los grandes retos que su fe enfrentará.
Pablo le escribió a los creyentes de Roma, pero también a nosotros para hacernos saber de lo que se espera de los hijos de Dios cuando el mundo entero se estremece, justamente como en estos días de pandemia.