La Biblia dice en Lucas 17:20-21

“El reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: Helo aquí, o helo allí, porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros.”

El reino de Dios era un tema recurrente entre los judíos. Desde siempre, pero en los tiempos de Jesús se acentuó debido a que muchos hebreos creían y con justa razón que Jesús era el Mesías encargado de instaurar en la tierra el reino davídico que sería el reino de Dios no solo para los judíos sino para todo el mundo.

Hasta los fariseos preguntaron a Jesús cuándo habría de venir el reino de Dios y en respuesta Jesús le dijo las palabras que registró Lucas en estos dos versos que hoy meditamos. Ellos esperaban que Jesús le dijera que el reino llegaría cuando el Mesías viniera a la tierra como ellos ya sabían, pero su respuesta los dejó perplejos.

El reino de Dios que ellos esperaban y aún hoy en día siguen esperando había arribado y llegó hace dos mil años. Cristo vino a establecer un reino, solo que ese reino no era el que ellos esperaban: un reino terrenal. El reino que Cristo trajo a este mundo fue justamente el reino de los cielos.

Jesús instauró un reino de corte espiritual. Su presencia en la tierra fue para establecerlo y él fue muy claro cuando le preguntaron sobre el tema. De hecho sus palabras al comenzar su ministerio fueron: Arrepiéntanse porque el reino de los cielos se ha acercado. Quienes lo oyeron y lo siguieron experimentaron esa verdad.

Los fariseos no pudieron participar de esa bendición porque ellos no creyeron en Cristo. Ellos esperaban un Mesías que se ajustara a su forma de pensar. Ellos no querían ajustarse al plan de Dios por eso rechazaron a Cristo porque se les hizo inaceptable que el Rey de los judíos fue un sencillo hombre, oriundo de Galilea de donde no se había levantado ningún profeta. Aunque Jesús en realidad era de Belén de Judea.

A los fariseos les ocurrió lo que a menudo nos ocurre a muchos de nosotros: queremos que Dios se ajuste a nuestra vida y no nosotros ajustarnos a Dios. Ellos querían un Mesías de acuerdo a sus deseos y Dios envió un Salvador distinto, pero con todas las credenciales de ser el Ungido de Dios. Nosotros queremos que Dios haga como nosotros queremos, no como él desea hacer las cosas.

El resultado fue y es obvio y evidente: rechazaron a Cristo porque eso es lo que sucede cuando anteponemos nuestros planes y proyectos a las determinaciones del Señor. Cuando nuestras ideas están por encima de la palabra de Dios y cuando nuestro estilo de vida simplemente no lo ajustamos a lo que Dios pide.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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