La Biblia dice en el Salmo 58:
Al músico principal; sobre no destruyas. Mictam de David. Oh congregación, ¿pronunciáis en verdad justicia? ¿Juzgáis rectamente, hijos de los hombres? 2 Antes en el corazón maquináis iniquidades; hacéis pesar la violencia de vuestras manos en la tierra. 3 Se apartaron los impíos desde la matriz; se descarriaron hablando mentira desde que nacieron. 4 Veneno tienen como veneno de serpiente; son como el áspid sordo que cierra su oído, 5 Que no oye la voz de los que encantan, por más hábil que el encantador sea. 6 Oh Dios, quiebra sus dientes en sus bocas; quiebra, oh Jehová, las muelas de los leoncillos. 7 Sean disipados como aguas que corren; cuando disparen sus saetas, sean hechas pedazos. 8 Pasen ellos como el caracol que se deslíe; como el que nace muerto, no vean el sol. 9 Antes que vuestras ollas sientan la llama de los espinos, Así vivos, así airados, arrebatará él con tempestad. 10 Se alegrará el justo cuando viere la venganza; sus pies lavará en sangre del impío. 11 Entonces dirá el hombre: Ciertamente hay galardón para el justo; ciertamente hay Dios que juzga en la tierra.
Introducción
La inscripción de este salmo nos hace pensar que es una continuación del anterior. El salmo se debe cantar bajo el tono de una melodía llamada “no destruyas” igual que el anterior. Fue escrito también por David y es de igual manera que el cincuenta y siete, un mictam del rey de Israel. La única diferencia es el contenido.
Todas estas características hacen pensar a los hebreos que se trata de un salmo compuesto también luego de una experiencia de David en una cueva ante la feroz y violenta persecución que vivía por parte del rey Saúl. Esta razonamiento no es descabellado debido a que los salmos 52, 54, 56, 57, 59 y 60 pertenecen a esa etapa de su vida.
De hecho la mayoría de los salmos 50 al 60 coinciden con el tiempo que David tuvo que huir de Saúl quien lo persiguió encarnizadamente para matarlo y estuvo a punto de alcanzar su objetivo, pero gracias a la intervención divina, logró salvar su existencia y alcanzar el trono de Israel.
Este salmo, decíamos al principio, los judíos lo sitúan en el tiempo en que David se topó con Saúl en la cueva, pero no la de Adulam, sino en una ubicada en un lugar llamado En-Gadi a la que el rey llegó buscando a David para matarlo, pero no lo pudo hacer porque nunca vio a David. Esta deducción resulta muy lógica a la hora de interpretar el salmo.
David hace una seria reflexión sobre la clase de “gobernantes”, “asamblea” o “congregación” (como traduce la primera palabra del salmo la versión Reina Valera 1960) que acompañan a Saúl en su gobierno, porque ellos son los principales instigadores contra el hijo de Isaí sin que sea culpable.
David le ha dado vueltas y vuelta al tema de su persecución y ha llegado a la conclusión de que Saúl lo persigue, sí por su envidia y por su molestia por que él se volvió más famoso por la derrota de Goliat, pero en quienes lo rodean no cupo la prudencia o la razón para decirle a Saúl que estaba mal.
El salmo cincuenta y ocho es un salmo donde David fustiga justamente a quienes acompañan en su gobierno a Saúl. A ellos que en lugar de poner fin a esa persecución sin sentido son como las serpientes sordas que cierran sus oídos a los que los encantan por más hábil que el encantador sea.
Salmo 58: Señor, gracias porque tú siempre juzgas rectamente
A. Las injusticias
B. Las iniquidades
C. A los impíos
D. A los justos
David tuvo a su mano a Saúl para matarlo en En-Gadi cuando entró a hacer de sus necesidades en ese lugar y David lo tuvo a su merced y solo le cortó la punta de su capa para demostrarle por segunda ocasión (la primera vez fue cuando dormía profundamente en un valle) que él no tenía ninguna intención de hacerle daño a quien fuera su suegro.
