La Biblia dice en 1ª Corintios 13: 4-5
El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece, no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor.
Si el amor no consiste solo en dominar lenguas humanas y angélica, ni tampoco tener palabra de ciencia o desarrollar una impactante fe y mucho menos dar nuestros bienes a los pobres e incluso sacrificar nuestra vida por otros, la interrogante que surge, entonces, es qué es el amor.
Y aquí es donde el apóstol Pablo despliega una de las más profundas verdades sobre el amor. Antes de adentrarnos a sus definiciones debemos saber que el griego, idioma en el que se escribió el Nuevo Testamento emplea tres términos para referirse al amor: fileos, que es una amor filial entre familia y amigos. Eros, amor sexual en el matrimonio y ágape un amor que nace de Dios y que los creyentes reciben cuando se acercan al Señor.
El ágape es el que va a definir Pablo. El amor es sufrido, bueno, sin envidia, sin jactancia, sin vanidad, sin faltar el respeto a nadie, no es egoísta, ni iracundo y tampoco rencoroso. El verdadero amor se nota en una persona por la forma en que trata a sus semejantes. Esa es la expresión más genuina del amor.
El amor sufre dice Pablo. La mejor traducción para sufrir es en realidad “paciente” o “que sabe soportar”. En otras palabras es paciente con los demás. La naturaleza del amor es además la bondad. Nadie que ame puede hacer mal a su semejante. La más grande prueba de amor es la ausencia de envidia. Es obvio que el amor no envidia.
Pablo dice que el amor tampoco es jactancioso. La persona jactanciosa suele ser orgullosa y con grandes tendencias a humillar a los demás, quien ama no hace eso y mucho menos se llena de vanidad o fanfarronería y no hace nada indebido. Me gusta como traducen esta característica algunas versiones porque dice no hace groserías.
Finalmente Pablo dice que el amor no es egoísta. El egoísmo es una manifestación de gran amor, pero a uno mismo no a los demás. El amor no permanece enojado ni se enoja fácilmente y tampoco guarda rencor por las ofensas recibidas. Lo que nos hace ver la calidad de amor que el hijo de Dios requiere para vivir.
El amor es una practica cotidiana. Amar al prójimo es una característica fundamental para servir. Quien sirve sin amor está destinado a tropezar estrepitosamente porque basa su labor en su propia fuerza y tarde o temprano se cansará, pero el que ama recibe fuerza del autor del amor y con ello garantiza que siempre se mantendrá firme. Pablo quería que sus lectores amaran a su semejante de acuerdo a los parámetros de Dios y no los suyos.