Dice la Biblia en Oseas 6:3
“Y conoceremos, y proseguiremos en conocer a Jehová; como el alba esta dispuesta su salida, y vendrá a nosotros como la lluvia, lluvia tardía y temprana a la tierra.”
El profeta Oseas fue enviado a predicarle a las diez tribus del norte que se habían separado del reino de Israel a la muerte de Salomón. El destino de este reino parecía marcado por la idolatría a la que fue sometido por Jeroboam quien instaló dos becerros de oro, uno en Betel y otro en Dan para que los judíos se olvidaran del templo de Jerusalén.
El resultado fue desastroso porque además de los lugares altos donde se quemaba incienso a los dos becerros y los propios ídolos que había construido Jeroboam, se sumaban las deidades como Astarot, Baal, Moloc, Astarte y otras desviaciones que terminaron por hundir al pueblo de Israel en la perdición y extravío.
Oseas, que se casó con una tusona, como ejemplo del amor incondicional del Señor a Israel a pesar de su infidelidad, le pidió a sus compatriotas que prosiguieran en conocer al Señor porque su conducta parecía un intento de desconocer lo que tanto había costado aprender desde su salida de Egipto.
El profeta tocaba así el gran problema de todos los creyentes de todos los tiempos, judíos y cristianos: proseguir en el conocimiento del Señor. No detenernos, no desmayar por seguir aprendiendo cada día de la palabra del Señor. Cierto a veces nos fatigamos y nos cansamos, pero debemos reponernos y seguir abrevando en la ciencia del Altísimo.
Los hijos de Dios estamos llamados a permanecer en la palabra del Creador, sin considerar si las circunstancias son favorables o no, sin anteponer que vivamos en paz o en adversidad. Debemos mantener nuestro deseo de conocer al Señor y de seguir conociéndolo día a día.
Oseas escribió de manera poética la manera en que debemos estar dispuestos para seguir aprendiendo: “como el alba esta dispuesta en su salida”. Día a día, cuando la noche parte, el alba esta allí atenta para comenzar un nuevo día. Es constante, permanente y perseverante y así deben ser los creyentes.
Solo de esa manera Dios vendrá a la vida de cada uno de nosotros como la lluvia temprana y tardía. Aquí de nueva cuenta el profeta recurre a un ejemplo para hacernos comprender que solo una vida que sigue aprendiendo se mantiene jovial y productivo y por lo contrario una existencia que deja de conocer del Señor languidece para terminar extinguiéndose.
No deje de aprender de la Escritura. Esfuerce por leerla y comprenderla y sobre todo por ponerla por obra, porque lo que se aprende y se hace nunca se olvida.