Salmo de Asaf. El Dios de dioses, Jehová, ha hablado, y convocado la tierra, desde el nacimiento del sol hasta donde se pone. 2 De Sion, perfección de hermosura, Dios ha resplandecido. 3 Vendrá nuestro Dios, y no callará; fuego consumirá delante de él,
Y tempestad poderosa le rodeará. 4 Convocará a los cielos de arriba, Y a la tierra, para juzgar a su pueblo. 5 Juntadme mis santos, los que hicieron conmigo pacto con sacrificio. 6 Y los cielos declararán su justicia, porque Dios es el juez. Selah7 Oye, pueblo mío, y hablaré; escucha, Israel, y testificaré contra ti: Yo soy Dios, el Dios tuyo. 8 No te reprenderé por tus sacrificios, ni por tus holocaustos, que están continuamente delante de mí. 9 No tomaré de tu casa becerros, ni machos cabríos de tus apriscos. 10 Porque mía es toda bestia del bosque, Y los millares de animales en los collados. 11 Conozco a todas las aves de los montes, Y todo lo que se mueve en los campos me pertenece. 12 Si yo tuviese hambre, no te lo diría a ti; Porque mío es el mundo y su plenitud. 13 ¿He de comer yo carne de toros, O de beber sangre de machos cabríos? 14 Sacrifica a Dios alabanza, Y paga tus votos al Altísimo; 15 E invócame en el día de la angustia; Te libraré, y tú me honrarás. 16 Pero al malo dijo Dios:¿Qué tienes tú que hablar de mis leyes, Y que tomar mi pacto en tu boca? 17 Pues tú aborreces la corrección, Y echas a tu espalda mis palabras. 18 Si veías al ladrón, tú corrías con él, Y con los adúlteros era tu parte. 19 Tu boca metías en mal, Y tu lengua componía engaño. 20 Tomabas asiento, y hablabas contra tu hermano; Contra el hijo de tu madre ponías infamia. 21 Estas cosas hiciste, y yo he callado; Pensabas que de cierto sería yo como tú; Pero te reprenderé, y las pondré delante de tus ojos. 22 Entended ahora esto, los que os olvidáis de Dios, No sea que os despedace, y no haya quien os libre. 23 El que sacrifica alabanza me honrará; Y al que ordenare su camino, le mostraré la salvación de Dios.
Introducción
Por la inscripción que tiene el salmo cincuenta sabemos que fue escrito por Asaf. Después de David, quien escribió setenta y tres salmos, el autor más prolífico de cantos hebreos es Asaf. Compuso 12 salmos. El cincuenta y del setenta y tres al ochenta y tres.
Asaf fue un levita que fue designado por David como cantor una vez que se determinó que la ciudad de David, Jerusalén, se convertiría en el lugar del asentamiento del Arca del pacto, símbolo de la presencia de Dios entre los judíos.
Es al igual que el salmo cuarenta y nueve un salmo de sabiduría, más que un plegaria, oración o rezo. Esta construido para cantarlo y reflexionar. Con un tema muy marcado: Dios juzgará a su pueblo y lo hará porque a pesar de su grandeza en ocasiones su nación olvida que ellos son los necesitados y no Dios.
Dios jamás quedará impasivo ante la conducta de sus hijos. Dios sanciona la forma en que se le adora. Hay un estándar o tipo de alabanza que el Señor merece y desea que sus hijos le alaben conforme a su grandeza, su poder y su glorioso nombre no a la ligera ni mucho menos con desinterés.
La forma en que se le rinde tributo dice mucho de sus adoradores. Deben recordar siempre que en realidad Dios no necesita de nosotros, sino que nosotros nos morimos si Dios no actúa a favor de nosotros. Debemos mantener en nuestra memoria esta verdad para no olvidarnos del Creador.
Salmo 50: Señor, yo soy quien necesita de ti, no tú de mí
A. Porque tú eres el Juez de toda la tierra
B. Porque tú eres dueño de todo
C. Porque tu reprendes de la maldad
Asaf fue un salmista que compuso salmos cargados de reflexión y meditación. De los doce que escribió muchos de ellos tienen, como el cincuenta, la clara intención de hacer pensar y repensar a los hebreos sobre la necesidad de honrar a Dios siempre con la mejor actitud.
Hacer lo mismo siempre corre el riesgo que lo que se haga se vuelva algo mecanico, es decir, rutinario, aburrido y ya no lo hagamos con gusto o alegría, por eso es muy peligroso caer en la rutina frente a un Dios grande y merecedor de la mejor adoración y la más excelente de las exaltaciones.
Asaf tiene en mente dos clases de personas, los justos y piadosos que hacen de la adoración a Dios un estilo de vida y los malvados que no piensan y los sacrifiios los llevan a cabo sin considerar que su conducta debe agradar a Dios para que haya un correlación entre su vida personal y la adoración al Creador.
Por todo el salmo, el Señor muestra su grandeza sobre todo para llevarnos a pensar que somos seres con grandes necesidades que solo pueden ser cubiertas de Dios y que por eso mismo debemos considerar nuestra forma de acercarnos al gran Señor del cielo y de la tierra porque de ello dependen nuestra existencia.
A. Porque tú eres el Juez de toda la tierra
Dios juzga, pero siempre antes de hacerlo advierte o anuncia para permitirle a los hombres cambiar de conducta. A lo largo de toda la Escritura descubrimos este mismo patrón. Dios diciendo una y otra vez que juzgará, que hará un ejercicio de sancionar la conducta de las personas, para que recapaciente o cambien de conducta para no ser castigados.
