La Biblia dice en el Salmo 22:20-21

“Líbrame de morir a filo de espada, no dejes que me maten esos perros, sálvame de la boca de esos leones, ¡defiéndeme de los cuernos de esos toros!”.

El salmo veintidós es un canto mesiánico, compuesto por el rey David unos mil años antes de que Cristo fuera llevado a la cruz del calvario. El primer verso de esta pieza poética es una de las siete expresiones que Jesús hace durante su agonía en el madero donde fue colgado como tormento por el imperio romano.

El salmista expresa de manera muy vívida la experiencia que Jesús viviría al momento de ofrendar su vida para redimir del pecado a la humanidad porque fueron horas en que las tinieblas soltaron todas las fuerzas malignas ante la determinación de Cristo de abdicar de su poder como Hijo de Dios.

David señala la tensión, peligro, zozobra y angustia que Jesús vivió en esas horas aciagas de la cruz usando tres cuadrúpedos: los perros de caza, los leones feroces y los toros bravos de Basán. El tamaño de la lucha que viviría Cristo quedó estupendamente descrita a través de estas tres figuras retóricas que utiliza el salmista.

Fue la reunión de las fuerzas oscuras del mal, la unión de la maldad para hacer el mayor daño posible al Jesús, sin embargo aún en esa condición de debilidad, fue auxiliado por el Señor que no lo dejó un solo momento, sino que lo acompañó para fortalecerlo en su lucha contra el maligno.

Y gracias a ese acompañamiento y fortaleza, Cristo logró salir victorioso de esa encrucijada y venció a los poderes de iniquidad, de tal manera que su victoria nos la ha compartido a todos los que hemos creído en su persona y por esa razón cuando atravesamos momentos de peligro podemos confiar que Dios nos respaldará.

Los perros, los leones y los toros que nos rodean en ocasiones para hacernos daño, no podrán salirse con la suya porque serán rechazados y domados por el poder de Cristo, quien nos sostendrá cuando nuestros enemigos sean tan feroces como estos animales descritos en el salmo.

Ninguna clase de peligro será más poderoso que Dios. El mal puede rugir, pero nunca podrá dañarnos puesto que Cristo pelea por nosotros.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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