Cof
Clamé con todo mi corazón; respóndeme, Jehová, y guardaré tus estatutos. 146 A ti clamé; sálvame, y guardaré tus testimonios. 147 Me anticipé al alba, y clamé; esperé en tu palabra. 148 Se anticiparon mis ojos a las vigilias de la noche, para meditar en tus mandatos. 149 Oye mi voz conforme a tu misericordia; oh Jehová, vivifícame conforme a tu juicio. 150 Se acercaron a la maldad los que me persiguen; se alejaron de tu ley. 151 Cercano estás tú, oh Jehová, y todos tus mandamientos son verdad. 152 Hace ya mucho que he entendido tus testimonios, que para siempre los has establecido.
Introducción
La letra Cof o Kuf es la décimo novena del alfabeto hebreo. Su valor guemátrico es de cien. La idea predominante en este párrafo o sección del salmo ciento diecinueve es el clamor. La palabra se usa en dos ocasiones por el autor del canto y la versión Reina Valera 1960 lo hace en tres ocasiones.
La palabra clamar o clamor procede de la raíz hebrea rica en significados porque incialmente puede traducirse como invocar, llamar, gritar y en este sentido se puede usar como proclamar, pero también se traduce en algunas porciones de la Escritura como leer en voz alta. El sentido del término es básicamente invocar o llamar a alguien en alta voz.
La palabra cof o kuf se usa en el inicio de los ocho versos en la Biblia hebrea con la idea predominante de dirigirse a Dios para expresarle o patentizarle su profunda necesidad de su persona tanto en los momentos de angustia como en las etapas de bendición, sin embargo la idea que prevalece es la de invocarlo con fuerza en los momentos de angustia.
El párrafo correspondiente a la décimo novena letra nos muestra una de las verdades que los seres humanos olvidamos frecuentemente y es la de depender o entregar nuestra vida completamente al Señor para que con su sabiduría e inteligencia la conduzca de acuerdo a sus planes y proyectos soberanos a donde le plazca.
La palabra de Dios tiene esa dichosa virtud de enseñarnos, mostrarnos y conducirnos por ese camino o senda de dejar en las manos de Dios nuestra existencia, llamándolo, invocándolo y clamando por su intervención en nuestras vidas lo más pronto posible ya que sin su presencia el mundo se nos viene abajo.
El clamor es una expresión de dependencia total ya que se está en una situación de apremio. Se llega a ella por diversas circunstancias, sobre todo adversas, que nos ponen en una condición vulnerable y frágil y que definitivamente solo Dios puede ayudarnos o salvarnos de una inmemente ruina.
Señor, enséñame a amar tu palabra
Porque me conduce a depender de ti
A. Con un clamor nacido del corazón
B. Con un clamor desde el alba hasta al anochecer
C. Con un clamor para enfrentar a los que me persiguen
A. Con un clamor nacido del corazón
Los versos ciento cuarenta y cinco y ciento cuarenta y seis dicen de la siguiente manera: Clamé con todo mi corazón; respóndeme, Jehová, y guardaré tus estatutos. 146 A ti clamé; sálvame, y guardaré tus testimonios.
En estos dos versos el salmista usa la expresión clamar. Algunas versiones optan por usar la expresión invocar y otras emplean llamar para expresar la actitud del salmista frente a Dios. El autor del salmo está viviendo una situación difícil y complicada, tal vez su vida está en peligro, posiblemente alguna enfermedad o carencia material lo oprimen.
El uso de las palabras respóndeme y sálvame nos hacen pensar en una situación sumamente angustiosa y angustiante. Los seres humanos somos frágiles no solamente físcamente, sino mental y emocionalmente hay situaciones que nos sobre pasan con facilidad porque aun cuando pensamos que tenemos mucha fuerza interna la verdad es que no.
La posiblidad de morir o el hecho de que un ser muy querido de nuestra parte pueda fallecer nos estremecen y para ese tipo de situaciones no hay ninguna creación humana que pueda sostenernos y justamente allí es donde la palabra de Dios se yergue poderosa como fuerte sustento para darnos fuerza y poder.
En esas condiciones nuestra única alternativa o nuestro único camino es clamar, llamar o gritar a Dios no como reclamo, no como reproche, sino como nuestro primer y gran recurso ante las visicitudes en este mundo lleno de experiencias que nos ponen al límite cuando sufrimos o cuando sufren los que amamos.
B. Con un clamor desde el alba hasta al anochecer
Los versos ciento cuarenta y siete y ciento cuarenta y ocho dicen de la siguiente manera: 147 Me anticipé al alba, y clamé; esperé en tu palabra. 148 Se anticiparon mis ojos a las vigilias de la noche, para meditar en tus mandatos.
El salmista tiene una profunda necesidad que lo lleva a clamar. Carece de bienes que requiere y esa condición lo hace invocar a Dios desde la madrugada hasta la noche. Las figuras retóricas que utiliza es para llamar nuestra atención de su permanente búsqueda para solucionar sus males.
El salmista comienza su día clamando y termina su jornada invocando al Dios de su salvación, una manera en la que nos quiere patentizar que el tamaño de nuestra necesidad es el tamaño de nuestro clamor. A mayor necesidad mayor el clamor. Cuando una persona siente que no tiene necesidad busca a Dios cuando cree que solo es necesario.
El alba y las vigilias de la noche eran dos momentos en los que los hombres de antaño tenían tiempo para dirigirse a Dios por la calma y el silencio. Al utilizarlas el salmista nos hace ver que el clamor a Dios debe hacer no solo permanentemente sino desde una actitud personal y solitaria.
La palabra de Dios nos enseña que Jesús siendo de mañana, siendo aun muy oscuro se levantaba y oraba, clamaba al padre y que entrada ya la noche en víspera de pascua en el huerto de Getsemaní buscaba la dirección divina. Esa actitud nos muestra su gran dependencia con el Padre.
La revelación divina tiene como uno de sus tantos objetivos santos mostrarnos que debemos aprender a depender de Dios, que debemos dejar nuestras capacidades aún lado, que por cierto no sirven para nada cuando nos sobrecoge la tribulación y dejar que Dios nos ayude y auxilie.
C. Con un clamor para enfrentar a los que me persiguen
De los versos ciento cincuenta al ciento cincuenta y dos, el salmo dice lo siguiente: 150 Se acercaron a la maldad los que me persiguen; se alejaron de tu ley. 151 Cercano estás tú, oh Jehová, y todos tus mandamientos son verdad. 152 Hace ya mucho que he entendido tus testimonios, que para siempre los has establecido.
En la Biblia desde Abel hasta Jesús, incluyendo al pueblo de Israel y la propia iglesia han padecido persecución. Lógicamente los piadosos como Elías, David, Jacob y otros tantos han tenido grandes enemigos o adversarios. Vivir para Dios irremediablemente nos traerá enemigos gratuitos.
Hay toda clase de enemigos. Desde los pequeños que nos hacen malas jugadas hasta los que quieren destruir nuestras vidas. El salmista dice que los que lo persiguen se acercaron a la maldad. La versión Dios Habla Hoy traduce esa frase así: Están cerca de mí mis crueles perseguidores.
Esa es una realidad que no nos debe asustar ni espantar. Siempre tendremos gente fas