La Biblia dice en Josué 1:6
“Esfuérzate y sé valiente, porque tú repartirás a este pueblo por heredad la tierra de la cual juré a sus padres que la daría a ellos.”
Dios le pidió a Josué esfuerzo y valentía para emprender la segunda parte del plan que tenía para el pueblo de Israel: repartir la tierra que habría de darles. Es llamativo que la conquista apenas comenzaba y los pueblos cananeos todavía habitaban las tierras de Canaán, pero el Señor daba por hecho que la tierra sería de los hebreos.
Las doce tribus que recibirían su heredad eran: 1. Judá. 2. Rubén. 3. Gad. 4. Aser. 5. Zabulón. 6. Neftalí. 7. Dan. 8. Isacar. 9. Benjamín. 10. Efraín. 11. Manasés. 12. Simeón. Y el encargado de esta labor sería Josué, el fiel y leal ayudante de Moisés, quien había muerto, pero había cumplido con su misión de sacar a Israel de Egipto.
La responsabilidad que se cernía sobre los hombros de Josué era claramente grande. Y Dios le pide esforzarse valerosamente, lo que nos muestra que la asignación que estaba recibiendo tenía una gran dosis de responsabilidad porque implicaba no solo luchar contra los enemigos de Israel, sino también lidiar con el reparto de tierras entre los suyos.
Los creyentes enfrentaremos situaciones o experiencias en las que tendremos que echar mano, como Josué, del esfuerzo y valentía para alcanzar nuestros planes y metas porque Dios le dejó a Josué la labor de luchar contra los cananitas y no los expulsó o destruyó, que lo podía hacer, pero le dejó ese trabajo a su servidor.
No es que Dios no pudiera hacerlo, pero quería que los hebreos experimentaran la presencia de Dios a través de las batallas que sostendrían para hacerse con su territorio que había prometido a Abraham que sería suyo. Para ello tendrían que poner todo el empeño necesario.
El esfuerzo que le pidió a Josué tiene fuertes implicaciones para nosotros. Es claro que se necesita trabajar duramente para alcanzar metas. La fe no es un paseo o día de campo, sino la lucha y trabajo esforzado. Implica desgaste. Requiere deshacernos de la pereza y la apatía para emprender con todo nuestro ser.
Además la petición de valentía nos hace ver que la cobardía jamás servirá para nada en el camino del Señor. Se necesitan valientes que luchen siempre, que no desistan, sino al contrario resistan los peligros y aflicciones que han de vivir para alcanzar las promesas de Dios.
Porque las promesas de Dios no llegan por solo desearlas o esperarlas. No. Las promesas de Dios exigen hombres y mujeres que ponen todo su esfuerzo y luego también son valientes. Creer que lo que Dios ha prometido vendrá cruzado de brazos es equivocado. Debemos esforzarnos valientemente como lo hizo Josué.