La Biblia dice en Salmo 123:

Cantico gradual

A ti alcé mis ojos, a ti que habitas en los cielos. 2 He aquí, como los ojos de los siervos miran a la mano de sus señores, y como los ojos de la sierva a la mano de su señora, así nuestros ojos miran a Jehová nuestro Dios, hasta que tenga misericordia de nosotros. 3 Ten misericordia de nosotros, oh Jehová, ten misericordia de nosotros, porque estamos muy hastiados de menosprecio. 4 Hastiada está nuestra alma del escarnio de los que están en holgura, y del menosprecio de los soberbios.

Introducción

El salmo ciento veintitrés es el que mejor retrata el conflicto del peregrino hacia Jerusalén porque expresa la lucha que enfrenta en un mundo donde los poderosos y soberbios se burlan y desprecian a quienes buscan a Dios de manera sincera y lo hacen desde su posición de privilegio, desde el lugar donde nada, materialmente hablando, les hace falta.

El salmista nos ofrece la manera en que podemos y debemos enfrentar a las personas que teniendo todos los recursos materiales a su disposición menosprecian a quienes desde sus carencias tratan a toda costa de agradar al Señor, buscándole para adorarlo y bendecirlo, aun con dificultades de todo tipo.

El peregrino que camina hacia la patria celestial encontrará siempre está clase de adversarios que se presentan como personas que no necesitan de Dios porque aun sin seguirlo o adorarlo tienen y mucho. Su actitud arrogante hace que el peregrino se cuestione y dude de su camino.

Por eso el salmista hace un llamado para mirar hacia arriba. Levantar los ojos al Creador para alcanzar misericordia. La palabra misericordia que se usa en tres ocasiones en el salmo procede de la raíz hebrea chanan que se puede traducir sencillamente como favor inmerecido o regalo sin merecimientos.

El salmista la usa para pedirle al Señor que se muestre de esa manera, reconciendo que no es digno de recibir nada del Señor por su condición, por eso la versión hebrea traduce en lugar de misericordia, agracianos. Porque está esperando completamente en lo que Dios va a hacer por amor, no tanto por los merecimientos humanos.

El peregrino va a Jerusalén a sabiendas que hay muchos otros que se resisten a encontrarse con Dios y en esa resistencia se vuelven soberbios, altivos y arrogantes con quienes sí quieren encaminar sus pasos hacía la patria y en eso los cristianos compartimos los padecimientos con los judíos piadosos. De nosotros la gente también se burla.

Se mofan de nosotros cuando nos ven caminar hacia el cielo, cuando nuestra conducta es tan diferente a los dictados del mundo que enseña y subraya que a este mundo se viene a disfrutar, que ningún placer se le debe negar a nuestro cuerpo, aun cuando ese placer dañe el alma y también el estuche de esa alma.

Los soberbios y poderosos se plantan siempre ante el piadoso para hacerle ver que su estilo de vida es equivocado, para restregarle en la cara que ellos sin temor de Dios y sin considerar al Creador en su vida han alcanzado riquezas, gloria y honor y que en consecuencia ellos no necesitan a Dios y por eso mismo no creen en ninguna clase de patria fuera de este mundo.

Y en efecto, no les falta razón. Tienen mucho dinero que les permite gozar de todos los deleites temporales de este mundo y también es muy cierto que el piadoso padece necesidades con todo y que conoce a Dios, pero lo que ignoran es que Dios al final de cuentas pedirá a todos, ricos y pobres, rendir cuenta de lo que hicieron en este mundo.

El salmista nos ofrece una salida a este conflicto que siempre vamos a tener. Y esa salida la encontramos en este salmo deliciosamente estructurado.

Señor, anímame en mi peregrinar a la patria celestial

Salmo 123: Para esperar siempre en tu misericordia
A. Como los esclavos esperan de sus señores
B. Para resistir la burla de los poderosos
C. Para resistir el desprecio de los soberbios

A. Como los esclavos esperan de sus señores

El salmista nos señala a través de una figura poética muy clara como se debe esperar en el Señor. Del verso uno al verso dos encontramos estas palabras.

