La Biblia dice en Deuteronomio 2:25
“Hoy comenzaré a poner tu temor y espanto sobre los pueblos debajo de todo el cielo, los cuales oirán tu fama, y temblarán y se angustiarán delante de ti.”
La versión de la Biblia Dios Habla Hoy traduce este verso de la siguiente forma: “A partir de hoy haré que ante ustedes todos los pueblos de la tierra se llenen de espanto. Cuando oigan hablar de ustedes, se pondrán a temblar y la angustia se adueñará de ellos.” Así el texto se nos clafirica un poco más.
Cuando los judíos estuvieron en proximidades de la tierra prometida, Dios comenzó un proceso de quebrantamiento en los pueblos que habitaban esa tierra. Las naciones se llenaron de miedo y terror ante Israel. Dios puso en este espanto cuando supieron y vieron a los hebreos que no eran más que un pueblo sin tierra.
Dios provocó que todas las ciudades ubicadas en Canaán se llenaran de zozobra cuando hablaban de los israelitas, lo que representó una especie de anestesia antes de que comenzarán a luchar con ellos y de esa forma llegaban mermados mentalmente a enfrentar a los hebreos.
El verso que hoy meditamos nos enseña muchas cosas, una de ellas es que Dios hace que las naciones tiemblen. Dios puede provocar y provoca miedo entre los pueblos más poderosos que no pueden resistir. Eso nunca lo hará con sus escogidos. A ellos no les infunde miedo nunca. Al contrario los llena de valentía y esfuerzo.
No es que Dios nos convierta en una especia de “Juansinmiedos”, sino que nos reviste de su seguridad y la seguridad que tenemos en él hace que los demás se preocupen porque la certeza con la que conducimos nuestras vidas porque siempre sabemos que Dios nos acompaña y no hay nada que nos intimide.
Asustando a los pueblos, Dios quería decirle a sus escogidos que todo estaba listo para que tomaran posesión de la tierra que el Creador le había prometido a Abraham, Isaac y Jacob. Pero también les quería ratificar su dominio sobre todo y sobre todos. El hace y deshace conforme a sus eternos propósitos.
La lección es sencilla: nosotros no debemos tener miedo, los que deben sentirse desesperados y angustiados son todos aquellos que no conocen a Dios. Literalmente se cumple lo que el proverbista escribió: Huye impío sin que nadie lo persiga, pero el justo está confiado como un león.