La Biblia dice la 2ª carta de Pedro 2:16-18
Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad. 17 Pues cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia. 18 Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo.
Introducción
Las fábulas son un género literario que se le acrédita a Esopo un escritor griego que construyó o más bien dicho escribió decenas de relatos fantásticos donde lo mismo hablan los animales que los objetos y las personas para rematar con una moraleja o lección ética con el objetivo de educar y formar a las personas.
Muchas de esas fábulas sobreviven hasta nuestros días y en el tiempo de Pedro eran comunes, muy populares y sumamente citadas por los romanos y los griegos que las usaban como parte de su cultura y esa popularidad hizo que llegaran a la iglesia y que algunos malintecionados y otros ignorantes las compararan con las enseñanzas cristianas.
Esa es la razón por la que Pedro les aclara a los cristianos del primer siglo que él no sigue fábulas artificiosas. Me gustan todas las traducciones de esta frase. Teorías inventadas, fantásticas leyendas, sutiles cuentos superticiosos, cuentos, artificiosas fábulas, cuentos ingeniosos, historias inventadas, fábulas ingeniosamente inventadas y fábulas artificiales.
La doctrina cristiana no esta fundada en esa clase de literatura. Lo revelado en la Biblia es real, aunténtico y verdadero. La Escritura tiene fundamentos sólidos. Contiene milagros poderosos que manifiestan clara y contundentemente el poder maravilloso de nuestro Dios y de ningún modo son historias inventadas.
Esa es la razón por la que Pedro testifica lo que vio y oyó en el monte de la transfiguración cuando el Señor, según el relato de Mateo escuchó la voz del Padre que le mostraba su contentamiento y reconocimiento de manera clara y precisa ante la presencia tanto de Pedro como de Juan y Jacobo.
Confiamos en lo que dice la Biblia y todo lo que se diga o haga como práctica cristiana debe estar en concordancia con la revelación divina, una característica que se olvida en muchas ocasiones y de pronto seguimos inventos de hombres que nada tienen que ver con Dios.
Pedro quería aclarar a sus lectores que la palabra de Dios no necesita ni requiere de fábulas artificiosas porque lo que se ha revelado para los hombres tiene la garantía de que puede probarse como por ejemplo con la existencia de Israel, con la permanencia de la histórica ciudad de Jerusalén y con cientos de testimonios.
El creyente se equivoca grandemente cuando aparta de sí la revelación divina y se deja arrastrar por cuentos o ideas exóticas que suenas espirituales, pero que no necesariamente son bíblicas.
Pablo lo advirtió con tiempo, según leemos en 2ª de Timoteo 4: 3-4
Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, 4 y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas.
No se sorprendan: Los cristianos también se equivocan
Porque se apegan a fábulas ingeniosas
A. Que los hacen olvidar el retorno de Cristo
B. Que los hacen perder de vista la majestuosidad de Cristo
C. Que los hacen olvidar de la honra y gloria que merece Cristo
El creyente debe ser muy sensato a la hora de escuchar las enseñanzas de la Biblia porque puede ser que les haga desenfocar lo verdadero y dejarse llevar por lo falso.
A. Que los hacen olvidar del retorno de Cristo
La doctrina del regreso de Cristo era el pan diario de la iglesia primitiva. La cena del Señor se los recordaba constantemente y la realidad político social se los gritaba todos los días de tal manera que maranata, el Señor viene, se convirtió en el grito de guerra de los creyente del primer siglo para alentar su fe.
Y quizá esa doctrina es la que más ha sufrido de ataques porque los incrédulos parecen haber ganado terreno en las congregaciones cristianas porque el retorno de Cristo ha padecido como pocas doctrinas el ataque sistemático del mundo que considera que esa enseñanza es un cuento.
Pedro fue testigo de ascenso de Cristo y escuchó claramente a los ángeles que les dijeron a todos ellos que de la misma manera en que el Señor se había ido de este mundo de esa misma forma volvería y por eso Simón se convirtió en un promotor incansable de esa enseñanza que es columna y baluarte del cristianismo.
Pero veinte siglos después hablar del regreso de Cristo parece poco atractivo, sobre todo frente a enseñanzas como la teología de la prosperidad que acentúa los bienes materiales en este mundo, cuando solo somos pasajeros en esta tierra y la eternidad nos espera cuando el Señor vuelva.
El regreso de Cristo inquieta cuando desconocemos que su inminente retorno será para salvarnos de un mundo cada vez más secularizado, sociedades donde grupos como el LGTB asumen posiciones de dirección y gobierno y promueven abiertamente su agenda y colocan a la iglesia como su enemiga.
B. Que los hace perder de vista la majestuosidad de Cristo
Las cartas de Pedro y el evangelio de Marcos que contribuyó para su redacción son valiosísimos porque ese apóstol fue testigo presencial de sucesos como la transfiguración, entre muchos más, en los que comprobó fehacientemente quien era Jesús y su imponente obra de salvación.
En esta carta recuerda ese hecho y reconoce que su presencia en ese lugar le permitió ver muy de cerca la majestuosidad de Cristo. La palabra majestuoso que usa la epístola se origina de la raíz “magaleiotés” y se traduce como grandeza, magnificencia y esplendor. Esa escena nunca abandonó la mente del apóstol. Lo acompañó a lo largo de su vida.
La divinidad de Cristo lo dejó marcado para siempre y por eso cuando escribe esta carta les recuerda a sus lectores ese hecho sobrenatural que mostraba que Jesús era más que un simple predicador, era el Hijo de Dios encarnado y se presentó ante Pedro, Juan y Jacobo con toda su grandeza.
C. Que los hacen olvidar de la honra y gloria que merece Cristo
Los versos diecisiete y dieciocho dicen de la siguiente forma:
Pues cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia. 18 Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo.
Jesús es digno de toda gloria y honra, en términos sencilos quiere decir que nuestro Señor es merecedor de en un lugar de respeto. La frase recordaba a los lectores de eso tiempo el lugar de honor que recibían los emperadores y generales romanos cuando salían a la guerra y resultaban victoriosos.