La Biblia dice en Marcos 3:21
“Cuando lo supieron los parientes de Jesús, fueron a llevárselo, pues decían que se había vuelto loco.”
El hecho de que Jesús tuviera el poder para resolver problemas que parecían imposibles de atender provocó una verdadera revolución en cualquier lugar en el que se paraba. Lo seguían multitudes que lo apretujaban; apachurraban, dice una versión y otras traducciones, “oprimían”.
Cristo desplegaba su ministerio haciendo dos cosas: enseñaba la palabra de Dios y sanaba almas y cuerpos. La sanidad del alma incluía la expulsión de demonios que atacaban la vida de las personas. La gente lo buscaba porque necesitaba su ayuda ante este tipo de problemas graves.
Los espíritus inmundos, al verle, se postraban delante de él, y daban voces diciendo: Tú eres el Hijo de Dios. Mas él les reprendía mucho para que no lo descubriesen, precisa el segundo el evangelio sobre los exorcismos que practicaba Jesús y que dejaban impresionados a sus compatriotas.
Por ese motivo en una de esas ocasiones, nos relata Marcos, fue tan grande la multitud que no solo lo siguió, sino lo persiguió literalmente al grado de ni siquiera dejarlo comer. Fue tal el alboroto que se armó en esa casa que sus parientes tuvieron que ir a rescatarlo porque algunos pensaban que había enloquecido.
Qué difícil era para la gente que lo rodeaba entender lo que estaba sucediendo. En su lógica o raciocinio natural creyeron que lo que pasaba alrededor de Cristo con tantos demonios expulsados era algo tan “raro”, tan “inusual” y tan fuera de toda “normalidad” que lo primero que hicieron fue decir que estaba fuera de sí.
Algo muy común entre las personas cuando comienzan a ocurrir hechos que carecen de una lógica estrictamente humana. Cuando no se pueden “explicar” los acontecimientos espirituales la primera argumentación que se hace es que se ha perdido el sentido común y Jesús sufrió en carne propio esta mala interpretación de su persona y su obra.
La autoridad con la que dominaba a los espíritus inmundos no pudo ser entendida ni por sus seguidores, ni por los religiosos de su época que llegaron a decir que echaba fuera demonios por Belzebú.
Pero Jesús ni estaba loco ni su poder procedía del maligno. Jesús era el Hijo de Dios que tenía y tiene poder para enfrentar las fuerzas más oscuras de las tinieblas. Decir que estaba fuera de sí fue la manera necia de tratar de explicar su autoridad sobre el mundo espiritual donde ocurren mucha cosas que siempre serán inexplicables para los seres humanos.