La Biblia dice en Juan 13:16
De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió.
Introducción
Los discípulos había quedado impresionados por el lavamiento de pies que Jesús les había practicado. No podían dar crédito a lo sucedido en la última Pascua que estuvieron con Jesús. Y no lo podían comprender porque ese hombre con tanta autoridad y tanto poder espiritual, capaz de levantar muertos, expulsar demonios y sanar enfermos había limpiado sus pies.
El lavamiento de pies era un costumbre muy oriental. Era un acto de hospitalidad que se le hacía a los invitados especiales, pero eso jamás lo hacía el dueño de la casa o el anfitrión, sino siempre el criado de la casa. Era una actividad reservada para los esclavos, jamás para el amo. Jesús les dejó clara su condición de siervo para que lo imitaran.
Esta fue una demostración fehaciente de la humildad y sencillez que caracterizó el ministerio de nuestro bendito Salvador que una y otra vez los llevó a considerar la relevancia de la humildad en la vida de las personas.
Se trataba, entonces, de una especie de pedagogía o enseñanza muy clara y básica para todos ellos: seguir a Jesús implica servir y servir desde el más modesto puesto o cargo hasta el más importante y relevante. La importancia no está en el título, sino en la función que esencialmente es la de servir.
Los seguidores de Cristo debían estar dispuestos a aprender a ser humildes. Debemos aclarar que Cristo quiere seguidores serviciales no serviles. Los serviciales son personas que sirven con atención y diligencia, en cambio los serviles muestran una actitud exageradamente humilde y servicial ante los superiores o poderoso para obtener algo.
En un mundo donde todos quieren los primeros lugares, donde la personas están más dispuestas a que se les sirva en lugar de servir y donde despojarse de los privilegios para compartir con los necesitados no es lo común, la actitud que nos enseñó Jesús con el lavamiento de pies resulta un fuerte llamado de atención.
Seguir a Jesús implica una constante y permanente actitud de sencillez y humildad ante todos y para todos. Se trata de vivir renunciando a nuestro egoísmo y entregando nuestra vida al servicio de los demás.
Las irrefutables certezas de Cristo:
La certeza de la humildad
A. En cualquier posición
B. En cualquier función
Cristo dejó bien en claro sus seguidores deben servir a los demás anteponiendo la humildad y la sencillez. ¿Se puede servir y ser altivo?, claro, pero lo que no se puede hacer es servir con altivez y decir que uno es seguidor de Cristo. La esencia del servicio a Jesús es hacerlo como él lo hizo.
Y por eso Jesús la presentó a sus seguidores la certeza de la humildad para ellos y nosotros entendiéramos que seguir a Cristo se trata de imitarlo, de vivir como él vivió, haciendo a un lado toda grandeza y descubriendo en el servicio el sentido de la vida. Un servicio que tiene como base o baluarte la humildad.
A. En cualquier posición
“El siervo no es mayor que su señor”, les dijo Cristo a sus discípulos y con ello los condujo por una ejemplo práctico que ellos conocían bien porque se trataba de una relación muy común que se daba en esos tiempos entre un criado y su amo o entre un esclavo y su señor, en la que las jerarquías estaban perfectamente establecidas.
Un criado, siervo o esclavo jamás podía estar por encima de su amo, señor o dueño. Parecía algo sencillo de entender, pero a los creyentes muchas veces se nos olvida que si Cristo nació en un pesebre, que si vivió sencillamente y si lavó los pies de sus seguidores ¿por qué nosotros debemos pensar que eso es indigno?
Estas palabras expresadas por Cristo luego de lavar los pies de sus apóstoles revelan que ellos no entendieron bien lo que allí había ocurrido o lo que sus ojos habían presenciado. De hecho cuando iba a comenzar a lavar los pies de los discípulos Pedro se opuso y justo allí le dijo: “Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después.”
Al lavarles los pies Jesús les enseñó a sus seguidores de todos los tiempos que el cristianismo es servicio. Que nos llama a servir, que nuestra vocación es ayudar a los demás, es hacer por los demás, sin importar si los demás no tienen nuestro “nivel”, nuestro “conocimiento” o nuestros “títulos”.
Esta es la enseñanzas más formidable que Jesús les dio a sus seguidores porque lo hizo sin palabras, solo con acciones y acciones muy concretas y fuera de lo usual para que entendieran plenamente y sin ninguna duda que el servicio con humildad es una señal de que hemos creído en el verdadero evangelio.
La función de criado, esclavo o siervo jamás podría sobrepasar a su amo o señor. En otras palabras tenían que hacer lo que él les ordenaba. Jesús les mostró, entonces, que si él con toda su grandeza había renunciado a su posición, ellos no tenía alternativa y debían también dimitir a su posición de “apóstoles” y lavarse los pies entre ellos.
De esa forma Jesús nos enseñó que desde cualquier posición los creyentes están llamados a servir. No hay una sola posición donde se deje de servir. En el cristianismo eso no existe.
B. En cualquier función
Jesús también les dijo que “ni el enviado es mayor que el que le envió” para demostrarles que ninguna función queda exenta del servicio. Para comprender el sentido de estas palabras debemos comprender a que se refiere cuando dice enviado. Un enviado era una persona que llevaba a cualquier lado la representación de un superior.
Aunque no tuviera ni dinero, ni recursos y no fuera propiamente alguien con una gran posición social, el hecho de ir en representación de otra persona, le otorgaba automáticamente todos los derechos y facultades como si él mismo fuera quien tuviera todos los bienes y poderes de quien le envío.
La mejor manera de entender esta expresión es con los embajadores que representan una nación o un país frente a un gobierno o potencia. Ellos no tienen nada, pero su designación como embajadores les permite actuar como representantes de una autoridad.
Ese ejemplo lo usó Jesús para mostrarnos que para servirnos unos a otros requerimos humildad. Para lavarnos los pies unos a otros necesitamos irremediablemente algo más que buenos deseos. Se necesita despojarnos de nuestro orgullo y nuestra altivez para hacer por los demás.
El lavamiento de pies fue una actividad que Jesús usó para mostrar qué clase de servicio esperaba de sus seguidores. Se trata de una clase de servicio que nace de reconocer a los demás como superiores a uno mismo y de despojarnos de todo aquello que nos hace pensar que somos más que nuestro prójimo.
No importa cual sea tu función. Puede ser muy elevada, pero eso no te exonera de servir con sencillez.
Uno podría pensar que hacer esto, es decir servir con humildad, es indigno o fuera de lugar, pero Jesús dijo que quien logra llevar a cabo esta obra, será dichoso porque al servir hay una clase de alegría que surge del cielo mismo porque al servir con humildad estamos imitando a nuestro bendito Salvador.