La Biblia dice en 2º Samuel 19:1
“Dieron aviso a Joab: He aquí el rey llora, y hace duelo por Absalón.”
Uno de los episodios más dolorosos en la vida de David fue la muerte de su hijo Absalón. Por el relato de su existencia en los libros de Samuel podemos ver que David quiso en demasía a su vástago porque cuando murió Amnón a manos del propio Absalón no lo lloró ni se afligió tanto. De hecho ni por el primer hijo que tuvo con Betsabé tuvo tal duelo.
A pesar de su marcada inclinación por su rebelde hijo, podría ser hasta normal o natural que endechará por su descendiente de esa forma, pero su actitud fue reprobable para su ejército de tal manera que su general Joab tuvo que ir con él para hacerle ver su gran equivocación al afligirse de esa manera por Absalón.
Todo el mundo supo que lloró con gran lamento por su hijo, lo que se interpretó de manera clara como que si hubieran muerto su general y sus soldados y hubiera sobrevivido su hijo, él no tendría ninguna clase de padecimiento y eso desánimo grandemente a sus militares que vieron a su general llorando por quien lo avergonzó e hizo huir de Jerusalén.
Esta historia nos muestra que podemos equivocarnos si no controlamos nuestras emociones como le ocurrió a David que no supo dominar su dolor porque si bien Absalón era su hijo ante los ojos de los demás era su enemigo pues lo había depuesto y obligado a huir de Jerusalén e incluso había dormido con sus concubinas.
La gente que había visto todo esto se molestó grandemente porque las lágrimas del monarca por su hijo fueron tomadas como desprecio por su pueblo y un exagerado amor por quien no supo ser leal a su padre, ni quiso honrarlo como debía y de esa forma David premiaba la traición y menospreciaba la fidelidad.
Y eso no podía ser ni podía ser aceptado. Fue un momento sumamente difícil para David, pero forzado por Joab tuvo que recomponer esta situación y salió a felicitar a su ejército porque logró sofocar la rebelión de Absalón y le devolvió el reino y guardó a toda su familia que retornó a la capital de Israel.
Nos queda claro que la deslealtad nunca tendrá justificación. Venga de quien venga. Lo que debe premiarse siempre es la lealtad. David tuvo que aprender esa dolorosa verdad y nos muestra y enseña que está prohibido llorar por los desleales.