La Biblia dice en 2ª Timoteo 4: 20
Erasto se quedó en Corinto, y a Trófimo dejé en Mileto enfermo.
La teología de la sanidad divina que enseña que Dios tiene que sanar a todos porque es casi, casi, su obligación enfrenta un escollo insuperable en este verso en el que Pablo, piadoso y lleno del poder del Espíritu Santo admite que Trófimo, uno de sus mejores colaboradores quedó enfermo en la ciudad de Mileto.
El apóstol no pudo, no quiso o sencillamente no le interesó su fiel compañero de milicia que no oró por él para que sanará o qué pasó. Lo más probable es que oró por él y Dios no operó su sanidad de inmediato de tal manera que cuando Pablo salió de esa ciudad todavía estaba enfermo.
Es interesante notar que en el equipo de Pablo había dos personas que estuvieron con problemas de salud, me refiero a Timoteo y a Trófimo. Y curiosamente había un médico y un apóstol con unción que aun con los paños o delantales de su cuerpo, y las enfermedades se iban de ellos, según relata Hechos 19: 12.
¿Por qué no operó ninguno de esos dos ministerios para ayudar Trófimo?, es una interrogante que nos hacemos y la respuesta nos conduce a la soberanía de Dios, un terreno con el que muchos tropezamos porque nos lleva irremediablemente a reconocer que Dios hace cosas o deja de hacer cosas que para nosotros resultan inexplicables.
Estoy casi seguro que Pablo y todo su equipo de colaboradores rogó por Trófimo un colaborador oriundo de Éfeso, pero simplemente en los días en Pablo estuvo en Mileto no recibió la sanidad. Trófimo no era cualquier creyente, era un varón que estuvo con Pablo en los momentos de mayor tensión ministerial en Éfeso y Grecia.
Pero ni así llegó la sanidad cuando la pidieron. Es probable que haya ocurrido días después o también que nunca haya ocurrido. Lo que nos lleva a pensar que la enfermedad forma parte de la vida cristiana y cuando entramos a ella tenemos que saber que solo Dios sabe por qué nos manda ese tipo de circunstancias.
Ni sorprendernos, ni muchos menos sentirnos mal, al contrario debemos buscar el rostro del Señor para que nos ayude en esos momentos tan duros y cuando veamos a otros en esa condición jamás acusarlos de falta de fe sino encomendarlos a Dios para que puedan sostenerse en medio de ese trance.
Dios sanará de acuerdo a su soberanía o también no sanará y eso no implica que no sea poderoso. El permanece majestuoso siempre, aun cuando no opere sanidad en la vida de los enfermos.