La Biblia dice en el 2º Libro de los Reyes 18: 1-4
En el tercer año de Oseas hijo de Ela, rey de Israel, comenzó a reinar Ezequías hijo de Acaz rey de Judá. 2 Cuando comenzó a reinar era de veinticinco años, y reinó en Jerusalén veintinueve años. El nombre de su madre fue Abi hija de Zacarías. 3 Hizo lo recto ante los ojos de Jehová, conforme a todas las cosas que había hecho David su padre. 4 El quitó los lugares altos, y quebró las imágenes, y cortó los símbolos de Asera, e hizo pedazos la serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque hasta entonces le quemaban incienso los hijos de Israel; y la llamó Nehustán.
Introducción
Ezequías fue el duodécimo rey de Judá. Gobernó veintinueve años, aproxiamadamente del año 715 al 699 antes de Cristo. Fue monarca del reino del sur donde estaban asentadas las dos tribus de Judá y Benjamín y fue testigo presencial de la destrucción del reino del norte y el exilio y “desaparición” de las diez tribus que conformaban ese reino, ocurrida en el 722 a. C.
Con mucha probabilidad ese acontecimiento influyó grandemente en su determinación de combatir la idolatría de manera frontal. Tenía dieciocho años cuando Asiria puso bajo asedio a las diez tribus del norte y posteriormente las traslado a la región de Mesopotamia donde desaparecieron.
Ezequías fue una rareza en su tiempo porque la descripción de los monarcas de sus días es que hacían lo malo ante Jehová como habían hecho sus padres, es decir los reyes del sur se esforzaban siempre por superar a sus antecesores en quién era más idolatra o pagano, en cambio él hizo lo recto ante los ojos del Señor, como había hecho David.
Sobre sale su lucha férrea contra los lugares altos y las imágenes de Asera, una deidad pagana femenina también llamada Astarte que tenía como forma de adoración la prostitución sacerdotal y que se infestó en Judá de manera abrumadora y por eso Ezequías la combatió radicalmente.
Pero quizá lo más destacable en la lucha contra la idolatría que emprendió este gobernante hebreo fue la destrucción de la serpiente de bronce que Moisés había hecho en el desierto cuando miles de judíos morían a causa de la picadura de miles de serpientes que habían aparecido en el campamento.
Esos sucesos son relatados en el libro de Números 21: 4-9 que nos servirán para comprender el pasaje que hoy estudiaremos. El texto dice así:
4 Después partieron del monte de Hor, camino del Mar Rojo, para rodear la tierra de Edom; y se desanimó el pueblo por el camino. 5 Y habló el pueblo contra Dios y contra Moisés: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para que muramos en este desierto? Pues no hay pan ni agua, y nuestra alma tiene fastidio de este pan tan liviano. 6 Y Jehová envió entre el pueblo serpientes ardientes, que mordían al pueblo; y murió mucho pueblo de Israel. 7 Entonces el pueblo vino a Moisés y dijo: Hemos pecado por haber hablado contra Jehová, y contra ti; ruega a Jehová que quite de nosotros estas serpientes. Y Moisés oró por el pueblo. 8 Y Jehová dijo a Moisés: Hazte una serpiente ardiente, y ponla sobre una asta; y cualquiera que fuere mordido y mirare a ella, vivirá. 9 Y Moisés hizo una serpiente de bronce, y la puso sobre una asta; y cuando alguna serpiente mordía a alguno, miraba a la serpiente de bronce, y vivía.
Moisés construyó la serpiente de bronce por indicaciones de Dios. Una vez terminada la mortandad el asta con la serpiente fue guardada. No fue destruida y los judíos la guardaron como lo hicieron con la espada de Goliat, que luego usó David, pero lo que ocurrió con ese objeto fue diferente. Los hebreos la convirtieron en una imagen a la que rindieron culto.
La serpiente de bronce fue construida aproximadamente en 1400 antes de Cristo y fue destruida hasta año 700 a. C. Es decir estuvo entre los judíos durante setencientos años. Siete siglos entre que se construyó y se destruyó. Para cuando es destruida los hebreos le ofrecían incienso.
La frase “hasta entonces le quemaba incienso” quiere decir que desde hacía mucho tiempo que los israelitas tenían esta perniciosa y pecaminosa costumbre. Habían convertido en sinónimo de culto un objeto que fue únicamente para salvarlos de la muerte que pasaban en el desierto.
Ni Moisés, ni Josué, ni los reyes Saúl, David y Salomón, ni los profetas Elías y Eliseo se percataron de la existencia del estandarte. De haberlo sabido seguramente alguno de ellos lo hubieran destruido. Pero pasaron muchas generaciones antes que lo utilizaran para ofrecerle incienso.
