La Biblia dice en Lucas 9:55
“Entonces volviéndose él, les reprendió, diciendo: Vosotros nos sabéis de que espíritu sois.”.
Lucas registra uno de los hechos que Jesús vivió con sus discípulos cuando los samaritanos no los dejaron entrar a su aldea para descansar y hacer los preparativos antes de llegar a Jerusalén. La reacción de Juan y Jacobo fue no solo de enojo y enfado con ellos, sino deseos de venganza por tal afrenta contra Jesús, según ellos.
Ante la negativa de los odiados samaritanos, los hijos de Zebedeo fueron muy lejos, le pidieron a Jesús que si él quería podrían hacer una oración para que descendiera fuego y los consumiera tal y como lo había hecho Elías en dos ocasiones con dos capitanes y cincuenta soldados que Ocozías rey de Israel había enviado para buscar al profeta.
En otras palabras los dos discípulos hicieron una pésima interpretación del pasaje del 2º Libro de los Reyes 1: 9-15 porque confundieron las motivaciones de Elías y el propósito de hacer descender fuego del cielo y consumir a cien soldados y dos capitanes que lo buscaban para llevarlo preso con el monarca Ocozías, quien agonizaba a causa de una caída.
Jesús los reprendió y les dijo “vosotros no sabéis de que espíritu sois”, una frase que por cierto no aparece en algunos manuscritos y por ello algunas versiones no la incluyen, pero la Reina Valera sí y nos sirve para reflexionar sobre las motivaciones en nuestras oraciones y las equivocaciones en las que podemos caer si no contextualizamos bien la Escritura.
Claro que Cristo tenía que corregir este yerro de sus seguidores y lo hizo acompañado con una precisión sobre los graves problemas que uno puede tener en la vida cristiana si uno desconoce, además de las Escrituras, las motivaciones con las que hacemos o decimos las cosas. Jesús les dijo claramente que su actitud obedecía a que desconocían quienes eran.
Pedir la destrucción de quienes consideraban sus enemigos, además de ser desproporcionada y mostrar su gran ignorancia escritural, mostraba que se dejaban llevar por su naturaleza caída que ante cualquier agravio tienen deseos de vengarse o lastimar a los demás.
Jesús trató de esa manera que sus seguidores comprendieran que el evangelio no se trata de conocimiento o poder para dañar a los demás. No se trata invocarlo para desahogar nuestros personales odios o resentimientos contra las personas, sino de amarlos y pedir por su bien.
Cuando les dijo que no sabían de que espíritu eran, en realidad les estaba diciendo que ignoraban que esa actitud los pintaba de cuerpo entero: unos vengativos y resentidos con las personas y que usaban la Escritura para desahogar sus frustraciones, algo indebido y nada espiritual.