La Biblia dice en Marcos 6: 4

Más Jesús les decía: No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, y entre sus parientes y en su casa.

Jesús nunca tuvo el reconocimiento de su pueblo Nazaret. De hecho no pudo hacer allí ningún milagro, salvo que sanó a unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos las manos, dice el evangelio de Marcos, al establecer las consecuencias de la incredulidad de los habitantes de esa ciudad, ubicada al norte de Jerusalén. 

Jesús inauguró así un mal que se extiende a nuestros días en cualquier rincón del mundo donde resulta sumamente difícil reconocer a una persona por su aportación a favor de su comunidad y muchas veces solo hasta que muere esa persona la gente celebra los logros de su coterráneo. 

¿Envidia, rivalidad, desgano o sencillamente falta de empatía? No lo sabemos, pero lo cierto es que Jesús es claro que en el caso suyo como profeta no obtuvo honra, ni en su tierra, ni con sus familiares, ni en su propia casa. Y justamente a él le sucedió eso. Ni en Nazaret, ni sus hermanos lo reconocieron como un enviado de Dios, hasta que murió. 

Pensar que las personas mostrarán consideración hacia alguien que aporta a su generación es ingenuo. El Señor estableció con toda claridad que ni él recibió respeto por lo que hacía a favor de sus paisanos, lo que nos debe servir mucho para realizar nuestras actividades sin esperar nada de las personas.

Quiso Jesús evitarnos frustraciones y resentimientos al enseñarnos que ningún profeta es honrado en su tierra. Nadie debe sentirse mal porque los demás no den muestra de nada bueno que se hace por ellos. Lo dijo no porque él buscará que sus coterráneos lo reconocieran, sino para que nosotros no nos desanimáramos a la hora de hacer el bien. 

Las actividades que se despliegan a favor de los demás deben tener siempre como único interés honrar a Dios, si alguien lo reconoce bien y si no también. Debemos estar conscientes que en muchas ocasiones esa clase de acciones pasará desapercibida para muchos y eso ni debe molestarnos, ni irritarnos. Así es este mundo. 

Jesús nos enseña que el reconocimiento público por ayudar a los demás no abunda, es más escasea como una lluvia en plena primavera. Pero toda acción bondadosa siempre tendrá el reconocimiento de Dios. 

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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