¿Qué pasó con ese objeto? ¿Cómo pudo convertirse en instrumento de culto? ¿Por qué Ezequías tomó esa determinación? ¿Cómo algo que sirvió para rescatar la vida de muchas personas devino en un objeto de culto? ¿Qué lección podemos aprender de esta historia para nuestros días?
La historia de la serpiente de bronce nos ayuda a comprender el peligro de hacernos de reliquias, de preservar objetos que nada valen y colocarlos en el lugar de Dios en una actitud idolátrica semejante a la de los incrédulos. Las palabras de Ezequías nos recuerdan que nada será más valioso que Dios. Dios debe estar por encima de cualquier objeto o persona por más valor sentimental que tenga.
Nejustán: Lo más valioso siempre será Dios
A. Ningún objeto o persona puede superarlo
B. Nada se equipara con su persona
Nunca sabremos cuando los judíos comenzaron a adorar la serpiente de bronce. Lo que si sabemos con exactitud fue que el rey Ezequías hizo cuando tomó las riendas de la monarquía: rompió en pedazos ese objeto y una vez que lo hizo lo llamó Nejustán. La palabra Nejustán tiene varias definiciones: una de ellas es la que tiene la Reina Valera 1960.
Cosa de bronce, dice nuestra versión de estudio. La versión hebrea le llama “bagatela de bronce”. La palabra bagatela significa sin valor o sin importancia. Eso nos permite decir que nejustán quiere decir bronce sin importancia o sin valor. Algunas versiones católicas lo traducen como “pedazo de bronce” en todo su sentido despectivo y peyorativo.
Cuando Ezequías le llamó nejustán lo que hizo fue presentarlo frente a Dios y hacerles ver a sus compatriotas que nada de valor tenía ese objeto.
A. Ningún objeto o persona puede superarlo
Para los judíos la serpiente de bronce fue una obra que mereció todo su aprecio. Gracias a ella la mortandad entre los hebreos de detuvo cuando habían pecado en el desierto y Dios los había castigado. Una vez pasada la experiencia la guardaron porque les resultaba o tenía para ellos un valor sentimental.
Los objetos en la existencia humana tiene dos tipos de valor. El valor propiamente económico y el sentimental. En muchas ocasiones el segundo supera con creces al primero porque aunque un artículo no tenga ninguna importancia material, el hecho de que la persona lo aprecie lo vuelve sumamente importante para él.
Los seres humanos colocamos de esa manera muchas cosas en ese sitio y otros por supuesto colocan bienes que en efecto tienen mucho valor. Para los judíos del tiempo del rey Ezequías la serpiente de bronce tenía un gran valor patriótico. Formaba parte de su historia y por eso lo preservaron.
Solo que tiempo después dejó de ser un memorial para convertirse en un ídolo. Algo que sucede con mucha frecuencia cuando los seres humanos somos incapaces de distinguir o apreciar correctamente a Dios. Ante Dios todo lo creado empequeñece. Ante su grandeza todo es diminuto.
La tarea que emprendió Ezequías tenía como resistencia entre el pueblo hebreo llevarlos a este pensamiento: Dios jamás puede estar por debajo de un objeto por más valor que éste tenga. Los seres humanos luchamos grandemente con esta verdad porque construimos nuestras vidas sobre lo que amamos y queremos que a veces son bienes o personas.
B. Nada se equipara con su persona
Los hebreos de la época del rey Ezequías habían convertido Jerusalén en un sitio lleno de ídolos. De hecho el monarca se echó a sus espaldas la remoción y destrucción de los lugares altos que eran colinas y montañas a donde sus gobernados acudían a ofrecer sacrificios a las deidades cananeas que ahora adoraban porque habían dejado al Dios verdadero.
Pero no solo destruyó estos lugares, también cortó los simbolos de Asera que también pululaban en la santa ciudad y sus alrededores y en esa política de cero tolerancia a la idolatría, el monarca incluyó la serpiente de bronce, conciente de que sus gobernados habían llegado a la equivocada conclusión de que era similar a las otras deidades.
Habían rebajado o degradado la persona de Dios al equiparlo con los dioses cananeos que adoraban. Se habían confundido gravemente cuando pensaron que Dios estaba en ese mismo nivel porque Dios es incomparable. Dios no puede nunca compararse con nada porque es infinito.
Nejustán nos recuerda a todos que frente a Dios todo es un pequeño trozo de bronce, sin valor y sin importancia. Lo grandioso o lo verdaderamente importante siempre será nuestro bendito Señor.
si todo es sierto en todo lo que se refiere ala idolatría nuestro Dios es incomparable y siempre estará por ensima de todo lo que exista en la tierra el es quien si debe ocupar el primer lugar en nuestra vida diaria mientras estemos de paso por esta tierra sin el nada somos amen🙏