A ti alcé mis ojos, a ti que habitas en los cielos. 2 He aquí, como los ojos de los siervos miran a la mano de sus señores, y como los ojos de la sierva a la mano de su señora, así nuestros ojos miran a Jehová nuestro Dios, hasta que tenga misericordia de nosotros.

El salmista nos ayuda mucho a entender la clase de relación que tenemos con Dios en estos versos. Nosotros no somos merecedores de nada. Dios no tiene ninguna clase de compromiso con nosotros porque en estricto sentido somos sus esclavos, sus criados, sus siervos.

El autor del salmo alza su vista al cielo, hacía el Creador y lo hace con una actitud que en estos tiempos en que las personas piensan que Dios tiene una obligación con ellos, humilde, admitiendo que Dios está en el cielo y los hombres en la tierra. Reconciendo la grandeza del Todopoderoso.

En la antigüedad en Israel y en otras muchas naciones los esclavos eran los seres sin ninguna clase de derecho. Vivían a expensas de la voluntad de sus amos o señores. Si éstos se conomovían de sus necesidades los trataban con afecto, pero si querían dejarlos sin comer o dormir a la intemperie también lo podían hacer porque eran dueños hasta de su voluntad.

El salmista mira al cielo de manera idéntica que un esclavo o esclava miraban a sus amos para que tuvieran un acto de caridad hacía ellos. Todo dependía del amo o dueño, no de ellos. Ellos hacían lo que les tocaba hacer, pero su amo no tenía la obligación de reconocerlo, si quería lo hacía y si no también. Ellos no tenían méritos. Eran siervos.

B. Para resistir la burla de los poderosos

El verso tres retrata claramente los sentimientos del peregrino:

Ten misericordia de nosotros, oh Jehová, ten misericordia de nosotros, porque estamos muy hastiados de menosprecio.

La palabra hastiado se traduce en otras versiones como saturado. La palabra procede de la raíz hebrea “sabea”, que se traduce como lleno. El vocablo nos hace pensar en una persona que está completamente satisfecha y un poco más por haber comido y abusado de la ingesta de alimentos.

La emoción que embarga al peregrino es aquella que surge cuando una persona o varias personas se burlan de nosotros y nos desprecian y nosotros no podemos hacer nada contra ellos, e incluso, no les falta razón en lo que dice sobre lo que nos hace falta o necesitamos. Su actitud es grosera para decirnos nuestras carencias.

Y por esa razón le pide dos veces que tenga misericordia de su persona. Y lo hace con una palabra que nos hace comprender que no es una queja la que está expresando. Usa el término “jonenú” que literalmente quiere decir favor inmerecido. Nuestras Biblia la traduce como misericordia. Pero sería mejor usar el término gracia.

El salmista le está diciendo al Señor que no merece nada, pero su condición de hastío por la burla y desprecio hace que se dirija a Dios de esa forma. La primera frase del verso cuatro nos da cuenta de esta situación: Hastiada está nuestra alma del escarnio de los que están en holgura.

La versión hebrea de esta frase dice así: “Muy harta ya está nuestra alma, de la burla de los fastuosos.” Los que están en holgura tiene otras traducciones como “insolentes”, “satisfechos”. Estas traducciones surge porque la palabra hebrea “shannan” de donde procede el vocablo puede traducirse así porque es término literalmente significa “a gusto” o “seguro”. Es decir se trata de una persona sin necesidad.

Estamos hablando de alguien que no tiene problemas materiales, que su vida está resuelta y por eso se burla de quienes creen en Dios y no lograr superar sus rezagos.

C. Para resistir el desprecio de los soberbios

Entendemos que además de gente sin necesidades materiales en este mundo habrá también personas altivas y arrogantes, con o sin dinero. Se entiende un poco en quienes tiene recursos financieros su altivez, pero las hay también sin bienes y poseen una soberbia del tamaño del arca de Noé. Inmensa.

Los orgullosos se burlan de los peregrinos que caminan a Jerusalén. Les parecen tontos porque aun cuando vayan allá, a juicio de ellos, sus problemas no se resuelven y es que no se van a resolver todos los males en este mundo porque el mismo mundo está mal, está podrido y corrompido.

La gracia de Dios es la que nos va ayudar a enfrentar a estos enemigos de nuestra alma porque muchas de las veces nos superan con creces y si bajamos la guardia muy probablemente nos arrastren.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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