La Biblia dice en 1ª Pedro 1:17-21
17 Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación; 18 sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, 19 sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, 20 ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros, 21 y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios.
Introducción
Pedro define la vida cristiana de una manera muy sencilla: es un peregrinaje. Somos, por así decirlo, unos peregrinos. Este mundo no es nuestro hogar definitivo. Estamos de paso hacia nuestra casa definitiva. Comprender esa verdad nos ayudará mucho a comprender que el sufrimiento que tendremos aquí es pasajero frente a la eternidad que nos espera.
El apóstol desea que este peregrinaje que tenemos que hacer en este mundo lo hagamos con temor. La palabra temor no se trata de miedo, sino de respeto. Entendiendo la gran responsabilidad que tenemos frente al llamado que Dios ha hecho a nuestras vidas. Es un viaje corto el que en realidad tenemos y por eso el autor de la carta nos ordena esa actitud.
Esgrime dos argumentos básicos que vamos a revisar en este estudio. El primero de ellos es que invocamos como Padre a un Dios que juzga por igual, que somete al escrutinio a todos, sin hacer diferente entre uno u otro. Dios no discrimina a la hora de juzgar porque para él todos los hombres son idénticos.
Sus juicios se fundamentan en la obra de cada persona. En lo que ha hecho o dejado de hacer. No se trata de juzgar en función de algún capricho personal, sino más bien de juzgar por las acciones y omisiones de hombres y mujeres.
El segundo argumento de Pedro es que los creyentes fuimos rescatados. En otras palabras estábamos perdidos y Dios vino en nuestro auxilio y no permitió que nos perdiéramos. Al contrario nos extendió su mano de amor y gracias a esa acción pudimos ser redimidos de nuestra equivocada manera de vivir.
No se sorprendan: Los cristianos también sufren
Seamos peregrinos temerosos de Dios
A. Porque Dios juzga
A todos por igual
Según la obra de cada uno
B. Porque fuimos rescatados
De una manera vana de vivir
Por la sangre preciosa de Cristo
Condúzcanse con temor todo el tiempo de su peregrinación, pide el apóstol Pedro a los creyentes del primer siglo que sufrían hostilidades en diferentes regiones del imperio romano que se había percatado de que el cristianismo era algo completamente distinto al judaísmo y comenzaban a hostigar a los cristianos.
Si la santidad corría el riesgo de relajarse como vimos en el estudio pasado, la vida del creyente sobre este mundo podría también dejar de ser un peregrinaje con cuidado y respeto de la esencia de creer en Cristo. Pedro quería que los creyentes tuvieran cuidado de vivir de acuerdo a los mandamientos de Dios. Y les da dos razones:
A. Porque Dios juzga
El verso diecisiete de nuestro estudio dice de la siguiente manera:
Y sí invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación.
Dios jamás permanece imparcial ante lo que los creyentes e incrédulos hacen. Dios no es neutral como nosotros que a veces no actuamos ante las injusticias. Al contrario, el Señor las conoce de primera mano y actúa en consecuencia y en el caso de los seguidores de Cristo ha de juzgarlos por lo que hacen.
La palabra juzgar tiene aquí la connotación de ir a un tribunal y sancionar a quienes hayan incurrido en conductas incorrectas.
- A todos por igual
Dios no selecciona a quienes juzga. El juzga por igual, es decir a hombres y mujeres, a jóvenes, adultos y ancianos. Todos habrán de pasar por su tribunal para ser premiados o sancionados.
- Según la obra de cada uno
Dios juzga por lo que cada uno hace. No es como los seres humanos que nos dejamos llevar por lo que oímos de una persona o por lo que inferimos sin saber exactamente lo que la persona ha hecho. Dios no actúa así. El actúa conociendo perfectamente lo que cada quien hace.
B. Porque fuimos rescatados
El verso dieciocho dice de la siguiente manera:
Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata.
Los cristianos fuimos rescatados. La palabra rescate procede de la palabra griega lutroó que denota la idea de comprar a un esclavo. En Roma había tres clases sociales marcadísimas: patricios, plebeyeos y esclavos. Los más miserables eran los esclavos porque no podían salir de esa condición porque no tenían el dinero suficiente para comprar su libertad.
La única manera de dejar de ser esclavo era que alguien pagara al amo para que lo liberara de esa condición. Eso ocurría muy de vez en cuando. Pedro usa esa figura para decirnos que los cristianos fueron rescatados, redimidos o comprados ante su lastimera condición espiritual.
- De una manera vana de vivir
La palabra vana en el Nuevo Testamento es una palabra que quiere decir sin sentido, sin razón o sin propósito. Es decir, vivir por vivir. Tomar la vida como algo que tiene que ser o llegar a este mundo y existir como existe una planta o como vive un animal. Esa es la esencia de la palabra vana aplicada a la experiencia de vivir.
Los creyentes a los que les escribe Pedro vivían de esa manera, hasta que fueron comprados o rescatados. De allí la relevancia de saber o conocer la acción salvífica del Señor por seres marginales, extraviados y perdidos en su vida pecaminosa sin saber la razón por la que habían llegado a este mundo.
- Por la sangre preciosa de Cristo
Del verso diecinueve a la veintuno encontramos estas palabras:
Sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, 20 ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros, 21 y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios.
El precio de nuestra libertad de la esclavitud del pecado se pagó con sangre, con la preciosa sangre de Cristo. Fuimos traídos a una nueva vida por su sacrificio. Él dio su vida a cambio de la nuestra.