La Biblia dice en 1 Pedro 4:1-2

Puesto que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, vosotros también armaos del mismo pensamiento; pues quien ha padecido en la carne, terminó con el pecado,2 para no vivir el tiempo que resta en la carne, conforme a las concupiscencias de los hombres, sino conforme a la voluntad de Dios.

Introducción

Pedro habla del sufrimiento y toma como ejemplo de dolor, padecimientos, tribulaciones y sufrimiento a Cristo. Ese es y será siempre nuestro gran referente a la hora de padecer. Debemos levantar la vista y mirar la cruz y ver allí a un hombre que sin haber hecho un solo mal fue crucificado y muerto.

Cuando los cristianos sufren no lo hacen sin tener un referente, sin tener una brújula o una dirección. Los creyentes se diferencian grandemente con los incrédulos porque éstos sufren sin saber por qué y sin tener ninguna clase de consuelo, en cambio el hijo de Dios va a encontrar en el Maestro a un hombre experimentado en quebrantamiento.

El creyente va a sufrir, claro, pero en medio de esos dolores y padecimientos puede tener y debe tener la absoluta certeza que será acompañado y que no estará solo. Que en ese valle de sombra de muerte, como le llama David en el salmo veintitrés a los grandes peligros que entraña esta vida, tendrá la compañía del Señor.

Entonces, aquí es donde Pedro introduce la idea que el creyente debe mentalizarse de que sufrirá y que la versión Reina Valera 1960 presenta como “armaos del mismo pensamiento”. Esa frase otras versiones la traducen como “armense de ese mismo pensamiento”, “adquieran la misma mentalidad”, “adopten la misma actitud” y “sufran como Cristo”.

Eso quiere decir que el discípulo de Cristo debe tener presente que en cualquier momento el dolor puede llegar a su vida, en una tragedia, una enfermedad, la pérdida de bienes o la escasez material, a causa de su fe o sin motivo aparente y entonces debe estar listo para enfrentar esa situación.

Pedro nos está llevando a considerar las amplias probabilidades que existen en la vida de las personas de que la tribulación se presentará y les hará pasar momentos dolorosos y nadie debe sentirse sorprendido o sin saber que eso podía ocurrir en cualquier momento y por eso desanimarse.

No se sorprendan: Los cristianos también sufren


Imitemos la actitud sufriente de Cristo


A. Porque vino a este mundo a sufrir
B. Porque sufriendo terminó con el pecado
C. Porque así se aprende a vivir en la voluntad de Dios

Cristo sufrió. Lo hizo para terminar con el pecado. En el caso de él, mediante sus padecimientos dejó en claro que su humanidad se sobrepuso y no renunció a sufrir sino que se despojó de sí mismo y en esa condición se humilló y derrotó apuballantemente a la maldad y terminó con ella.

El pecado ya no se enseñorea sobre nadie, gracias a la victoria de Cristo y en el caso del creyente los padecimientos auxilian grandemente para luchar contra nuestra inclinación al mal porque minan su fuerza y nos hacen mucho más dependientes del Señor que en condiciones normales.

A. Porque vino a este mundo a sufrir

Los sufrimientos de Cristo fueron anticipados siglos antes de ocurrieran. Jesús sabía perfectamente su destino. Sabía lo que viviría y por eso oró en el Getsemaní que si podía evitarlos así fuera, pero que todo se llevara de acueerdo a la voluntad de Dios, lo que finalmente lo llevó a la muerte.

Y sus padecimientos comenzaron desde que era un recién nacido. Ni siquiera tuvo un lugar digno de su grandeza. Nació en un pesebre y luego con unos cuantos meses de vida tuvo que huir de Belén para trasladarse con sus padres a Egipto por las amenazas de Herodes y durante su ministerio fue perseguido y hostigado.

El clímax de sus padecimientos los encontramos en la cruz del calvario a donde se dirigó para salvar a la humanidad. La vida del Señor fue sumamente dura. Solo tuvo momentos de reposo gracias a la presencia del Padre en su vida, pero todo en el fueron padecimientos por las fuerzas del mal personificadas en hombre y mujeres.

B. Porque sufriendo terminó con el pecado

Pedro dice lo siguiente: “pues quien ha padecido en la carne, terminó con el pecado”. Esta frase es traducida de diversas maneras: “El que ha sufrido en el cuerpo ha roto con el pecado”, según la versión Dios Habla Hoy. “Si han sufrido físicamente por Cristo han terminado con el pecado”, acota la Traducción Viviente.

“Si ustedes sufren como Cristo, ya no seguirán pecando”, dice la Traducción al lenguaje actual. En tanto que la versión Hispanoamericana señala: “pues el que está sufriendo corporalmente se supone que ha roto con el pecado.”
Es evidente que se refiere al sufrimiento físico y su estrecha relación o su capacidad para derrotar al pecado o romper con él. El sufrimiento, entonces, tiene mucha utilidad para nosotros que luchamos contra el pecado. Lo rompe, lo termina y ya no nos deja seguir pecando contra el Señor.

El sufrimiento es un proceso que sirve al creyente para mejorar su relación con el Señor. Desde esa perspectiva entendemos por qué Cristo dijo: Bienaventurados los que lloran porque ellos recibirán consolación. Los padecimientos son dolorosos, pero siempre tendremos la comopanía del Señor.

C. Porque así se aprende a vivir en la voluntad de Dios

Imitar los sufrimientos de Cristo o armarnos del pensamiento de que vamos a padecer por nuestro Señor nos puede resultar muy útil en nuestra gran batalla contra nuestra vieja naturaleza caída.

Así lo plantea el apóstol Pedro en el verso dos de nuestro estudio: “para no vivir el tiempo que resta en la carne, conforme a las concupiscencias de los hombres, sino conforme a la voluntad de Dios.”

Dios no quiere que vivamos de acuerdo a los deseos de nuestra vieja naturaleza sino de acuerdo a su voluntad y entre esos dos extremos se localiza el sufrimiento, es decir los padecimientos nos colocan en la voluntad del Creador. Cuando estamos sufriendo debemos recordar que de esa manera nos acercamos más a Dios.

Nadie desea sufrir, eso es obvio, pero el sufrimiento no avisa, llega, se planta, entra a nuestra vida y cuando eso suceda debemos estar preparados para nos renegar, no maldecir, ni contradecir los designios del Señor.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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