La Biblia dice en Génesis 27:6-17
Entonces Rebeca habló a Jacob su hijo, diciendo: He aquí yo he oído a tu padre que hablaba con Esaú tu hermano, diciendo:7 Tráeme caza y hazme un guisado, para que coma, y te bendiga en presencia de Jehová antes que yo muera. 8 Ahora, pues, hijo mío, obedece a mi voz en lo que te mando. 9 Ve ahora al ganado, y tráeme de allí dos buenos cabritos de las cabras, y haré de ellos viandas para tu padre, como a él le gusta; 10 y tú las llevarás a tu padre, y comerá, para que él te bendiga antes de su muerte. 11 Y Jacob dijo a Rebeca su madre: He aquí, Esaú mi hermano es hombre velloso, y yo lampiño. 12 Quizá me palpará mi padre, y me tendrá por burlador, y traeré sobre mí maldición y no bendición. 13 Y su madre respondió: Hijo mío, sea sobre mí tu maldición; solamente obedece a mi voz y ve y tráemelos.14 Entonces él fue y los tomó, y los trajo a su madre; y su madre hizo guisados, como a su padre le gustaba. 15 Y tomó Rebeca los vestidos de Esaú su hijo mayor, los preciosos, que ella tenía en casa, y vistió a Jacob su hijo menor; 16 y cubrió sus manos y la parte de su cuello donde no tenía vello, con las pieles de los cabritos; 17 y entregó los guisados y el pan que había preparado, en manos de Jacob su hijo.
Introducción
Rebeca es una mujer que los judíos consideran una matriarca. Esposa de Isaac y madre de dos hijos que nacieron justamente el mismo día, esta varona fue una esposa sumisa y muy espiritual y conoció perfectamente el destino de cada uno de sus hijos porque cuando peleaban en su vientre antes de nacer consultó al Señor la razón de este singular suceso.
La respuesta divina fue sencilla: Dos pueblos hay en tu vientre; el mayor de ellos servirá al menor. Aunque ambos habían nacido al mismo tiempo, pues eran gemelos, el hecho de que Esaú saliera primero del vientre materno hizo que alcanzará la primogenitura antes que su hermano Jacob.
Pero la respuesta divina dejó marcada para siempre a Rebeca, quien con el paso del tiempo y el trato a sus dos hijos supo que la primogenitura debía corresponder a su hijo menor. Los conocía perfectamente. ¿Usó de favoritismo? ¿Fue una madre poco juiciosa al preferir más a uno que a otro? ¿Se comportó bien al no apoyar a Esaú para alcanzar la primogenitura?
De ninguna manera. El relato que Génesis nos ofrece sobre el momento en el que se decía sobre quien recaía la primogenitura, Rebeca supo con toda certeza y con toda seguridad a cuál de sus hijos debía apoyar. Y lo hizo con Jacob. ¿La razón? Estaba en sintonía con Dios.
De no ser así: el Antiguo y Nuevo Testamento no dirían: A Jacob amé; más a Esaú aborrecí. Cuando ella determinó que Esaú no recibiría la bendición de ser primogénito simplemente se alineó a una decisión que Dios había tomado mucho antes que los dos hermanos nacieran y no el día que Isaac daría su bendición.
A diferencia de su mamá, Jacob no estaba muy seguro de ser el primogénito. Él sabía perfectamente el alcance de ser bendecido por su padre y a pesar de que Esaú ya le había vendido su primogenitura aún tenía dudas, grandes dudas y muchos temores, según vemos en el pasaje que meditaremos en este día.
El primer gran obstáculo que encontró fue que su papá ya le había dicho a Esaú que lo iba a bendecir ese día y él no lo sabía, el segundo es que no sabía cazar, como su hermano, en tercer lugar no tenía los rasgos físicos que su hermano sí tenía. Es decir todo estaba en su contra, pero tuvo un madre que lo iba a ayudar y ayudó y ¡de qué manera!
La historia de este hijo y su madre es la historia de miles de madres en todo el mundo que se esfuerzan y dan todo para que sus hijos alcancen sus objetivos, triunfen en la vida y alcancen la realización plena de sus vidas. La pregunta que nos podemos hacer es justamente si todas las madres quieren ver a sus hijos salir victoriosos en la vida, ¿por qué muchos no lo logran?
La respuesta la encontramos en la frase que el pasaje que meditamos expresa dos veces en el verso ocho y trece: 8 Ahora, pues, hijo mío, obedece a mi voz en lo que te mando. Jacob atendió perfectamente la voz de su madre e hizo todo lo que le pidió que hiciera y el resultado salta a la vista.
Rebeca y Jacob: Los apuros de una madre para ver a su hijo triunfar
A. Cuando advierte el peligro de su fracaso
B. Cuando advierte sus carencias
C. Cuando advierte sus miedos
D. Cuando advierte sus grandes desafíos
A. Cuando advierte el peligro del fracaso
Del verso seis al siete encontramos lo que Rebeca escuchó mientras estaba en casa con su esposo y su hijo Esaú:
Entonces Rebeca habló a Jacob su hijo, diciendo: He aquí yo he oído a tu padre que hablaba con Esaú tu hermano, diciendo:7 Tráeme caza y hazme un guisado, para que coma, y te bendiga en presencia de Jehová antes que yo muera.
