La Biblia dice en Juan 8: 34
Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado.
Introducción
Muchos habían creído en Cristo. Las señales les habían convencido de que estaban ante un personaje completamente distinto a todos los que habían visto y oído, pero sobre todo estaban ante alguien que superaba en mucho a todos los profetas que proclamaron el mensaje de Dios.
En ese ambiente, Jesús les dijo que si habían decidido convertirlo en su maestro debían diferenciar claramente entre él y otros maestros porque lo que él les decía o les enseñaba debían guardarlo. Si querían ser discípulos de él o sus seguidores se debían mantener fieles a su enseñanza.
De esa forma además de ratificar su disposición de ser seguidores comprometidos con él, tendrían la ansiada libertad que viene como resultado de conocer la verdad. Pero estas palabras calaron hondo en el ánimo de sus incipientes seguidores porque ellos no se pensaban sin libertad.
La oferta que Jesús les hizo les pareció innecesaria porque ellos se sentían libres. No se sentían esclavos, ni presos, ni oprimidos, aún cuando vivían bajo el imperio romano, ellos se sentían en plena libertad, pero Jesús no les hablaba de esa libertad que todos pueden tener, sino de aquella que rompen cadenas profundas en la vida de las personas.
Seguir a Jesús hace posible conocer la verdad y conocer la verdad hace posible que se viva en libertad. Jesús vino entonces a liberar a través de su palabra. El hombre vive esclavo sin darse cuenta. La libertad no consiste en hacer lo que uno quiera, forma parte de ello, pero la verdadera libertad consisten en no hacer lo que no quieres hacer.
Jesús llega a ese punto. Al punto inicial o de donde parte la liberación de cada hombre y cada mujer. La libertad de lo que lo ata a odios, resentimientos y rencores y de la que muchas veces no se logra desatar y aunque físicamente no tenga impedimentos para hacer lo que le plazca, esta atadura lo aprisiona.
Jesús quería y quiere que nosotros comprendamos a cabalidad el sentido de la libertad, un principio que es indispensable para la existencia humana. El hombre nace libre, pero en el camino se va llenando de cadenas que poco a poco lo encarcelan hasta que lo esclavizan.
Lo opuesto a la libertad es la esclavitud. En ese sentido las personas o son libres o son ,esclavas. Hoy en día hablar de esclavitud es hasta cierto punto exagerado porque hace mucho tiempo la esclavitud dejó de ser bien vista y se considera un delito y se supone que la libertad es la nueva condición en todo el mundo.
Por eso hoy en día se habla más de la libertad que en términos sencillos significa la facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos. Un hombre libre tiene el derecho de hacer lo que mejor le convenga y tiene como límite la libertad de sus semejantes.
Jesús parte en el sentido opuesto de la libertad para hablarnos de este importante tema. Nos lleva a la esclavitud para declarar con toda certeza que alguien que práctica el pecado en realidad es esclavo del pecado. Al decir esto Jesús nos está llevando a la condición en la que viven millones de seres.
Las irrefutables certezas de Cristo:
La certeza de la libertad
A. Sobre la pecaminosidad humana
B. Sobre la pecaminosidad que esclaviza
Para mejor entender esta certeza nos ayudará a leer el pasaje completo donde aparece que es Juan 8:31-38.
31 Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; 32 y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. 33 Le respondieron: Linaje de Abraham somos,y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres? 34 Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado. 35 Y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí queda para siempre. 36 Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres. 37 Sé que sois descendientes de Abraham; pero procuráis matarme, porque mi palabra no halla cabida en vosotros. 38 Yo hablo lo que he visto cerca del Padre; y vosotros hacéis lo que habéis oído cerca de vuestro padre.
Los hebreos no se sentían esclavos, ellos se sentía libres aún cuando estaban sometidos a sus malos deseos. Jesús apuntó de esa manera hacia una parte de la vida de sus interlocutores que para ellos pasaba desapercibido, como pasa para muchos que viven en aparente libertad, sin saber que en realidad son prisioneros.
A. Sobre la pecaminosidad humana
Cuando David pecó con Betsabé y ofendió deliberadamente a Dios compuso el salmo cincuenta y uno que cita una de las verdades más profundas relacionadas con el pecado. David dice: He aquí en maldad he sido formado y en pecado me concibió mi madre. Salmos 51:5.
Los seres humanos nacemos con una inclinación hacia la maldad porque la iniquidad de Adán en el huerto del Edén nos fue heredada. Somos absolutamente incapaces de vencerla y cuando somos dominados por ella nos convierte en sus rehenes sin posibilidad de escapar de sus garras.
Cuando Jesús dice “el que hace pecado” se refiere a una condición natural de toda la humanidad. El apóstol Pablo plantea esta verdad de la siguiente forma en Romanos 3:10-12 que dice de la siguiente manera:
10 Como está escrito: no hay justo, ni aun uno; 11No hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. 12 Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.
El hombre vive atado por el pecado, aprisionado por la maldad, retenido a veces voluntariamente por la iniquidad y aún cuando quisiera salir de esa condición es imposible por sus propias fuerzas. Necesita, irremediablemente un libertador y ese solo puede ser y es Jesucristo nuestro Salvador.
B. Sobre la pecaminosidad que esclaviza
Jesús fue muy claro en esta certeza al señalr con toda claridad que el hombre esta convertido en esclavo del pecado y necesita ser libertado. Los que escucharon a Jesús sabían perfectamente de que estaba hablando porque un esclavo no tenía ninguna clase de derecho debía obedecer a su amo.
De la misma manera el hombre que hace pecado o que vive en pecado o que se deja dominar por su naturaleza caída es criado del pecado, es decir no puede dejar de estar bajo su dominio. No puede hacer nada por sí mismo porque es un hombre sometido a la maldad que lo encadena.
El apóstol Pablo habla a profundidad sobre el tema en el capítulo seis de la carta a los Romanos.
“Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pcado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.” Romanos 6: 6.
“Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.” Romanos 6: 14
“¿No sabéis que si os sometéis a alguien como eslavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, sea de la obediencia para justicia?” Romanos 6: 16