La Biblia dice en 1ª Pedro 2:21-25

Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas;22 el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca;23 quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente; 24 quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.25 Porque vosotros erais como ovejas descarriadas,pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas.

Introducción

La primer carta de Pedro es un escrito dedicado a hablarnos del sufrimiento. El que se vive en el presente y que el creyente enfrentará en el futuro. El cristianismo tiene esa particularidad seguimos a una varón que Isaías definió como un hombre “ de dolores, experimentado en quebranto”.

En estos versos el autor de la epístola nos recuerda justamente los padecimientos completamente injustos del Señor para animarnos y alentarnos cuando el dolor llega a nuestra vida, particularmente esa clase de tribulación sin causa o aquella que nace de hacer la voluntad de Dios.

El hijo de Dios debe estar conciente de que a su vida llegarán penas y sufrimientos sin causa alguna o por obedecer a Dios, no debe ni sorprenderse ni tampoco inconformarse, sino seguir el ejemplo de Cristo. Los cristianos tenemos un manual que nos orienta en esas terribles horas de angustia por el sufrimiento.

Pedro nos invita a seguir la pisadas del Maestro que enfrentó oposición. Prácticamente desde su nacimiento nuestro Salvador fue perseguido y en la pasión que lo llevó a la muerte sufrió toda clase de vejaciones ya no solo a mano de los de su nación, sino a manos del ejército más poderoso y cruel.

¿Qué hacer cuando sufrimos? Mirar a la cruz. Allí nos encontraremos con la mirada de nuestro Señor que fue vituperado, burlado, avergonzado y humillado y murió sin maldecir a nadie por lo que padecía.

No se sorprendan: Los cristianos también sufren
Cristo es el ejemplo del sufrimiento injusto
A. Porque sufrió sin haber hecho mal alguno
B. Porque sufrió con la actitud correcta
C. Porque sufrió para justificarnos
D. Porque sufrió para llevarnos a nuestro Pastor

Jesús sufrió y nosotros también sufrimos o sufriremos. Solo cerciorémonos de que esos padecimientos provenga de estar haciendo la voluntad de Dios. Los sufrimientos que nacen de hacer el bien son aprobados por el Creador. Cristo es nuestro gran ejemplo que debemos seguir siempre.

A. Porque sufrió sin haber hecho mal alguno

Los versos veintiuno y veintidós de nuestro texto dicen de la siguiente manera:

Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas;22 el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca.

No se asuste, ni se llene de pánico. Usted y yo fuimos llamados para sufrir. Este camino es un camino de dolores. Cristo lo dijo uno y otra vez. El sufrimiento cristiano tiene como garantía el acompañamiento de Jesús, quien pasó por esa ruta y nos auxilia en nuestras grandes debilidades.

La palabra llamar que usa Pedro aquí procede de la expresión griega “kaleó” que se traduce como invitar, convocar,llamar por su nombre a alguien. Dios nos ha llamado, convocado e invitado para seguirlo por la senda del dolor y sufrimiento que él mismo experimentó cuando vino a la tierra.

La palabra padecer procede de la raíz griega “paschó” que se traduce como maltrato que nos hace sentir muy vulnerables emocionalmente.

B. Porque sufrió con la actitud correcta

El verso veintitres de nuestro texto dice de la siguiente manera:

Quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente.

El ejemplo de Jesús cuando se sufre injustamente es muy valioso porque cuando sufrimos haciendo lo bueno nos llenamos de indignación ante las mentiras sobre nosotros, nos llenamos de enfado antes las acusaciones dolosas y falsas porque producen en nosotros mucho desconcierto.

Cristo, dice Pedro, actuó de la siguiente manera: cuando lo maldecían, no respondía con maldición. Muchos de nosotros respondemos en el mismo nivel de nuestros detractores y Jesús no lo hizo así.

Dice también Pedro que cuando Jesús padecía, no amenazaba. Era el Rey del universo y podía ejecutar toda clase de acciones en contra de sus malquerientes, pero no lo hizo. Al contrario encomendaba su causa al que juzga justamente, al Padre, en quien siempre encontró refugio.

C. Porque sufrió para justificarnos

El verso veinticuatro de nuestro estudio dice de la siguiente manera:

Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.

Cristo sufrió por nosotros para ayudarnos en varios aspectos. El primero de ellos fue apoyarnos en la lucha contra el pecado. Por nosotros mismos no podríamos luchar contra la maldad fue necesario entregarse por nosotros para que nosotros tuviésemos el poder para lidiar contra el pecado.

El segundo beneficio del sacrificio de Cristo fue justificarnos. Nosotros éramos reos de muerte. Estábamos condenados por el pecado al castigo eterno. Pero con su sacrificio en la cruz él nos justificó, es decir, nos declaró inocentes o justificados delante del Padre y la condenación que pesaba sobre nosotros fue disuelta.

Y la tercera grande bendición es que nos sanó. Pedro toma esta frase del capítulo cincuenta y tres de libro de Isaías. Jesús nos sanó, el alma y hasta el cuerpo, enfermó por la maldad que nos consumía.

D. Porque sufrió para llevarnos a nuestro Pastor

El verso veintinco de nuestro estudio dice así:

Porque vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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