La Biblia dice en el Salmo 126:
Cántico gradual. Cuando Jehová hiciere volver la cautividad de Sion, seremos como los que sueñan. 2 Entonces nuestra boca se llenará de risa, y nuestra lengua de alabanza; entonces dirán entre las naciones: Grandes cosas ha hecho Jehová con estos. 3 Grandes cosas ha hecho Jehová con nosotros; estaremos alegres. 4 Haz volver nuestra cautividad, oh Jehová, como los arroyos del Neguev. 5 Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán. 6 Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas.
Introducción
El salmo ciento veintiséis les recuerda a los judíos la liberación de los setenta años de exilio en Babilonia, nación a la que fueron llevados por sus pecados y de las cuales el Señor los rescató para instalarlos de nueva cuenta en su tierra que luego de siete décadas lucía desolada y triste, pero era, al final de cuentas, su tierra.
El cántico gradual sin inscripción de autor, nos ofrece este canto para recordar lo grande que es Dios y las grandezas que hace. Nos trae a la memoria que Dios es un Dios de imposibles. Un Dios que mueve hasta lo que parece inconmovible para que se cumpla su voluntad en esta tierra.
El libro de Jeremías nos muestra el ambiente que privaba antes, durante y después de que Nabucodonosor sitiara la ciudad, la incendiara y la destruyera. Para efectos de nuestro estudio nos concentraremos en lo que sucedió después de la destrución de la ciudad que, por cierto, Jeremías recoge perfectamente en libro de las Lamentaciones.
Cuando todo estaba perdido, Jeremías les hizo llegar a su compatriotas un mensaje del Señor para decirles que su cautiverio duraría setenta años. Que al llegar a Babilonia no creyeran que estarían unos días, semanas o meses, sino que supieran que su estancia se prolongaría por siete décadas.
Les dijo compren casas, edifiquen viñas, cultiven granos, hagan vida, en otras palabras porque si piensan que estarán unos cuantos días por allí eso les llevará a perder miserablemente el tiempo, en cambio si saben que sus hijos nacerán allí y se casarán, entonces aprovecharán bien su existencia.
Murió Jeremías y muchos de los que oyeron su profecía y la vida siguió su curso en Babilonia, con los judíos cautivos, en lo que parecía su destino inexorable, pero Dios había prometido que saldrían de allí y Dios se encargó de hacer realidad lo que había comprometido con su pueblo.
Y justamente en el año 539 antes de Cristo, el imperio medo persa destruyó al entonces poderoso e imbatible imperio babilónico y una de las primeras decisiones del emperador ganador fue que los judíos retornaran a su patria, tal y como lo había profetizado Jeremías y comenzó el retorno, justo de lo que habla este salmo.
A. Cuando nos liberas de la cautividad
Los versos uno al tres de este salmo plantean los sentimientos y emociones que vivieron los judíos cuando regresaron de Babilonia:
Cuando Jehová hiciere volver la cautividad de Sion, seremos como los que sueñan. 2 Entonces nuestra boca se llenará de risa, y nuestra lengua de alabanza; entonces dirán entre las naciones: Grandes cosas ha hecho Jehová con estos. 3 Grandes cosas ha hecho Jehová con nosotros; estaremos alegres.
La versión Reina Valera traduce el verso uno de este salmo como si se esperará el fin de la cautividad de Sion. Tal vez porque cuando se edita esa Biblia Israel no estaba en su territorio, pero la mayoría de las traducciones del salmo lo presentan como un hecho acontecido en el pasado.
“Cuando el Eterno hizo tornar a los cautivos de Sion, estábamos como soñando”, traduce la versión hebrea y la Biblia Dios Habla Hoy dice: “Cuando el Señor cambió la suerte de Sion, nos pareció que estábamos soñando”. Y es más lógico pensar que el salmista se estaba refiriendo al retorno de Babilonia.
Para muchos pueblos, y aún del propio Israel, la cautividad en Babilonia, parecía interminable. Conforme avanzaron los años se fueron habituando a su nuevo hogar y en el futuro inmediato no parecía que hubiera algo que hiciera cambiar la realidad que estaban viviendo.
Pero de repente vino la liberación y entonces se llenaron de risa y de alabanza. Parecía un sueño. La liberación parecía algo irreal, algo que jamás sucedería, pero de repente parecían estar fuera de este mundo. Su vida había cambiado radicalmente porque podían regresar a su anhelada tierra.
Ellos y la gente al ver lo acontecido con Babilonia y en consecuencia lo sucedido a Israel decían con toda claridad que sobre los hebreos la mano poderosa del Señor había obrado de manera extremadamente grande y ellos estaban sumamente complacidos porque Dios no los había olvidado.
B. Cuando nos restauras
Los versos cuatro al seis dicen de la siguiente manera: 4 Haz volver nuestra cautividad, oh Jehová, como los arroyos del Neguev. 5 Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán. 6 Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas.
La liberación de Israel fue gozosa, pero la restauración sería no sin dificultades y problemas, incluso de lágrimas, y para explicar esta verdad el salmista recurre a una figura retórica relacionada estrechamente con el proceso de preparación, cultivo y cosecha de un campo en la región del Neguev, hoy tan mencionada en el conflicto palestino-israelí.
Algunas versiones en lugar de traducir “haz volver nuestra cautividad”, traducen haz volver a nuestro cautivos, que tiene más sentido cuando descubrimos o entendemos la figura de los arroyos del Neguev. Estos permanecían secos durante el tiempo de estiaje, pero con las lluvas se volvían torrentes. El salmista quería que los cautivas volvieran así como lo arroyos.
Quería que retornaran con ímpetu, con vigor, con fuerza para comenzar la reconstrucción de la ciudad que había quedado desolada luego de casi cien años de estar abandonada, pero al igual que un campesino que con trabajo y esfuerzo prepara la tierra para sembrarla y luego cosecharla, ellos tendrían su galardón una vez que se hubieran esmerado.
Para los cristianos este salmo nos enseña una verdad que Jesús planteó muy claramente. Este mundo no es nuestro hogar. Estamos como en cautividad y vamos hacia la patria celestial. Ese es nuestro verdadero hogar y como el campesino sufre y padece para hacer fructificar la tierra, así padecemos, pero como él, también seremos premiados.
Lloraremos en este mundo, pero al final cuando llegue la cosecha final reíremos por la bondad infinita de Dios.