La Biblia dice en Éxodo 21:29

“Pero si el buey tenía ya la costumbre de embestir, y llega a matar a alguien, se le matará a pedradas, lo mismo que al dueño, si es que el dueño lo sabía pero no hacía caso.”

El pentateuco, Torá o ley hebrea era un código extremadamente adelantado para su tiempo y que fue base para la formulación del derecho tal y como hoy lo conocemos tanto en materia civil, mercantil, laboral y penal porque establecía con claridad principios jurídicos que hoy en día son mundialmente aceptados.

La responsabilidad civil y penal son tratados con gran maestría por la palabra de Dios como nos prueba el texto que hoy meditamos en el que se ofrece un caso de negligencia criminal de parte una persona que a sabiendas de tener un animal peligroso hace caso omiso a su obligación de cuidarlo.

Dios establecía con toda claridad el castigo de la negligencia criminal, es decir aquel descuido que provoca la muerte de otra persona. La sentencia a esta clase de actitud era clara entre el pueblo de Israel: el negligente debía morir, una pena que hoy en día resulta para muchos excesiva, pero que reguló por mucho tiempo la vida social judía.

¿Estaba equivocado Dios? ¿Se equivocó Moisés la redactar esta ley? No. Porque sirvió para el tiempo en que se escribió y sobre todo sirvió mucho para que las personas se hicieran responsables no solo de sus actos, sino también de esta clase de animales y que pusieran todo su cuidado para evitar dañar a su prójimo.

Además se estipuló que si los familiares del fallecido le otorgaban el perdón debía pagar una cantidad como reparación del daño, pero eso solo operaba si la familia estaba de acuerdo.

El principio esencial del Derecho es la protección de la vida y Dios quería que su pueblo evitara a toda costa la negligencia, el descuido o no hacer caso a un peligro que podía hacer daño mortal a sus semejantes y de esa forma evitar a toda costa enlutar un hogar por faltar a sus oblaciones.

De por sí una persona muerta por otras causas produce tristeza, pero el fallecimiento de un ser amado por el descuido de una persona es todavía más lamentable y por eso Dios nos enseña lo cuidadosos que debemos ser para evitar una situación similar que hoy en día no se castiga con la muerte, pero si nos hace responsables penalmente.

El principio escencial del texto que hoy meditamos es que debemos evitar a toda costa la negligencia porque puede resultar mortal.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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