Tempora mutantur, et nos mutamur in illis
Los tiempos cambian y nosotros cambiamos con ellos
Hay una lista larga de cosas que admiro de los sobrevivientes del Holocausto, de sus hijos y de aquellos que se acercan a esas historias para traerlas a la luz, pero sobre todo admiro su capacidad de ver el pasado sin rencor.
En 1977 Edith Eger, sobreviviente del Holocausto y aclamada psicoterapeuta impartió una charla para 700 capellanes estadounidenses en Berchtesgaden, Alemania, el antiguo lugar de retiro de Hitler. Ahí ella dijo lo siguiente:
“Les pido que retrocedan conmigo cuarenta años al mismo pueblo de montaña en el que estamos ahora, tal vez a esta misma sala, donde quince personas con formación académica superior se plantearon a cuántos de sus congéneres podrían incinerar en un horno a la vez.
En la historia de la humanidad existe la guerra, existen la violencia y el odio. Pero en la historia de la humanidad no ha habido nunca una aniquilación de personas más científica y sistemática. Yo sobreviví a los terroríficos campos de exterminio de Hitler. Anoche dormí en la cama de Joseph Goebbels. La gente me pregunta: ¿cómo se aprende a superar el pasado? ¿Superar? ¿Superar? Yo no he superado nada. Cada paliza, cada bombardeo y cada fila de selección, cada muerte, cada columna de humo que asciende hacia el cielo, cada momento de terror que creía que era el último, viven en mí, en mis recuerdos y mis pesadillas. El pasado no ha desaparecido. No lo he superado ni eliminado. Sigue vivo en mi interior. Pero también la perspectiva que me proporciona: llegué a ver la liberación porque mantuve viva la esperanza en mi corazón. Llegué a ver la libertad porque aprendí a perdonar.
El perdón no es fácil. Es más fácil guardar rencor, buscar venganza. Mis compañeros supervivientes, hombres y mujeres valientes que conocí en Israel parecieron dolidos cuando mencioné el perdón, insistieron en que perdonar equivale a condonar u olvidar. ¿Por qué perdonar? ¿No haría eso que Hitler quedara impune por lo que hizo?
Durante mi divorcio, cuando el dinero era un problema para mí, un amigo muy querido me llamó para decirme que conocía un abogado que representaba a supervivientes en procesos de indemnización; me animó a presentarme como superviviente y reclamar mis derechos. Esa fue la decisión adecuada para muchos, pero no para mí. Me parecía dinero manchado de sangre. Como si se pudiera poner precio a las cabezas de mis padres. Una manera de seguir encadenada a aquellos que trataron de destruirnos.
Resulta demasiado fácil construir una prisión con nuestro dolor y nuestro pasado. En el mejor de los casos, la venganza es inútil. No puede alterar lo que nos hicieron, no puede borrar los males que hemos sufrido, no puede resucitar a los muertos. En el peor de los casos, la venganza perpetúa el ciclo del odio. Mantiene el odio dando vueltas sin cesar. Cuando buscamos la venganza, incluso la venganza no violenta, estamos dando vueltas, no evolucionando.
Ayer, al llegar, pensé que mi presencia aquí era una especie de venganza sana, una forma de darle su merecido. Y entonces me quedé mirando el acantilado en el Berghof, y me vino a la mente que la venganza no te hace libre. Así que me detuve en el lugar donde se encontraba la antigua casa de Hitler y lo perdoné. No tenía nada que ver con Hitler. Fue algo que hice por mí. Estaba liberando la parte de mí que ha consumido mi energía mental y espiritual durante la mayor parte de mi vida para mantener a Hitler encadenado. Mientras me aferraba a esa rabia, yo estaba encadenada con él, encerrada en el doloroso pasado, encerrada en mi dolor. Perdonar es lamentarse por lo que sucedió y por lo que no sucedió, y renunciar a la necesidad de un pasado diferente. Aceptar la vida como era y como es. Por supuesto, no quiero decir que fuera aceptable que Hitler asesinase a seis millones de personas. Solo que sucedió, y no quiero que ese hecho destruya la vida a la que me aferré contra todo pronóstico.”
Tenemos la capacidad de odiar y la capacidad de amar. Lo que escojamos depende de nosotros.
Tempora mutantur, et nos mutamur in illis
Los tiempos cambian y nosotros cambiamos con ellos
En 2023, con el mundo tan distinto, ¿elegiremos odiar o amar?