La Biblia dice en el Salmo 120:
Cántico gradual
A Jehová clamé estando en angustia, y él me respondió. 2 Libra mi alma, oh Jehová, del labio mentiroso, y de la lengua fraudulenta. 3 ¿Qué te dará, o qué te aprovechará, oh lengua engañosa? 4 Agudas saetas de valiente, con brasas de enebro. 5 ¡Ay de mí, que moro en Mesec, y habito entre las tiendas de Cedar! 6 Mucho tiempo ha morado mi alma con los que aborrecen la paz. 7 Yo soy pacífico; mas ellos, así que hablo, me hacen guerra.
Introducción
El primer salmo gradual es un plegaria para suplicarle a Dios su auxilio ante los malvados que viven en permanente conflicto consigo mismos por ser mentirosos, engañadores y embusteros con una lengua llena de maldad e iniquidad que provoca grandes males, pero sobre todo produce pleitos, reyertas y enfrentamientos.
El canto ciento veinte de los salmos es una oración para rogarle al Creador su auxilio ante los malignos que tienen o que practican lashón jara o lengua maligna, una expresión hebrea para referirse a aquellas personas que no dominan sus palabras y provocan con ella daños irreversibles.
Esta clase de personas no tienen paz, no tienen tranquilidad, les gusta vivir peleando y generalmente les molestan los justos o piadosos porque son seres a quienes no les gusta la intranquilidad y optan siempre por existir en la calma y tranquilidad porque valoran grandemente su salud mental.
Los malvados de lengua fraudulenta o engañosa como les llama el salmista en la versión Reina Valera 1960 son la demostración palpable de que este mundo es hostil al piadoso, son la expresión contundente de que este no es nuestro hogar, que nosotros aspiramos a un mundo diferente donde mora la justicia y en consecuencias donde hay paz.
Caminamos, entonces, en ese peregrinaje, porque como el salmista dice moramos en Mesec y Cedar con quienes aborrecen la paz y con quienes hacen la guerra a contrapelo de nosotros que nos gusta la paz, que amamos la tranquilidad y la calma que encontramos siempre en el Señor.
Cristo dijo: de la abundancia del corazón habla la boca y el salmista emplea una figura poética que expresa el tipo de palabras que los enemigos de la paz utilizan: puntiagudas flechas de valiente con brasas de enebro. Los hombres y las mujeres de este mundo dañan mortalmente con sus palabras.
La primer gran batalla que tenemos en este mundo es con la clase de personas que no mide sus palabras, que no maneja correctamente lo que dice, con quién lo dice, cómo lo dice, ni cuándo lo dice y mucho menos por qué lo dice. Ellos van por el mundo lanzando sus palabras negativas y son en consecuencia aborrecedores de la paz.
Son la clase de personas que lanzan de sus labios condenas, críticas, chismes, murmuraciones, maldciones, groserías y toda clase de improperios para lastimar, dañar y zaherir a los demás ya sea en su estado normal o llenos de ira y enfado. A ellos los tenemos muy cerca de nosotros.
Cánticos graduales: Señor, anímame en mi peregrinar a la patria celestial
Salmo 120: Para luchar con los que aborrecen la paz
A. Porque viven en un permanente conflicto
B. Porque yo soy pacífico
Los malvados no pueden vivir en paz. Los malvados atosigan a quienes viven tranquilamente porque ellos carecen de calma. El piadoso debe vivir siempre en estado de alerta para saber como enfrentarlos para que no le roben la tranquilidad.
A. Porque viven en un permanente conflicto
Del verso uno al verso cuatro nuestro salmo dice de la siguiente manera:
A Jehová clamé estando en angustia, y él me respondió. 2 Libra mi alma, oh Jehová, del labio mentiroso, y de la lengua fraudulenta. 3 ¿Qué te dará, o qué te aprovechará, oh lengua engañosa? 4 Agudas saetas de valiente, con brasas de enebro.
Los malvados se distinguen claramente por lo que hablan. De la boca de ellos solo proceden mentiras, engaños y fraudes. El salmista recalca eso con tres figuras retóricas similares: labio mentiroso, lengua fraudulenta y lengua engañosa.
La frase labio mentiroso se traduce en otras versiones como falsedad, engaño y decepción porque la raíz de la palabra mentiroso es “sheqer” que también se traduce como traición porque se trata de una acción que va más allá de una mentira pequeña, se trata de una acción sumamente grave para perjudicar a una persona.
Las frases “fraudulenta” y “engañosa” proceden de la misma raíz. En hebreo la expresión es “milashon remiyá” que se traduce en otras versiones como embustera porque la raíz de la palabra en hebreo es la expresión falso. El salmista nos descubre la clase de palabras que salen de la boca de los malvados.
El alma del piadoso lucha en este mundo contra la mentira, la falsedad, el engaño, la traición por eso inmediatamente de reconocer que ha clamado a Dios y el Señor le ha respondido le pide con toda el corazón que libre su alma de estos grandes males que brotan en este mundo de manera exponencial, es decir multiplicadas por doquier.
La lengua maligna produce esta clase de estado. Provoca males en donde hay tranquilidad y eso daña severamente.
B. Porque yo soy pacífico
Los versos cinco al siete dicen de la siguiente manera:
¡Ay de mí, que moro en Mesec, y habito entre las tiendas de Cedar! 6 Mucho tiempo ha morado mi alma con los que aborrecen la paz. 7 Yo soy pacífico; mas ellos, así que hablo, me hacen guerra.
El alma del piadoso sufre en este mundo. La mención de Mesec y Cedar, ciudades antiguas mencionadas por los profetas Ezequiel e Isaías, respectivamente, fueron hostiles al pueblo hebreo. De hecho algunos estudiosos los relacionan con Rusia y los pueblos árabes, enemigos ancestrales y actuales de los judíos.
El conflicto árabe-israelí es el que mejor retrata la frase “yo soy pacífico”. El pueblo judío se ha defendido siempre. Es un pueblo con vocación de paz, pero a raíz de sus enemigos ha tenido que defenderse. Al pueblo hebreo no lo quieren sojuzgar, sino aniquilar. Ejemplos en la Biblia y aún fuera de ella. Egipto, los Medo-Persas.
En tiempos modernos Alemania como prueba de que este mundo le hace guerra a la piedad. Los justo padecerán persecución dijo Pablo al referirse a la iglesia y Jesús lo estableció con claridad cuando dijo: En el mundo tendrán aflicción para hacernos conscientes de que este mundo nos es hostil siempre.