Ella entendió perfectamente que la primogenitura se le podía escapar de las manos a su hijo porque su esposo estaba decidido a bendecir a Esaú y si eso se concretaba la situación para Jacob sería irreparable. Es muy probable que Rebeca supiera que Jacob podría bendecir a Esaú en cualquier momento y estuvo siempre lista para evitarlo.
Una mamá tiene siempre esta característica: es cuidadosa cuando sabe que algo le puede hacer daño a su hijo o a su hija. Está pendiente, está siempre al tanto de lo que puede hacer fracasar a su hijo. Lo advierte, lo avisora y toma medidas porque no está descuidada, tampoco es ingenua ni soñadora. Sabe que los peligros están allí siempre latentes.
B. Cuando advierte sus carencias
Esaú sabía cazar y cocinar, Jacob no. Rebeca lo sabía y no se lo reprochó a su hijo porque si bien no era un chef, tenía otras capacidades que a juicio de ella lo hacían más apto para convertirse en quien habría de seguir el legado de Abraham e Isaac, por lo que suplió esa “incapacidad”.
Así nos lo dicen los versos siete y ocho de nuestro pasaje:
Ahora, pues, hijo mío, obedece a mi voz en lo que te mando. 9 Ve ahora al ganado, y tráeme de allí dos buenos cabritos de las cabras, y haré de ellos viandas para tu padre, como a él le gusta; 10 y tú las llevarás a tu padre, y comerá, para que él te bendiga antes de su muerte.
No se trata de ayudar a un hijo para volverlo irresponsable. De ningún modo. Rebeca auxilio en su hijo en algo que él no sabía hacer, que es muy diferente de ayudar a un hijo o hija a hacer lo que no sabe hacer, pero que en lugar de ser solo alguna cosa que no puede realizar, sea todo en su vida.
Rebeca conocía perfectamente a su hijo y por eso de inmediato le dijo que ella haría el guisado, pero que él tendría que ir a donde estaba el ganado y tendría que traer dos cabritos. Una madre sabe que su hijo tiene carencias y le ayuda pero no hace todo, su hijo tiene que hacer algo siempre. De lo contrario lo vuelve un inútil.
C. Cuando advierte sus miedos
El plan que Rebeca elaboró para ayudar a su hijo a obtener la primogenitura lo llenó de miedo. Un miedo que nos muestra la condición espiritual de Jacob, según nos lo muestran los versos once al trece.
Y Jacob dijo a Rebeca su madre: He aquí, Esaú mi hermano es hombre velloso, y yo lampiño. 12 Quizá me palpará mi padre, y me tendrá por burlador, y traeré sobre mí maldición y no bendición. 13 Y su madre respondió: Hijo mío, sea sobre mí tu maldición; solamente obedece a mi voz y ve y tráemelos.
Hay una clase de miedos que paralizan. Jacob experimentó esa clase de temor. Pero su madre supo trabajar con los miedos de su hijo porque lo conocía a él y conocía perfectamente sus temores. No ignoraba que su vástago tenía fobias y cosas que lo asustaban grandemente.
La manera en que los sanó fue compartiéndolos con ellos o asumiendo ella misma el riesgo que podría suscitarse en caso de ser descubierto el plan que ella misma había elaborado para ayudarlo.
Si hay alguien en este mundo que puede disipar nuestros miedos es nuestra madre. Ella, amorosa, cuidadosa y delicada, puede darnos la seguridad que necesitamos para librar obstáculos y sortear peligros, pero también de manera enérgica hacernos ver que podemos derrotar nuestros miedos y temores.
D. Cuando advierte sus grandes desafíos
Del verso catorce al diecisiete encontramos el plan perfecto de Rebeca:
Entonces él fue y los tomó, y los trajo a su madre; y su madre hizo guisados, como a su padre le gustaba. 15 Y tomó Rebeca los vestidos de Esaú su hijo mayor, los preciosos, que ella tenía en casa, y vistió a Jacob su hijo menor; 16 y cubrió sus manos y la parte de su cuello donde no tenía vello, con las pieles de los cabritos; 17 y entregó los guisados y el pan que había preparado, en manos de Jacob su hijo.
Jacob no podría pasar por su hermano Esaú, si su padre lo tocaba, porque él era lampiño y su hermano velludo, pero ese no fue problema para Rebeca que conocía suplantar a uno de sus hijos por otro era algo desafiante, pero no para una mujer como ella que había hecho un plan maestro.
Ella no se iba a rendir por ese gran desafío y entonces recurrió a las pieles de cabritos para hacer que su hijo alcanzará la victoria y obtuviera la bendición de la primogenitura.