La Biblia dice en Proverbios 10:1

“Dichos de Salomón: El hijo sabio alegra a los padres; el hijo necio los hace sufrir.”

De acuerdo al rey sabio de Israel hay solo dos clases de hijos: los que alegran el corazón de sus padres y los que lo hacen sufrir. Los primeros son sabios y los segundos son necios. Los hijos llegan a este mundo y en determinado momento eligen su estilo de vida que puede ser de acuerdo a la sensatez o bajo el dominio de la imprudencia.

Salomón observó detenidamente la vida de los seres humanos sobre esta tierra y descubrió que mucha de la infelicidad paterna procede por la clase de hijos que se albergan en la casa. Adán y Eva sufrieron mucho, por ejemplo, con Caín. Isaac y Rebeca padecieron también con Esaú. David y Maaca lloraron con Absalón.

Nada hace padecer más a los papás que ver a sus hijos dominados por la necedad. La necedad es esa actitud que provoca que las personas dejen de atender consejos y se conviertan en seres voluntariosos y caprichosos que piensan que todo el mundo gira en torno a ellos y en consecuencia se dañan a sí mismo y dañan a otros.

En sentido contrario hay hijos que alegran el corazón de los padres. Son esa clase de personas que se fijan bien en lo que hacen y dicen. Hacen elecciones correctas. Maduran y aprenden de sus experiencias para no repetir los mismos errores en cada etapa de su vida, en una palabra: son sabios.

Esta clase de vástagos se distinguen porque honran a sus padres, cuidan de ellos, les procuran bienes y no males y cuando enferman están pendientes de ellos. Si bien tal vez no tengan dinero para hacer más por sus padres, al menos no les quitan o los despojan de su patrimonio.

En todas las familias encontraremos esta clase de hijos, procuremos, si todavía tenemos a nuestros padres, ser esa clase de retoños que hacen sentir a gusto a quienes les dieron la vida, respetarlos y buscar que antes de partir de este mundo se sientan satisfechos del ser que engendraron.

Nadie debe olvidar que en el futuro, sino todas las personas, pero sí la inmensa mayoría, pasarán a ser padres y entonces recogerán una a una la actitud que asumieron cuando fueron hijos.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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