La Biblia dice en Isaías 4:1
“En aquel día quedarán tan pocos hombres que siete mujeres pelearán por uno de ellos, y le dirán: Nosotras nos mantendremos por nuestra cuenta y nos vestiremos con nuestros propios medios, pero déjanos llevar tu nombre, líbranos de nuestra vergüenza.”
Una mujer sola nunca ha sido el plan de Dios. Aun muerto el marido, una viuda menor de sesenta años debe casarse, según recomienda el apóstol Pablo en la primera carta a Timoteo. El plan divino siempre ha sido que hombres y mujeres se acompañen en matrimonio ante los grandes retos de la vida.
La regla es que las mujeres se casen, pero por supuesto hay excepeciones, es decir féminas que no se casarán, que vivirán solas, pero nunca será la generalidad para todas. La mujer, recomienda el apóstol Pablo debe casarse, criar hijos y conducirse con piedad para enseñarles a ellos virtudes y buenos principios.
Solo de esa manera podemos entender la sanción que el profeta Isaías anunció contra las mujeres de su tiempo. El vidente de Dios profetizó que sería tan terrible la destrucción de Judá e Israel en su tiempo que faltarían hombres para que las mujeres pudieran construir sus hogares.
Entonces entrarían en gran apremio y llegarían al absurdo de estar dispuestas a pelear por uno de ellos con tal de casarse, aunque ellas mismas se provean para sus necesidades, una obligación del marido, según aprendemos de la Escritura que enseña a los hombres a trabajar por su familia y a proveer a los suyos y en caso de no hacerlo declararlo peor que un incrédulo.
Qué terrible condición para las mujeres de Jerusalén que vivirían en vergüenza si no se casaban. Para comprender la razón de este juicio de parte del Señor debemos entender que no solo los hombres del tiempo de profeta, sino también las mujeres se habían apartado del Señor y así como los varones recibirían su castigo, ellas también.
La tragedia de ellas consistiría en querer casarse y no encontrar con quien hacerlo. Y al no encontrarlo contraer nupcias con cualquier hombre sin importar si reune los requisitos que debe tener una persona a la hora de casarse, trabajar por ejemplo, o tener una manera honrosa de ganarse el sustento.
Isaías nos ofrece una calamidad de todos los tiempos: matrimonios en los que lo importante no es el amor, sino la apariencia.