La Biblia dice en 1ª de Pedro 4:14

Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros. Ciertamente, de parte de ellos, él es blasfemado, pero por vosotros es glorificado.

Introducción

Sufrir por Cristo es un privilegio que debe llenar de alegría y no de tristeza a los hijos de Dios. La carta de Pedro mantiene desde el comienzo está verdad que va desarrollando gradualmente para que los seguidores de Jesús conozcan perfectamente la naturaleza de su llamado.

La iglesia se perfecciona, alcanza su razón de ser en este mundo solo cuando padece por ser un testimonio viviente de la fe, cuando se aferra a su fundador amando al mundo y aceptando con paciencia y alegría el rechazo, admitiendo que padecer por Jesús forma parte de su naturaleza.

Se ha discutido mucho sobre si al escribir está carta la persecución había comenzado o todavía no. Los datos históricos parecen señalar que las grandes persecuciones de los emperadores Trajano, Domiciano y Nerón aún no se habían presentado, pero la epístola sirve perfectamente para prepara la iglesia de esa época y de todos los tiempos.

Nos ayuda a entender porque los cristianos del primer siglo asumieron con entereza, convicción y determinación convertirse en mártires y nos conmina, anima y desafía a nosotros los creyentes del siglo XXI a asumir las misma actitud e idéntica postura cuando se trata de sufrir por Cristo y si Dios nos llama a dar la vida por su iglesia.

El cristianismo nació por un hombre que fue llevado a la ignominiosa cruz romana de tortura y sufrimiento y ofrendó allí su vida para rescatar al ser humano que era incapaz de salvarse por sí mismo y desde ese momento nos dejó en claro que seguirlo implicaba imitar su actitud frente al dolor injusto.

Eso es lo que Pedro recoge cuando escribe en esta carta lo que ocurre cuando padecemos por seguir a Jesús. Pensar que es solo un acontecimiento frío o carente de la gracia de Dios es una equivación muy grande.

No se sorprenda: Los cristianos también sufren
La dicha de sufrir por Cristo
A. Porque el Espíritu de Dios reposa sobre el creyente
B. Porque Cristo es glorificado

Pensar en el sufrimiento del ser humano en este mundo es considerar y recordar que la vida es un reto continúo ante las adversidades y penurias que le deparan a todo aquel que pisa este mundo. El dolor y los padecimientos son inherentes al ser humano porque irremediablemente sufrirá en esta tierra.

Sufrirá por la pérdida de un ser querido, padecerá por la enfermedad, tendrá momentos de gran tribulación cuando es traicionado, cuando descubre la hipocresía o el engaño y en otras tantas y tantas experiencias que pueden venir a su vida y que le traerán mucha tristeza y lágrimas.

Pedro introduce aquí una clase de sufrimiento distinta a las anteriores y es distinta porque ese sufrimiento puede traer alegría y esta paradoja es lo que hace el sufrimiento cristiano tan distinto al que experimenta el ser humano por cualquier otra causa y es justamente lo que le da sentido a la fe en Cristo Jesús.

Jesús advirtió está posibilidad cuando dijo en Mateo 5:11 “Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo.”

Pedro nos va a dar dos razones por las que padecer por nuestro Señor es tan distinto a padecer por otra causa.

A. Porque el Espíritu de Dios reposa sobre el creyente

La primera parte del verso catorce dice de la siguiente manera: Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros.

Cuando un cristiano sufre por Cristo se produce un fenómeno espiritual sobre la vida de los creyentes: el Espíritu de Dios viene a resposar sobre ellos. Algunos ven en esta expresión una similitud con la Shekina o presencia gloria del Señor que de tiempo en tiempo reposaba sobre el tabernáculo y sobre el propio templo de Jerusalén.

Algunos ven el auxilio de parte del Espíritu de Dios a los hijos de Dios para soportar el dolor que viene de padecer por su fe. Es una forma de fortalecer a quien lucha por mantener sus convicciones cuando por vivir piadosamente, se le insulta, injuria y ofende, tal como le ocurrió a Cristo.

El discípulo se convierte de esa forma en una especie de ofrenda y llega al nivel más elevado de su fe y entonces Dios se hace presente para respaldarlo, animarlo y darle aliento para resistir.

B. Porque Cristo es glorificado

La segunda parte de nuestro texto que hoy meditamos dice así: Ciertamente, de parte de ellos, él es blasfemado, pero por vosotros es glorificado.

La persecución produce lo más blasfemo de una persona o sociedad porque se maltrata a personas no por un delito o por una conducta que lesione a otros, sino por el solo hecho de ejercer una fe en un persona que ellos o sea nosotros consideramos que vive y reina por los siglos de los siglos.

Pedro hace un contraste entre los que persiguen al pueblo de Dios y los que resisten esa persecución. Ellos, dice el apóstol, blasfeman, pero nosotros, glorificamos a Dios resistiendo, soportando y aguantando el asedio a nuestras vidas, lo que nos hace ver en dos planos el sufrimiento por Cristo.

Ese contraste lo encontramos ilustrado perfectamente en el caso de Esteban, el primer mártir de la iglesia cristiana en Hechos 7:55-57 que dice así:

Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios, 56 y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios. 57 Entonces ellos, dando grandes voces, se taparon los oídos, y arremetieron a una contra él.

Dios se glorifica cuando el creyente padece. Un misterio difícil de comprender con nuestra mente natural porque generalmente nos quedamos solo con la parte negativa de padecer a causa de nuestra fe.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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