La Biblia dice en Juan 21:15
Jesús le preguntó: Mujer, ¿por qué lloras?
La primera persona que conoció la resurrección de Cristo, el evento más relevante de la fe cristiana, fue una mujer llamada María Magdalena. Ninguno de los once apóstoles –Judas se había suicidado ya– tuvo ese privilegio porque estaban muertos de miedo ante la amenaza de tener el mismo destino del crucificado.
Vilipendiada, humillada y confundida con una prostituta por una pésima interpretación bíblica de la iglesia católica, María Magdalena o María de Magdala se convirtió sin pensarlo y sin imaginárselo en la primera testigo de la base sobre la que descansa toda la predicación del Evangelio: la resurrección de Cristo.
Fue ella a quien Dios plació darle el honor de conocer de primera mano que el Señor Jesús había derrotado a la muerte y había resucitado ese amanecer del primer día de la semana luego de la celebración de la pascua judía. Su amor incondicional a Jesús fue la razón por la que se le otorgó tal dicha.
Ella junto con otras mujeres formaban parte de los seguidores de Jesús que lo acompañaban en sus recorridos por todo Israel, ella entregó su vida a Cristo luego de haber estado poseída por siete demonios que atormentaron, oprimieron y degradaron su vida y gracias al poder del Señor fue liberada.
Jesús tuvo un trato afable no solo con ella, sino con todas las mujeres con las que trató. Por ejemplo a la viuda de Naín le devolvió resucitado a su hijo. A la mujer samaritana le ofreció una solución a su insatisfacción personal que la llevó a tener seis hombres en su vida. A la adúltera la perdonó cuando todos querían apedrearla.
A la mujer con flujo de sangre la sanó. A su madre en lo más complicado de su tormento, la resguardo con Juan, su discípulo amado. Para todas ellas siempre tuvo un comportamiento compasivo. Nunca las prejuzgó. Nunca las humilló y mucho menos las menospreció. Todo lo contrario fue cariñoso y muy respetuoso con ellas.
Cuando se encontró con María Magdalena la primer pregunta que le hizo fue: ¿por qué lloras? Ella no debía llorar porque no había razón para ello. Él no estaba muerto. Estaba vivo, así que María Magdalena debía enjugar sus lagrimas y alegrarse porque el que estaba muerto vivía de nueva cuenta.
La interrogante de Jesús tenía esa intención hacerle verle que ese momento no era para llorar, sino para celebrar porque la muerte había sido derrotada. Jesús no solo convirtió a María Magdalena en la primera en conocer su resurrección, sino también en la primera en recibir consuelo con la resurrección.