La Biblia dice en 1º Reyes 3:11
“Y le dijo: Porque me has pedido esto, y no una larga vida, ni riquezas, ni la muerte de tus enemigos, sino inteligencia para saber oír y gobernar, voy a hacer lo que me has pedido.”
Dios se conmovió grandemente con Salomón cuando puso a su disposición todo el poder divino para que le pidiera lo que quisiera y el hijo de David que recién comenzaba a gobernar se decantó por sabiduría antes que cualquier otra demanda que podía pedirle al Creador y éste concedersela.
Cualquier otro hombre hubiera pedido vivir mucho, tener mucho dinero y que Dios castigará con la muerte a sus enemigos, pero Salomón no pidió ninguna de esas tres cosas, sino capacidad intelectual para mandatar a una nación que de acuerdo a su historia y a sus dos recientes monarcas –Saúl y David– era difícil de gobernar.
La actitud del hijo de David contrastó grandemente con la de la mayoría de los hombres que se acercan a Dios para obtener bienes materiales antes que bendiciones espirituales, esa es la razón por la que el Señor quedó gratamente sorprendido con el vástago de David y Betsabé, quien no pidió ninguna clase de bien para sí mismo.
La lección que Salomón nos deja a todos es que no iba tras cosas materiales, no buscaba para sí gloria alguna, sino sabiduría, esa capacidad para saber qué hacer, cómo obrar, qué decir, cómo actuar y sobre todo cómo distinguir la verdad de la mentira en un mundo plagado de falsedad. Esa es la sabiduría que él pidió.
Claro que necesitamos bienes, claro que todos queremos vivir mucho y por supuesto que todos tenemos enemigos que quisiéramos que se esfumaran, pero esas tres cosas se pueden concretar si de por medio tenemos sabiduría. Qué sentido tiene vivir mucho, sin sabiduría. Qué caso tiene tener mucho dinero sin inteligencia celestial.
A la petición que Salomón le hizo, el Señor respondió con creces. Tal y como dice Santiago en su carta, le dio sabiduría abundantemente y sin reproche porque lo pidió de todo corazón y sin duda alguna de que la fuente del conocimiento es justamente Dios quien comparte su inteligencia con quienes le piden para vivir sabiamente.
Salomón nos enseña a todos que Dios se agrada cuando nos acercamos a él para suplicarle que nos ayude a ser sabios en un mundo lleno de necedad, porque de esa manera sabremos sortear con su dirección las terribles contradicciones que se presentan en esta tierra llena de injusticias y donde aparentemente los malvados parecen llevar la delantera.
La oración de Salomón fue una petición contestada de inmediato porque se ajustó claramente a la voluntad del Creador.