La Biblia dice en la 2ª carta de Pedro 3:8-9
Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. 9 El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.
Introducción
Pedro cita el salmo noventa escrito por Moisés para hacerles ver a los falsos maestros que el tiempo corre distinto para los hombres y para el Creador. De hecho el Señor es eterno y no hay en él noción de tiempo, nosotros tenemos pasado, presente y futuro, como seres finitos y temporales que somos.
Desde esa perspectiva para nosotros han pasado muchos años desde que el Señor se fue, pero para el Señor apenas han pasado dos días si nos ceñimos a que mil años delante de sus ojos son apenas un día, aunque es una figura poética usada por la Escritura para diferenciar al Creador de los seres humanos.
Eso quiere decir que nuestra contabilidad del tiempo es humana netamente, pero que Dios tiene otra manera de ver el transcurso del tiempo sobre esta tierra y querer sujetar a un Dios eterno a los tiempos humanos simplemente es absurdo porque él no tiene principio ni tiene fin.
Al unir o ligar la doctrina de la segunda venida de Cristo con el tema del tiempo sencillamente queda claro que los tiempos nuestros son muy largos frente a los de Dios que son apenas un parpadeo y entonces debemos ser cautelosos a la hora de pensar que el Señor se ha tardado mucho como pensaban los falsos maestros.
Pedro quiere que nosotros tengamos en cuenta que el regreso de Jesús ocurrirá justamente cuando el Señor consideré que ha terminado el periodo de la gracia y comience la gran tribulación en este mundo, tal y como lo anuncia en los versos posteriores a los que en esta ocasión estudiaremos.
Nosotros debemos estar muy bien instruidos en esta materia. No debemos estar en ignorancia porque este es uno de los temas que más se ha utilizado para manipular a las creyentes a lo largo de los siglos de la historia de la iglesia.
La doctrina del regreso de Cristo está ligada íntimamente al tiempo y cuando hablamos de las horas y los días, inevitablemente caemos en el tiempo de la paciencia y el retorno de Cristo nos lleva ineludiblemente al tema de la espera y todo lo que tiene que ver con esperar requiere perseverancia.
Pedro lo sabía bien y ante los ataques infudados sobre la tardanza del Señor nos conduce a reflexionar sobre el tiempo desde la perspectiva de uno de los más grandes sabios que ha tenido el pueblo de Israel llamado Moisés, quien escribió el salmo noventa donde plasma aleccionadoras ideas sobre el paso de los años en la vida de los seres humanos.
No se sorprendan: Los cristianos también se equivocan
Porque ignoran los tiempos del Señor
A. El tiempo divino no es igual que el humano
B. El tiempo divino conlleva paciencia
A. El tiempo divino no es igual que el humano
Pedro extrae del salmo noventa el verso cuatro donde Moisés dice con toda claridad lo siguiente: Porque mil años delante de tus ojos son como el día de ayer, que pasó, y como una de las vigilias de la noche.
En términos poéticos Moisés está usando un símil o una comparación para contrastar lo que para el Señor representan mil años de lo seres humanos. Para nosotros es muchísimo tiempo, mientras que para el Señor es apenas un día. Para comprender mejor la frase es necesario acercarnos al salmo completo y a su autor.
Moisés había lidereado a su pueblo para librarlo de la esclavitud de Egipto y muy probablemente al final de sus días escribe este salmo donde plasma concretamente su concepción de la Eternidad del Señor frente a la temporalidad de los seres humanos que llegan a vivir hasta ochenta años, según escribe el santo varón de Dios.
La idea esencial de todo el salmo es mostrarnos la Eternidad de Dios y nuestra corta vida. Al hacerlo nos hace ver que Dios ha existido, existe y existirá siempre ajeno totalmente a los tiempos de los hombres. En nuestra soberbia nosotros lo queremos someter y encajonar a nuestra forma de medir los siglos, pero debería de ser al revés.
Nosotros no podemos competir con Dios a la hora de hablar de la existencia porque él es inmensamente poderoso y nosotros extremadamente débiles. Cómo compararnos con él y sobre todo como poder vivir en este mundo sin saber que Dios tiene muy bien marcados sus tiempos, ajustados a sus planes y propósitos y no a nuestros deseos, tan vanos siempre.
Esa verdad es la que Pedro no quiere que ignoremos. Si los falsos maestros son ignorantes por su propia voluntad, los verdaderos creyentes deben saber que el tiempo corre distinto para Dios que para nosotros y en ese sentido debemos tener claro que todo lo que tenga que ver con el futuro es dominio absoluto del Señor.
Como la ignorancia siempre es grosera y atrevida, los falsos maestros haciendo gala de su desconocimiento se burlaban de que el regreso de Cristo se tardara tanto ya que a su juicio debía ser en el tiempo que ellos consideraban que debía ocurrir.
B. El tiempo divino conlleva paciencia
El verso diez de nuestro pasaje dice de la siguiente manera:
El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.
Dios no se ha tardado porque Dios no tiene el tiempo que nosotros tenemos, pero también su regreso alargado tiene en realidad una razón fundamental: su paciencia para que los seres humanos no perezcan eternamente, sino que todos procedan al arrepentimiento y salven de esa manera sus almas.
El Señor no quiere que los pecadores se pierdan, todo lo contrario desea que vuelvan sus corazones hacia el cielo y de esa forma puedan acceder a la vida eterna.