Aunque no fue su método, Jesús recurrió muchas veces a la mayéutica. La mayéutica es un sistema de preguntas y respuestas que se ha utilizado desde la antigüedad para enseñar y formar discípulos. Jesús siempre enseñó por medio de parábolas que no otra cosa que relatos sencillos historias breves para instruir sobre un tema en particular.
Una revisión de los cuatro evangelios nos permiten descubrir decenas de interrogantes que Jesús lanzó no solo a sus doce apóstoles, sino también a sus detractores, a quienes no creían en él, a la clase sacerdotal junto con los escribas, fariseos e interpretes de la ley, incluso a los propios gobernantes romanos.
Las preguntas de Jesús eran agudas, a veces para retar a sus seguidores, otras para reconvenirlos y otras más para hacerles ver una equivocación. Hay que decirlo: algunos de sus cuestionamientos eran durísimos. Pegan directamente en el ego o la incredulidad de quienes la recibían.
En otras ocasiones servían para ayudar a recapacitar, para recordar y también para apelar al sentido común de quienes le escuchaban. Algunas de ellas eran sencillamente un manera de defenderse y otras eran un fuerte llamado a reconsiderar frente a quien estaban.
Estudiar pregunta por pregunta nos puede auxiliar mucho para comprender mejor las enseñanzas de Jesús. También nos puede ayudar a compenetrarnos en la personalidad de Jesús. Descubrir su pensamiento y la manera en que quería enseñar nos será de mucha utilidad.
Las interrogantes nos ayudarán a cambiar nuestra mentalidad y con ellos podremos avanzar en nuestra gran labor que tenemos de vivir de acuerdo a los valores y principios que Cristo enarboló y dejó como enseñanza entre nosotros sus seguidores, atiendo con diligencia sus palabras.
Comenzaremos a partir de hoy una prolongada serie de estudios sobre esas preguntas. Nos adentraremos a la manera en que Cristo quiere que razonemos. Revisaremos su pensamiento y la forman en que se las ingeniaba para cuestionar a quienes se relacionaron con él ya sea positiva o negativamente.
Aprenderemos mucho de este sabio y prodigioso maestro que se dedicó en cuerpo y alma a enseñar a un grupo de 12 apóstoles para lograr llenar el mundo con su evangelio y que nos ha alcanzado a nosotros para servirle. Indudablemente las preguntas tienen como razón de ser cambiar nuestra mentalidad.
Antes de comenzar hoy con una pregunta de Jesús hagamos una breve presentación de algunas de sus interrogantes:
- ¿Cómo puede echar Satanás fuera a Satanás?
- ¿Quién es mi madre y mis hermanos?
- ¿Por qué estáis así, amedrentados?
- ¿Cómo te llamas? (le preguntó así a un demonio).
- ¿Quién ha tocado mis vestidos?
- ¿Por qué alborotáis y lloráis?
- ¿Por qué me pide señal esta generación?
- ¿Quién dicen los hombres que soy yo?
- ¿Hasta cuándo os he de soportar?
- ¿Qué os mandó Moisés?
- ¿Por qué me llamáis bueno?
- ¿Qué quieres que te haga?
- ¿Ni aún esta Escritura habéis leído?
- ¿Veis estos grandes edificios?
- ¿Por qué me tentáis?
- Dios mío, Dios mío ¿por qué me has desamparado?
- ¿Qué tenéis conmigo mujer?
- ¿Eres tu maestro de Israel, y no sabéis esto?
- ¿Quieres ser sano?
- ¿Esto os ofende?
- Mujer, ¿dónde están los que te acusaban?
- ¿Por qué no entendéis mi lenguaje?
- ¿Crees tu en el Hijo de Dios?
- ¿No tiene el día 12 horas?
- ¿No te he dicho que si creyeres verás la gloria de Dios?
- ¿Dónde le pusisteis?
- ¿Sabéis lo que os he hecho?
- ¿Y qué diré? ¿Padre sálvame de esta hora?
- ¿Tú vida pondrás por mi?
- ¿Ahora crees?
- ¿A quién buscáis?
- ¿Por qué me preguntas a mí?
