La Biblia dice en Juan 16:20
De cierto, de cierto os digo que vosotros lloraréis y lamentaréis, y el mundo se alegrará; pero aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo.
Introducción
Los cristianos creemos en un Dios transformador. En un Señor que cambia las circunstancias, cambia a las personas y que modifica sustancialmente la existencia humana y por esa razón confiamos plenamente que todo lo que nos sucede siempre tiene un propósito final y siempre es para bien.
El sufrimiento, el dolor, la desesperanza y la tristeza forman parte de la existencia humana y el creyente no se puede abstener de esa circunstancia. El hijo de Dios sufrirá en este mundo, pero tiempo después esa tristeza será transformada en un gozo o alegría que le hará olvidar todo lo sufrido.
Jesús hablaba con sus discípulos antes de ser detenido, torturado y llevado a la cruenta cruz para anunciarles que se venían tiempos en los que el mundo se alegraría por los sufrimientos que padecería y sus discípulos y seguidores llorarían y se lamentarían, pero que no sería para siempre. Eso cambiaría.
Las palabras de Jesús invariablemente nos llevan a reflexionar sobre el poder que solo él tiene de cambiar nuestra tristeza en alegría. Nadie en este mundo puede ser capaz de sacar a una persona de un estado de desánimo, desaliento y desolación y colocarla en un estado de bienestar y dicha plena como sí lo hace Cristo.
Jesús les garantizó a sus discípulos que eso sería lo que les ocurriría, ya que vivirían momentos de pena, pero luego de esos días ellos tendrían momentos de gran satisfacción que los llevarían al júbilo, lo que en efecto ocurrió según nos relatan los evangelios y el libro de Hechos.
Jesús quiere enseñarnos que la tristeza de hoy será la alegría de mañana, mientras que la alegría de hoy puede ser la tristeza de mañana. Me refiero a que el mundo se alegró en la muerte de Cristo, pero le duró muy poco el gusto porque Jesús resucitó al tercer día y se levantó poderosamente de los muertos.
Las irrefutables certezas de Cristo
La certeza de su gozo
A. Porque el sufrimiento siempre va a existir
B. Porque el gozo del mundo es efímero
C. Porque su gozo será más fuerte que la tristeza
Nuestro texto que hoy meditamos tiene como contexto el discurso de Jesús al despedirse de sus discípulos antes de ir a la cruz. La muerte de Jesús sería un evento traumático para todos ellos y por eso les anuncia lo que va suceder y junto con ello una promesa de acompañamiento en esos días.
Para mejor comprender lo que quiere comunicarles leeremos Juan 16:19-22 que dice de la siguiente manera:
19 Jesús conoció que querían preguntarle, y les dijo: ¿Preguntáis entre vosotros acerca de esto que dije: Todavía un poco y no me veréis, y de nuevo un poco y me veréis? 20 De cierto, de cierto os digo, que vosotros lloraréis y lamentaréis, y el mundo se alegrará; pero aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo. 21 La mujer cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo. 22 También vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo.
Jesús los estaba preparando para atravesar ese duro tiempo de la desolación por su muerte. Los estaba entrenando para saber que si bien se avecinaban momentos de gran contradicción en su vida, debían de confiar de que posteriormente las cosas cambiarían y se llenarían de alegría.
La tristeza y alegría son emociones que siempre van a estar allí y debemos estar listos para enfrentar la primera y disfrutar la segunda.
A. Porque el sufrimiento siempre va a existir
“Vosotros lloraréis y lamentaréis” les aseguró Jesús. Nos queda claro que hay tristezas inevitables. Son momentos que todos los seres humanos deben atravesar y la compañía de Cristo es la forma de garantizar que no sean para siempre, sino que en determinado tiempo se transformen en alegría.
Debemos estar conscientes de que vamos a sufrir porque a nuestra vida llegarán situaciones dolorosas y en esos días estaremos tristes como los apóstoles que cuando vieron a Jesús muerto en la cruz del calvario se sintieron desmayar y creyeron que todas sus esperanzas estaban desechas.
Algunas versiones traducen la palabra lamentar como gemir para expresar la clase de dolor que los discípulos vivirían. Esa clase de dolor en la que de tanto y tanto llorar se nos acaban las lágrimas y sólo nos queda gemir, es decir, llorar ya sin lágrimas, tratando de expulsar el dolor de nuestra vida.
B. Porque el gozo del mundo es efímero
La muerte de Cristo provocaría entre los enemigos de Cristo una inmensa alegría porque al fin su odiado rival sería detenido, azotado y crucificado. A los escribas, fariseos, maestros de la ley y saduceos el sufrimiento del Señor los haría inmensamente felices porque de esa manera pensaban que se había acabo la molesta predicación de Cristo.
En el mundo siempre encontraremos alegría, pero será una alegría pasajera y completamente circunstancial porque depende estrictamente de que las cosas marchen bien o de acuerdo a lo que esperamos y por supuesto con ausencia total de sufrimiento y dolor porque son incompatibles con el gozo mundano.
Jesús sabía perfectamente que el mundo se alegraría al verlo crucificado, pero esa alegría sería corta de duración. La supuesta derrota de Jesús solo sería por tres días. Y así justamente es la alegría de este mundo: corta, pequeña y por eso querer alegrarnos en el mundo es torpe. No dura nada.
C. Porque su gozo será más fuerte que la tristeza
La alegría que experimentarían los discípulos vendría directamente del cielo y como todo lo que tiene origen en lo celestial es más fuerte que cualquier otra emoción y por eso Jesús está tan seguro de afirmar que la tristeza se convertirá en gozo. La palabra procede de la raíz griega “genesetai” que en el Nuevo Testamento tiene diferentes traducciones.
Se utiliza a veces como una acción o hecho. En otras ocasiones como un suceso o acto. En ambos casos el énfasis se encuentra una acción que cambia, transforma de un estado a otro una circunstancia o una persona. Tal modificación es sustancial o profunda, de raíz y por lo tanto la conversión es total.
La tristeza que los discípulos iban a experimentar por la muerte de Cristo iba a ser pasajera para dar paso a una alegría que los inundaría y le daría sentido a cada una de las acciones que emprenderían, pero sobre todo nunca perderían ese gozo porque se instalaría para siempre en sus vidas.
Bajo esa perspectiva uno entiende entonces al apóstol Pablo cuando escribe la carta a los Filipenses y llama a todos los creyentes a vivir en gozo y alegría, a pesar de todas las dificultades que puedan llegar a la vida de los creyentes ya sea por vivir piadosamente o por el sufrimiento natural en este mundo, como la perdida de un ser querido o la enfermedad.
Estamos ante una de las certezas más consoladoras porque en efecto la tristeza que vivieron los discípulos cambio diametralmente cuando supieron que el Maestro había resucitado y lo adoraron con todo su corazón. El poder transformador de Dios tiene esa característica siempre. El cambia lo que parece inmutable.