Este texto tiene una fe de erratas: El título correcto es Las irrefutables certezas de Cristo: La certeza de su superioridad.
La Biblia dice en Juan 8:58
De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.
Introducción
Cuando Moisés dialogó con Dios antes de retornar a Egipto en calidad de libertador del pueblo de Israel, oprimido por cuatrocientos años en esa nación, le preguntó con qué nombre habría de presentar al Dios que lo enviaba.
La respuesta que Dios le dio a su siervo fue que si los judíos preguntaban por su nombre, él debía contestarles que lo había enviado “YO SOY EL QUE EL SOY”. El libro de Éxodo 3:13-15 nos relata este intercambio de palabras entre Moisés y el Señor:
13 Dijo Moisés a Dios: He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé? 14 Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros. 15 Además dijo Dios a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel: Jehová,[a]el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Este es mi nombre para siempre; con él se me recordará por todos los siglos.
De esa manera Dios se dio a conocer entre el pueblo de Israel con el nombre YO SOY EL QUE SOY, el mismo nombre que Jesús utiliza en el verso que hoy meditamos y que Juan resalta también en su evangelio cuando presenta a Cristo como “yo soy la luz”, “yo soy el camino la verdad y la vida”, “yo soy la resurrección y la vida”, “yo soy el pan de vida”, entre otros.
El nombre de Dios que el Señor le reveló a Moisés revela su eternidad o su existencia en sí mismo, sin la necesidad de nada ni nadie más. Juan nos lleva a este concepto de eternidad y preeminencia, en consecuencia nos conduce a ver a Jesús en su eternidad. Un concepto que debía tener muy claro los hebreos de los tiempos del Salvador, pero que lo olvidaron.
El diálogo que Jesús tuvo con los fariseos y escribas comenzó con el tema de la mujer adúltera, la declaración de que era la luz del mundo y finalmente recaló en el tema de Abraham y la declaración que hoy sirve para formular una de sus irrefutables certezas.
El título correcto es Las irrefutables certezas de Cristo: La certeza de su superioridad.
A. Porque Cristo es antes de Abraham
B. Porque Cristo es antes de todas las cosas
Para entender la impresión que causaron las palabras de Jesús cuando se puso por encima de Abraham es necesario comprender lo que ese patriarca representaba y representa para los judíos. Abraham es considerado el padre de la nación hebrea. Ellos se auto escriben siempre como hijos de Abraham.
Su historia, su vida, pero sobre todo su fe representan el ideal o estándar de la vida piadosa de todo buen judío. Su inquebrantable determinación por adorar al verdadero y único Dios en medio de un politeísmo de todos los pueblos caldeos donde vivía el llamado padre de la fe son todavía hoy en día referentes fundamentales.
En tiempos de Jesús la figura de Abraham era intocable, como lo sigue siendo hoy en día, por eso cuando Cristo les dijo a los fariseos que él era antes que el gran patriarca montaron en cólera y tomaron piedras para arrojárselas; pero Jesús se escondió y salió del templo y se fue.
A. Porque Cristo es antes de Abraham
La frase “antes de que Abraham fuese, yo soy” que usó Cristo ante los fariseos apuntaba claramente a su eternidad, pero también marcaba un profundo cambio en la fe no solo de todos los hebreos, sino de toda la humanidad porque ahora los hijos de Abraham ya no solo serían los hebreos nacidos de esa simiente, sino todos lo que tuvieran fe.
Jesús no quiso ofender a nadie con sus palabras sino asentar una verdad. Una verdad que incomodó a sus interlocutores: su superioridad sobre el propio fundador de la nación judía bajo un argumento todavía más contundente e impactante y por ello incomprensible: era antes de Abraham.
De ningún modo es casual que Juan utilice el término “yo soy” en las alocuciones de Jesús. De los cuatro evangelistas fue el único que lo presentó como el verbo preexistente. Su evangelio inicia justamente como una extrapolación del Génesis capítulo uno para presentar a Cristo como el motor de toda la creación.
Un pasaje idéntico en el uso de la expresión “yo soy” es Juan 18:4-6 que dice así:
Pero Jesús, sabiendo todas las cosas que le habían de sobrevenir, se adelantó y les dijo: ¿A quién buscáis? 5 Le respondieron: A Jesús nazareno. Jesús les dijo: Yo soy. Y estaba también con ellos Judas, el que le entregaba. 6 Cuando les dijo: Yo soy, retrocedieron, y cayeron a tierra.
La eternidad de Cristo fue remarcada por él mismo y escrita por Juan porque su naturaleza reflejaba a Dios y compartía con él su naturaleza. ¿Por qué Juan nos lleva por esa certeza? Porque la persona de Cristo siempre ha sufrido ataques a la hora de presentarse como un ser que trasciende el tiempo.
El mundo puede aceptar y acepta a Cristo como maestro. Algunos lo comparan con otros maestros, pero a la hora de señalar que Jesús los supera porque es un ser eterno, entonces, empiezan sus dificultades y rechazo porque les resulta imposible creer que Jesús tenga esa credencial de eternidad.
Pero la eternidad de Cristo es fundamental para los creyentes porque si él es eterno entonces es igual a Dios, es decir, desde siempre y para siempre, pero también si Cristo es eterno, entonces, estamos frente a quien nos puede llevar con él a esa eternidad o podemos vivir eternamente separados de él.
B. Porque Cristo es antes de todas las cosas
El apóstol Pablo fue quien explicó mejor esta verdad al escribir la carta a los Colosenses 1:15-20 que dice lo siguiente:
15 El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. 16 Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. 17 Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; 18 y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia; 19 por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, 20 y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz.
Pablo es categórico a la hora de establecer la naturaleza de Cristo. Su preexistencia es clara e irrebatible y lo que ocurrió en Belén cuando se encarnó lo explica de una manera también muy clara en la carta a los Filipenses 2:6-8.
El cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, 7 sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; 8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
Con esta certeza Juan estaba tratando de hacernos entender que Jesús es eterno. Que si bien vino a la tierra en forma de hombre para redimirnos del pecado, su existencia no comenzó en Belén de Judea, sino más bien desde antes de que todo lo visible existiera, él ya estaba.