El relato lo encontramos en 1º Libro de Samuel 24
Cuando Saúl volvió de perseguir a los filisteos, le dieron aviso, diciendo: He aquí David está en el desierto de En-gadi. 2 Y tomando Saúl tres mil hombres escogidos de todo Israel, fue en busca de David y de sus hombres, por las cumbres de los peñascos de las cabras monteses. 3 Y cuando llegó a un redil de ovejas en el camino, donde había una cueva, entró Saúl en ella para cubrir sus pies; y David y sus hombres estaban sentados en los rincones de la cueva. 4 Entonces los hombres de David le dijeron: He aquí el día de que te dijo Jehová: He aquí que entrego a tu enemigo en tu mano, y harás con él como te pareciere. Y se levantó David, y calladamente cortó la orilla del manto de Saúl. 5 Después de esto se turbó el corazón de David, porque había cortado la orilla del manto de Saúl. 6 Y dijo a sus hombres: Jehová me guarde de hacer tal cosa contra mi señor, el ungido de Jehová, que yo extienda mi mano contra él; porque es el ungido de Jehová. 7 Así reprimió David a sus hombres con palabras, y no les permitió que se levantasen contra Saúl. Y Saúl, saliendo de la cueva, siguió su camino. 8 También David se levantó después, y saliendo de la cueva dio voces detrás de Saúl, diciendo: !!Mi señor el rey! Y cuando Saúl miró hacia atrás, David inclinó su rostro a tierra, e hizo reverencia. 9 Y dijo David a Saúl: ¿Por qué oyes las palabras de los que dicen: Mira que David procura tu mal? 10 He aquí han visto hoy tus ojos cómo Jehová te ha puesto hoy en mis manos en la cueva; y me dijeron que te matase, pero te perdoné, porque dije: No extenderé mi mano contra mi señor, porque es el ungido de Jehová. 11 Y mira, padre mío, mira la orilla de tu manto en mi mano; porque yo corté la orilla de tu manto, y no te maté. Conoce, pues, y ve que no hay mal ni traición en mi mano, ni he pecado contra ti; sin embargo, tú andas a caza de mi vida para quitármela. 12 Juzgue Jehová entre tú y yo, y véngueme de ti Jehová; pero mi mano no será contra ti. 13 Como dice el proverbio de los antiguos: De los impíos saldrá la impiedad; así que mi mano no será contra ti. 14 ¿Tras quién ha salido el rey de Israel? ¿A quién persigues? ¿A un perro muerto? ¿A una pulga? 15 Jehová, pues, será juez, y él juzgará entre tú y yo. El vea y sustente mi causa, y me defienda de tu mano. 16 Y aconteció que cuando David acabó de decir estas palabras a Saúl, Saúl dijo: ¿No es esta la voz tuya, hijo mío David? Y alzó Saúl su voz y lloró, 17 y dijo a David: Más justo eres tú que yo, que me has pagado con bien, habiéndote yo pagado con mal. 18 Tú has mostrado hoy que has hecho conmigo bien; pues no me has dado muerte, habiéndome entregado Jehová en tu mano. 19 Porque ¿quién hallará a su enemigo, y lo dejará ir sano y salvo? Jehová te pague con bien por lo que en este día has hecho conmigo. 20 Y ahora, como yo entiendo que tú has de reinar, y que el reino de Israel ha de ser en tu mano firme y estable, 21 júrame, pues, ahora por Jehová, que no destruirás mi descendencia después de mí, ni borrarás mi nombre de la casa de mi padre. 22 Entonces David juró a Saúl. Y se fue Saúl a su casa, y David y sus hombres subieron al lugar fuerte
David demostró fehacientemente su inocencia. Saúl lo reconoció, pero quienes rodeaba a Saúl al parecer no. No hay que olvidar que Saúl se dejaba llevar mucho por lo que los demás decían. De hecho ese fue el principal problema por el que fue desechado. El pueblo lo orilló a ofrecer sacrifició, el pueblo se quedó con lo mejor de los amalecitas.
Se dejó llevar siempre por la opinión de los demás y este salmo David dirige su oración a Dios para que los sancione ante su injusta actitud, recordado que Dios siempre juzga rectamente.
A. Las injusticias
El verso uno de nuestro salmo dice de la siguiente manera:
Oh congregación, ¿pronunciáis en verdad justicia? ¿Juzgáis rectamente, hijos de los hombres?
