Dice la Biblia en Mateo 1:24
“Y despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer.”
Cuando José se enteró que María estaba embarazada cambió sus planes de vida. Decidió dejarla secretamente sin hacer pública su condición a fin de evitar que fuera apedreada en cumplimiento a los preceptos que la ley hebrea establecía en esos días. Su vida tomaría un rumbo incierto. Tal vez buscaría alguna otra joven para casarse o se quedaría así un tiempo.
Pero el sueño que tuvo en el que un ángel del Señor le precisó todo lo que había ocurrido en la vida de María venía del cielo, le hizo comprender que abandonar a María sería un grave error. Entonces se vio en la disyuntiva que todos tenemos en esta vida: seguir con nuestros propios planes o asumir los que Dios tiene para nosotros.
José decidió obedecer la orden que el ángel del Señor le dio y recibió a María como su mujer, una decisión difícil para su vida porque jamás en la historia bíblica había ocurrido semejante milagro, pero quedó convencido de tal manera que todas las dudas y temores se alejaron de este justo varón.
Este hombre es un ejemplo digno de imitar porque decidió ceñirse a los planes que Dios tenía para su vida y apaciguó su ira, dominó su enfado y controló sus emociones a fin de hacer la voluntad de Dios en su vida. Es obvio que los planes de Dios son la mayoría de las veces incómodos, pero nuestro deber es seguirlos.
El nacimiento de Cristo mismo fue súper incómodo. Nació luego de un viaje larguísimo de los esposos, con María con nueve meses de embarazo, después ella dio a luz en un pesebre porque no hubo lugar en un mesón en Belén. Definitivamente pensar que la vida cristiana está exenta de adversidades es inexacto.
Los planes de Dios nos dan paz, pero al llevarlos a cabo tendremos que enfrentar las más diversas contrariedades y para seguir y no desmayar ni retroceder debemos estar convencidos completamente que estamos en sus caminos y que nada puede se mejor para nosotros que obedecerle.
Así lo hizo José y sirvió a Dios de esa forma, anteponiendo los mandamientos de Dios a sus emociones y colocando la voluntad de Dios como lo más relevante en su vida. De esa manera pudo recibir a María y otorgarle el nombre legal a Jesús.