La Biblia dice en Mateo 18:35

“Jesús añadió: Así hará también con ustedes mi Padre celestial, si cada uno de ustedes no perdona de corazón a su hermano.”

Así remató Jesús su parábola conocida como “Los dos deudores”, un ingenioso e ilustrativo relato para enseñar a sus seguidores la necesidad de perdonar completamente a aquellos que nos han ofendido, lastimado, nos han hecho daño o en síntesis nos han provocado pequeños o grandes males.

La base del perdón, según leemos en la ilustración de Cristo, es que hemos sido perdonados. El hombre que fue perdonado por su amo, pero que fue incapaz de perdonar las obligaciones económicas que un compañero suyo tenía para con él, es el centro de esta enseñanza de Jesús.

Con ella, quiso nuestro Señor dejar bien en claro la necesidad del perdón en nuestras vidas. De hecho casi al final de la oración del Padre nuestro, Jesús nos mostró que debemos tener corazones perdonadores porque nosotros mismos hemos sido perdonados por la gracia de Jesucristo.

De esa forma buscó que comprendiéramos que en el cristianismo no cabe ni cabra nunca personas incapaces de perdonar. En el reino de los cielos no puede, ni debe, haber personas rencorosas, resentidas y amargadas por agravios del pasado porque al final de cuentas nuestro Señor perdón todo, hasta los que se burlaban de él en la cruz del calvario.

La razón de tener corazones perdonadores radica en que solo de esa manera podemos ver a Dios en nuestra vida. Es un requisito indispensable para tener un corazón limpio y solo de esa manera los creyentes pueden descubrir plenamente a Dios en sus vidas, ya que de otra manera será difícil.

Dios perdona, Cristo perdona, ¿quiénes somos nosotros, entonces, para no perdonar? Al negarnos a olvidar agravios mostramos nuestro verdadero rostro, pero si somos capaces de hacer a un lado las ofensas de las personas y las perdonamos con sinceridad, entonces habremos avanzado grandemente en nuestra vida cristiana.

Los cristianos nacidos de nuevo no albergan en sus corazones deseos vengativos porque cristo ha implantado en ellos su simiente. La simiente santa que los ayuda a perdonar las ofensas y olvidar los agravios.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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