David lanza dos preguntas a los encargados de reconocer su inocencia. Las dos interrogantes tienen como objetivo hacerles ver que sus juicios son injustos. David padece una injusticia. No ha hecho nada malo y lo persiguen como si fuera el peor de los delincuentes.
Las personas que rodeaban a Saúl era los responsables directos de esta situación. Por supuesto también Saúl, pero quienes lo rodeaban tenían una gran influencia sobre él y en lugar de ayudar a David lo condenaban sin prueba alguna porque asumían que era un hombre malo.
En la vida padeceremos injusticias. Las relacionadas con los tribunales las conocemos perfectamente, pero también padeceremos juicios injustos por parte de nuestra familia, amigos y conocidos. La gente pensará mal de nosotros sin conocernos y en algunos casos aún cuando esté probada nuestra inocencia.
Por eso David recuerda que Dios es quien siempr juzga rectamente ante las injusticias que cotidianamente encontramos en nuestra existencia. Generalmente las personas encargadas de hacer justicia se dejan llevar por sus propios intereses y la justicia se convierte en un artículo de lujo solo para los que tienen dinero.
B. Las iniquidades
El verso dos de nuestro salmo dice de la siguiente forma:
Antes en el corazón maquináis iniquidades; hacéis pesar la violencia de vuestras manos en la tierra.
Lejos de procurar justicia los hombres que rodeaban a Saúl en realidad maquinaban iniquidades o actuaban con malas intenciones contra David. Eso descubrió David luego de perdonar a Saúl en la cueva porque en lugar de restaurar su condición en Israel, no lo dejaron retornar a su patria.
David padeció esa clase de maldad que hace que el hombre no solamente haga mal a su prójimo sino que lo haga de manera cruel y violenta. Ese tipo de acciones en las que no basta que se dañe la reputación o materialmente a las personas, sino que se le haga sentir la fuerza del poder.
Esta clase de iniquidad el único que la puede juzgar rectamente es Dios por eso David apela a su compasión infinita para que sea justamente el Señor quien revise la actitud de cada persona porque las intenciones del corazón están veladas a los ojos de los mortales y solo Dios puede revelar lo que hay en el interior del ser humano.
C. A los impíos
Del verso tres al nueve encontramos la actitud de los impíos que Dios juzgará:
3 Se apartaron los impíos desde la matriz; se descarriaron hablando mentira desde que nacieron. 4 Veneno tienen como veneno de serpiente; son como el áspid sordo que cierra su oído, 5 Que no oye la voz de los que encantan, por más hábil que el encantador sea. 6 Oh Dios, quiebra sus dientes en sus bocas; quiebra, oh Jehová, las muelas de los leoncillos. 7 Sean disipados como aguas que corren; cuando disparen sus saetas, sean hechas pedazos. 8 Pasen ellos como el caracol que se deslíe; como el que nace muerto, no vean el sol. 9 Antes que vuestras ollas sientan la llama de los espinos, así vivos, así airados, arrebatará él con tempestad.
David recurre a una figura poética muy precisa para comparar a los impíos en estos versos. El salmista dice que “son como el áspid sordo que cierra su oído”. Es es la mejor comparación contra los hombres de Saúl que parecían esos animales que no podían ser encantados por más había que fueran los encantadores.
Era tal su condición moral y espiritual que David no duda en decir que desde su nacimiento estaban desviados y su labor fundamental era la de hablar mentira desde siempre. Eran además venenosos como una serpiente en alusión a sus palabras que usaban para mantener a David como un adversario ante Saúl.
Por eso pide que sean disipados como aguas que corren y que sean como el caracol que con el sol se derrite y que defintivamente Dios los arrebate porque él es el único que juzga rectamente.
D. A los justos
El salmo concluye con la confianza de David que Dios juzagar a los justos y los premiará:
10 Se alegrará el justo cuando viere la venganza; sus pies lavará en sangre del impío. 11 Entonces dirá el hombre: Ciertamente hay galardón para el justo; ciertamente hay Dios que juzga en la tierra.
Evidentemente el único que conoce las motivaciones de cada persona es Dios y bajo ese criterio juzgará siempre y siempre habrá un premio, galardón o recompensa para quien vivió de acuerdo a la voluntad de Dios, aunque muchos lo hayan difamado o denostado.