La Biblia dice en Jeremías 27:6

“Pues bien, yo he puesto todas estas tierras bajo el poder de mi servidor Nabucodonosor, rey de Babilonia, y hasta los animales salvajes los he puesto bajo su dominio.”

Cuando Cristo le dijo a Poncio Pilato que ninguna autoridad tendría si no le hubiera sido dada del cielo, sintetizó una profunda verdad sobre los gobiernos, los poderes y autoridades de este mundo, así como los reyes, gobernantes y presidentes, que la Escritura marca claramente desde el libro de Génesis y a lo largo de toda la Escritura.

Los gobiernos y gobernantes son instalados por Dios para cumplir sus propósitos eternos con o sin su conocimiento, con o sin su aprobación y con o sin su compresión. Augusto César se convirtió en el primer emperador romano con una fuerza política formidable porque unos años después habría de emitir un decreto que permitiría a Jesús nacer en Belén.

El profeta Jeremías presenta al feroz, violento y cruel emperador babilónico Nabucodonosor como un siervo o servidor de Dios. Humanamente hablando parecía que ese monarca era resultado de sí mismo o producto de su propia cultura, pero no. En realidad se encumbró porque así convenía a los planes perfectos de Dios.

En realidad Dios lo habría de usar para sus fines eternos y eso nos enseña que ante los gobernantes de este mundo debemos estar conscientes de que son instrumentos en las manos de Dios, aunque muchos de ellos se creen súper poderosos o autónomos del Creador del universo.

Nabucodonosor, el famoso rey de los jardines colgantes de Babilonia, se convirtió en un servidor de Dios. Hizo lo que Dios le permitió hacer. Fue el medio para sancionar a Israel por su corrupción espiritual y moral y otras naciones a las que aterrorizó y una vez que cumplió con esa función cayó.

Dios le entregó el dominio hasta de las fieras, pero siempre con un objetivo que el Señor se reservó. Cuando vemos la altivez con la que se conducen algunos gobernantes debemos recordar las palabras de Jeremías que nos muestra que hasta los más duros o más crueles son enviados por él.

Dios dirige este mundo y lo conduce de manera perfecta hacia donde quiere y utiliza a los poderosos como le place. Su soberanía es inexplicable para muchos de nosotros porque pensamos que es una injusticia la que vivimos con algunos de ellos, pero forman parte de un propósito que a veces no descubrimos.

Nos regocijamos porque Dios nunca se equivoca y pone a determinados hombres en posiciones de poder y una vez instalados allí los maneja. Ellos no lo saben, pero llegaron allí porque Dios se los permitió y le rendirán cuenta de todo lo que hicieron, bueno o malo.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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