La Biblia dice en Ezequiel 2:5
“Acaso escuchen; pero si no escucharen, porque ellos son una casa rebelde, siempre conocerán que hubo profeta entre ellos.”
La reciente versión católica de la “Biblia de la iglesia en América” traduce este verso de la siguiente manera: “Y escuchen o no te escuchen, porque son un pueblo rebelde, sabrán que hay un profeta en medio de ellos.” De esa forma nos ayuda a compreder mejor el sentido del texto que hoy reflexionamos.
El profeta Ezequiel iba a ser a enviado un pueblo obstinado. Es muy importante atender las instrucciones que Dios le da a su predicador. En primer término le dice que se dirige a un pueblo rebelde. Uno, en términos estrictamente humanos, diría para que ir a gente que es negativa y desobediente, pero la orden fue tajante e inevitable.
Luego le dice que entre esa gente, uno supone que allí nadie oiría, algunos posiblemente lo escucharían. Dios tenía la esperanza que entre sus escogidos alguno tuviera la capacidad de enmendar su conducta y cambiaran de actitud. Dios siempre está a la espera de gente que se arrepiente. No cesa de llamar día y noche a sus hijos para que se vuelvan.
Pero definitivamente habría personas que no escucharían a Ezequiel y no lo harían porque formaban parte de una casa rebelde. A pesar de ello, el profeta debería de hablarles o comunicarles las palabra de Dios como testimonio de que siempee hubo un profeta entre ellos, es decir Dios les habló constantemente.
La lección de este verso es muy importante para todos nosotros a la hora de compartir el mensaje de salvación. Lo debemos hacer sin importar si nos escuchan o no nos escuchan. Habrá gente que nos oirá, y otros definitivamente no lo harán. Eso no es lo importante. Lo importante es que escuchen que hay un mensaje de salvación para todos.
El mensajero o predicador tiene un solo compromiso: hablar, predicar, declarar y manifestar la palabra de Dios. Los resultados corresponde a Dios. No se debe frustrar si la gente no atiende a sus palabras, pero tampoco debe llenarse o henchirse de soberbia si su mensaje es atendido. En ambos casos, lo único que ha hecho es cumplir la voluntad de Dios.
El Señor no quiere servidores que se sientan fracasados porque el número de receptores positivos sea pequeño y el número de escuchantes negativos sea grande, pero tampoco debe sentirse engreído porque el número de oídores sean demasiados. Solo Dios sabe porque los resultados son tan distintos.
A Ezequiel Dios lo preparó para ambos escenarios. Iba a una casa rebelde a predicar. Debía estar consciente de ellos. Si lo oían bien y si no también. Él había cumplido con su responsabilidad de predicador. Lo demás formaba y forma parte la soberanía de Dios que a unos endurece y o otros salva.