La Biblia dice en Proverbios 4:26

“Fíjate bien en dónde pones los pies, y siempre pisarás terreno firme.”

Los geólogos reconocen al menos cinco clases de suelo en el planeta: arenoso, arcilloso, pedregoso, calizo y mixto. Ateniéndonos ante qué clase de suelo estamos, las actividades que podemos desarrollar se pueden decidir sensatamente a fin de que no se hagan proyecciones en lugares inapropiados para construir edificios o sembrar frutos, por ejemplo.

Las personas deben poner mucha atención para evitar perder el tiempo o dinero al dedicarse a una labor que claramente no rendirá ninguna clase de fruto porque se está haciendo en un lugar equivocado.

Esa es la figura que utiliza Salomón para enseñarnos que en la vida el hombre se planta ante diferentes clases de terreno y debe fijarse muy bien donde pone los pies para no caerse o no tropezar y debe optar por el terreno firme o piso firme a fin de caminar siempre erguido y sin dificultad alguna.

Las palabras del rey sabio de Israel tienen como finalidad poner mucha atención en las decisiones que tomamos en la vida. Decisiones apresuradas, generalmente tienen como resultado fracasos y tropiezos, en cambio decisiones bien pensadas, tomadas con calma, casi simpre resultan en logros y éxito.

Aunque no siempre tendremos certeza del resultado de nuestras acciones y en ocasiones debemos arriesgar, Salomón nos está pidiendo que hasta para arriesgar debemos ser sensatos y no dejarnos llevar por nuestras emociones o por la opinión de otros, que pueden ser muy valiosas, pero nunca serán mejor que lo bien pensado y razonado.

En un mundo donde todos corren sin fijarse hacia donde van existe una gran posiblidad que de pronto nosotros mismos estemos siguiendo un ritmo de vida que nos haga perder de vista que “terrenos” pisamos y tarde o temprano estemos en arenas movedizas que nos pueden hundir.

Jesús usó este ejemplo de una manera magistral en Mateo 7: 24-27:

24Por tanto, el que me oye y hace lo que yo digo, es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca.25 Vino la lluvia, crecieron los ríos y soplaron los vientos contra la casa; pero no cayó, porque tenía su base sobre la roca.26 Pero el que me oye y no hace lo que yo digo, es como un tonto que construyó su casa sobre la arena. 27 Vino la lluvia, crecieron los ríos, soplaron los vientos y la casa se vino abajo. ¡Fue un gran desastre!

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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