- ¿Por qué me golpeas?
- ¿Dices eso por ti mismo o te lo han dicho otros de mí?
- Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?
- Mujer, ¿dónde están los que te acusaban?
- ¿Tenéis algo de comer?
- ¿Me amas?
- ¿Qué a ti?
- ¿Qué platicas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis?
- ¿Por qué estáis tristes?
- La pregunta a los maestros
Dice la Biblia en Juan 3: 10
Respondió Jesús y le dijo ¿Eres tu maestro de Israel, y no sabes esto?
Introducción
Desde que Dios le dio a Moisés las tablas de la ley, el pueblo de Israel ha contado con maestros, copistas y personas encargadas a preservar la revelación divina. En tiempos de Jesús los escribas eran hombres dedicados a transmitir las Escrituras a los judíos. Los rabinos eran los encargados de enseñar la palabra de Dios.
El magisterio de la Torá judía era un privilegio y una responsabilidad inmensas. Para tener esa categoría eran indispensables miles de horas dedicadas al estudio y meditación de la Escritura. Un maestro llegaba a ese título tras muchos años de entrega al conocimiento de lo que Dios había dicho.
Los rabinos gozaban de gran reputación entre los hebreos de los tiempos de Jesús y gozan aún en la actualidad de respeto y reverencia porque se han dedicado en cuerpo y alma a estudiar la Torá judía. Nadie pone en entredicho eso. Así es hoy en día y así ha sido siempre.
Cuando Jesús comenzó su ministerio fue buscado por un rabino llamado Nicodemo. El evangelio de Juan lo menciona solo tres veces. En este texto y en el capítulo, en 7: 50-52 y en 19: 39. Juan dice que era un principal entre los judíos, miembro de los fariseos y Jesús lo llama maestro de Israel.
A este personaje, Jesús le lanza una pregunta dirigida a despertarle de su letargo y hacerle ver la necesidad de hacerle honor al título que lleva. Alguien que se precie o se diga maestro no puede ser un ignorante. Alguien dedicado a enseñar a otros debe procurar sino dominar todos los temas, por lo menos conocerlos y entenderlos.
Esta pregunta tiene toda la intención de hacerle ver a su interlocutor la necesidad de reconocer su ignorancia para entonces buscar aprender. Nadie jamás va a aprender si piensa que lo sabe todo. La pregunta a Nicodemo resulta sumamente pertinente para todos aquellos dedicados al magisterio de la Escritura.
Jesús respondió a Nicodemo con una pregunta. Esa fue un práctica común del maestro. Contestar con interrogantes. Apelar a la razón de sus interlocutores. Someterlos a un escrutinio para convencerlos de su equivocación o lo absurdo de sus pensamientos y llevarlo a reafirmar que estaban ante el Hijo de Dios.
Las palabras que dirigió a Nicodemo o más bien la pregunta que le hizo fue aguda. Iba dirigida a mostrarle su ignorancia. A mostrarle que no sabía todo. A hacerle ver que carecía de los conocimientos indispensables para formar a los hebreos en la materia mas importante que hay en este mundo.
Cristo escogió perfectamente cada una de sus palabras para en la pregunta a Nicodemo. No fue casual que le haya dicho “eres tu maestro de Israel”, le pudo haber dicho solo maestro o maestro en Jerusalén. Pero le dijo maestro de Israel porque siempre, ahora tal vez más, una mala enseñanza se reproduce y avanza siempre.
Los errores teológicos son todavía más virales. Una enseñanza equivocada sobre un tema suela aparecer y reaparecer en los lugares o en las personas que menos imagina uno y por eso Cristo utilizó esta frase.
Y es que el tema que estaba abordando con Nicodemo era de suma importancia. Le estaba compartiendo la necesidad del nuevo nacimiento. Nicodemo no estaba entendiendo nada de lo que Jesús le estaba explicando. Necesitaba una fuerte llamada de atención y eso fue lo que obtuvo.
La pregunta que Jesús le dirigió lo llevó a replantearse lo que había aprendido y lo que estaba enseñando para reflexionar seriamente si en realidad estaba ejerciendo correctamente su magisterio entre su pueblo.