La Biblia dice en Oseas 11:2

“Pero cuanto más lo llamaba, más se apartaba de mí. Mi pueblo ofrecía sacrificios a los dioses falsos y quemaba incienso a los ídolos.

La situación de Israel que plantea el profeta Oseas era dramática, lamentable y muy triste porque Dios les extendía sus brazos para que regresaran a su presencia y ellos en lugar de volver su corazón al Señor, más se alejaban, completamente aturdidos por la idolatría a dioses falsos representados en ídolos de piedra, metal o madera.

Por todos los medios, de todas las formas y bajo todas las maneras posibles Dios hablaba a su pueblo para que cambiaran su estilo de vida pecaminoso y se pudieran reencontrar con quien los formó, los sacó de Egipto y los introdujo a la tierra prometida, pero ellos no atendieron esos llamados.

De hecho, Oseas dice categórico que entre más los llamaba Dios ellos más se apartaban de él, lo que nos revela su obstinación y determinación de mantenerse rebeldes ante el Señor del cielo y de la tierra. No querían ya que el Señor gobernara su vida y se entregaban a la iniquidad.

Es interesante notar que a pesar de los esfuerzos divinos por hacerlos volver a la senda antigua, la de temor del Señor y adoración a su Creador, los hebreos se entregaban a la idolatría lo que nos deja en claro que cuando abandonamos los caminos del Señor, inevitablemente caeremos en la idolatría.

La idolatría desplaza a Dios de su lugar en la vida de cada persona. Quien a pesar de ser llamado por Dios se resiste termina por entregarse irremediablmente a la idolatría que tanto enfada a Dios porque es la usurpación de su lugar ya sea por algo, alguna cosa o alguien, es decir un persona, que en este caso puede ser el mismo creyente.

Dios siempre extiende sus brazos y usa circunstancias, personas, situaciones que nos muestra su amor hacía nosotros, pero al no atender a su llamado finalmente él nos deja y generalmente cuando eso acontece terminamos rindiendo culto ya sea a un ídolo o dioses falsos incapaces de ayudarnos a la hora de la necesidad.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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