Asaf presenta a Dios como el Gran Juez porque es el Dios de dioses. La construcción de esta frase en el hebreo es de suyo interesante. Elohim Adonai es el título que le da Asaf a Dios al comenzar el salmo. La traducción de la versión Reina Valera 1960 lo traduce como “Dios de dioses”, mientras que la versión hebrea lo hace como “Dios Todopoderoso.”
En esa condición se comprende que siempre Dios se presenta coom fuego consumidor o tempestad poderosa, dos fenómenos naturales que buscan retratar humanamente la grandeza del Creador cuando se presenta ante los seres humanos. Ambas figuras retóricas buscan entender o simbolizar la presencia de Dios entre los hombres.
El autor del salmo pretende que entendamos o comprendamos que Dios tiene toda la autoridad y toda la facultad de presentarse ante el hombre y sentarlo como se sienta en un tribunal a una persona que será juzgada exclusivamente por los actos o hechos que realizó teniendo por jueces al cielo y la tierra, que siempre han permanecido fieles a su Creador.
Los versos cuatro al seis de este salmo dicen de la siguiente manera:
4 Convocará a los cielos de arriba, y a la tierra, para juzgar a su pueblo. 5 Juntadme mis santos, los que hicieron conmigo pacto con sacrificio. 6 Y los cielos declararán su justicia, porque Dios es el juez. Selah
Dios juzga a su pueblo siempre. Dios no se queda impávido ante la conducta de sus hijos, siempre actúa y lo hace porque es el juez.
B. Porque tú eres dueño de todo
Del verso nueve al doce nuestro salmo dice de la siguiente manera:
9 No tomaré de tu casa becerros, ni machos cabríos de tus apriscos. 10 Porque mía es toda bestia del bosque, y los millares de animales en los collados. 11 Conozco a todas las aves de los montes, y todo lo que se mueve en los campos me pertenece. 12 Si yo tuviese hambre, no te lo diría a ti; porque mío es el mundo y su plenitud.
El sistema de sacrificios que estableció Dios con su pueblo provocó en no pocas ocasiones que Israel se sintiera obligado a presentar sus ofrendas y muchas veces lo hizo de manera equivocada, es decir con fastidio y a veces sin la alegría que debía porque le parecía que era injusto que siempre tuviera que entregar al Creador sus ovejas, bueyes y palomas.
Dios les recuerda a los israelitas, como nos recuerda a todos nosotros, que al darle nuestras ofrendas, en realidad no le estamos algo que en sentido estricto sea de nosotros, sino más bien de él. Ampliando este concepto, cuando decimos que entregamos nuestra vida a él, en realidad le devolvemos lo que es suyo.
Realmente nosotros no somos dueños de nada. Pero a veces cometemos el grave error de creer que somos dueños de lo que tenemos y al pensar de esa manera creemos que le hacemos un favor a Dios cuando le damos o entregamos algo y en consecuencia exigimos que él nos de algo.
Asaf está llevándonos en este salmo a una gran verdad que debemos tener siempre presente al Señor no le estamos haciendo un favor cuando cumplimos con sus requerimientos, al contrario le quedamos a deber porque lo que ha hecho por nosotros simplemente es impagable.
La frase “Si yo tuviera hambre, no te lo diría a ti”, retrata fielmente esta verdad. Dios no requiere de nadie para ser Dios. Cuando Moisés estaba en el Monte Sinaí recibiendo la Ley y el pueblo de Israel se desenfrenaba adorando al becerro de oro, el Creador le dijo a su siervo que podía destruir a Israel y de Moisés hace una nación distinta.
Moisés le pidió que no hiciera tal para que los enemigos de Dios no dijeran que no los pudo introducir a la tierra prometida y por eso los destruyó, Dios se conmovió de las palabras de Moisés que expresaban mucho amor por su pueblo, pero Dios podía hacer una nueva nación desde Moisés.
C. Porque tu reprendes la maldad
Pensar que Dios desconoce la maldad que cometen los hombres sobre esta tierra es absurdo, pero creer que Dios deja sin castigo a quienes practican el mal cotidianamente en su existencia es todavía más ingenuo e incluso sin sentido. Claro que Dios conoce lo que hace cada persona y está atento a quienes infringen sus mandamientos.
El juicio divino recae con más severidad en todos aquellos que conociendo lo que Dios pide hacen exactamente todo lo contrario. Asaf nos ofrece algunas de las actitudes que tomaban los malvados de su tiempo.
En los versos dieciséis al veinte dice de la siguiente forma:
16 Pero al malo dijo Dios:¿Qué tienes tú que hablar de mis leyes,
Y que tomar mi pacto en tu boca? 17 Pues tú aborreces la corrección, y echas a tu espalda mis palabras. 18 Si veías al ladrón, tú corrías con él, y con los adúlteros era tu parte. 19 Tu boca metías en mal, y tu lengua componía engaño. 20 Tomabas asiento, y hablabas contra tu hermano; contra el hijo de tu madre ponías infamia.
Dios reprende al malvado no quiere ser corregido, al insensato que echa a sus espaldas la palabra del Señor, al pecador que corre con los ladrones y se asocia con los adúlteros para hacer igual que ellos y que practica la difamación y la calumnnia contra su semejante y aún contra su hermano.
Dios conoce todo lo que pasa tanto con los justos como con los malvados y reprende o castiga esta clase de conducta.