La Biblia dice en Josué 1:5
“Nadie te podrá derrotar en toda tu vida, y yo estaré contigo así como estuve con Moisés, sin dejarte ni abandonarte jamás.”
Moisés sólo vio la tierra prometida desde el Monte Nebo y murió sin pisarla en un lugar desconocido, muy probablemente para evitar que su cuerpo fuera objeto de culto por los hebreos y muchos otros, y correspondió a Josué liderear al pueblo de Israel para tomar en posesión lo que hoy conocemos como territorio de Israel.
Josué cuyo nombre en realidad era Oseas, pero debido a que con una sola letra podía cambiarse su nombre, fue un leal colaborador de Moisés. Estuvo con él mucho tiempo y conoció perfectamente su forma de conducirse, su manera de dirigir a un pueblo obstinado y sobre todo su profunda relación con Dios y su respeto sinigual a la palabra del Señor.
Fueron tres promesas que el Señor le dio antes de encomendarle la tarea de dirigir a su pueblo a la compleja tarea de luchar contra los pueblos que ocupaban Canaan para alentarlo, animarlo y motivarlo para que no tuviera temor ni miedo de la labor que le fue entregada.
Dios le prometió a Josué que tendría victoria siempre, también su presencia constante en su vida de manera idéntica como lo había estado con Moisés y que nunca lo dejaría ni lo abandonaría. Lo hizo porque el trabajo que llevaría sobre sus hombres era complejo, lucharía palmo a palmo por la tierra que Dios prometió a Abraham.
Josué tenía ante sí un abrumador proyecto divino. Una nueva generación de judíos estaba bajo su dirección y sabía perfectamente todos los sinsabores que los hebreos habían hecho pasar a Moisés en el desierto sin haber enfrentado a ningún adversario, pero ahora tenían que ir a la guerra a pelear.
Nos queda claro que cuando Dios nos envía a una tarea siempre nos garantiza su presencia y el triunfo. Las promesas del Señor al hijo de Nun nos recuerdan siempre que las batallas son del Señor y solo nos piede que confiemos plenamente en que nos sostendrá siempre aún en las batallas más cruentas.
Dios quería que su nuevo siervo tuviera la certeza de que el Creador estaba con él y reforzar su confianza de igual manera como quiere que cada uno de nosotros confiemos en que él siempre estará con nosotros y nuestros adversarios serán derrotados por su diestra de poder.
Josué quedó convencido que el Dios de Moisés era el mismo Dios que estaría con él para ayudarlo en la misión de poseer la tierra prometida. De esa forma era totalmente segura su misión.